La táctica de tornafuye
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El tornafuye es una retirada en combate para atraer al enemigo a una trampa |
El tornafuye, torna-fulle o karr wa-farr fue una táctica militar de las tribus del Magreb, propia de la caballería ligera, introducida por los musulmanes en la Península, con las que obtendrían numerosas victorias.
Consistía en algo bastante simple. Tras una impetuosa carga, antes de llegar al contacto con el adversario volvían grupas y aparentaban retirarse. Ello envalentonaba a sus enemigos, los cuales emprendían la persecución. Tras un recorrido más o menos largo, los supuestamente huidizos musulmanes se tornaban (de ahí su nombre: tornarse y huir) y se encaraban contra sus perseguidores, llevándoles a un terreno más difícil. Sin llegar a tomar contacto con ellos, les lanzaban dardos, jabalinas y azagayas, o bien los asaeteaban sus arqueros a caballo, sorprendiéndolos y causándoles bajas. Tras ello, volvían a emprender de nuevo la retirada dejando al enemigo con un palmo de narices, varios muertos o heridos, y sin saber qué hacer.
Esta táctica tenía tanto éxito que también fue copiada por los ejércitos cristianos, aunque en este último caso, se trataba de una caballería más pesada que la andalusí, nutrida por caballeros que montaban a la brida en sillas pesadas, sillas de arzón alto, una caballería concebida para llevar a cabo cargas en orden muy cerrado contra unidades de infantería y arrollarlas literalmente, mientras que los infantes esperaban estoicamente el brutal choque que se les venía encima. Pero esta caballería pesada tenía el inconveniente de que eran poco maniobrables, constituida por caballos de gran pero, anchos y con una gran fortaleza, lo que les permitía cargar peso (el del jinete que iba pesadamente armado, más los grandes arneses), pero se desplazaban más lentamente.
Sin embargo, la caballería andalusí era diametralmente opuesta: sus jinetes montaban a la jineta, con los estribos cortos y las piernas dobladas y pegadas a la silla, lo que les permitía un mayor control sobre la montura, movilidad, unida a la rapidez y resistencia de sus veloces pequeños caballos, de mucho menos peso y más agilidad que los usados por sus enemigos. Debido a ello adoptaron esa ingeniosa estrategia, ya que no podían enfrascarse en un combate cuerpo a cuerpo contra jinetes más pesadamente armados que ellos y montados sobre caballos mucho más poderosos en las distancias cortas, se limitaban a engañarlos y hostigarlos a una distancia prudencial, de forma que sus enemigos, provistos de lanzas pesadas no aptas para ser arrojadas, se veían inermes ante otros que los acribillaban con jabalinas y dardos para, inmediatamente, retomar la huida.
Aunque parezca mentira, muchas victorias andalusies fueron debidas a esta táctica, y los cristianos acabaron por organizar unidades de caballería ligera, entrenada para tal fin. puesto que para ello solo era preciso una especial destreza montando a caballo, ya que era raro llegar al contacto, se optó incluso por formarias con pajes y jóvenes hidalgos, aún incapaces de combatir cuerpo a cuerpo o de embrazar la lanza por falta de vigor, pero que sí podían lanzar jabalinas contra el enemigo. De hecho, con el transcurso del tiempo se puso de moda entre la nobleza la monta "a la jineta", que permitía mayores alardes y filigranas a la hora de lucirse en los juegos de cañas y demás ejercicios caballerescos (en los campos andaluces y salmantinos, en los cortijos o en el rejoneo en las plazas de toros, todavía está vigente el estilo limpio, elegante y ardoroso de la jineta).
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