San Pedro Pascual


 

La Catedral de Baeza se asienta sobre un antiguo
templo visigodo del siglo VII, que fue mezquita
en época andalusí y volvió a manos cristianas
tras la conquista de Fernando III en 1227

San Pedro Pascual fue un obispo mercedario y mártir nacido en Valencia hacia 1227; sus padres, mozárabes, le pusieron el nombre en honor a San Pedro Nolasco, a quien se encomendaron para concebirlo.

En la Valencia gobernada por almohades, donde los cristianos vivían en desventaja, los padres de Pedro Pascual lograron redimir a esclavos cristianos, y uno de ellos se convirtió en el tutor del joven Pedro.

Pedro Pascual inició sus estudios eclesiásticos en Valencia y los continuó en París desde 1241, donde fue ordenado sacerdote en 1249 y compartió estudios con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino; regresó a España en 1250 y fue nombrado canónigo en la catedral de Valencia.

Ingresó en la orden de la Merced en Roma y, tras volver a España, fue preceptor del joven Sancho, hijo del rey Jaime I de Aragón, quien sería el futuro arzobispo de Toledo. Pedro Pascual se convirtió en un predicador célebre, recorrió varios países, y fue nombrado obispo de Jaén en 1294, siendo consagrado en Roma por el papa Bonifacio VIII en 1296, antes de regresar a su diócesis para restablecer el orden tras años de ocupación musulmana.

La Puerta de la Luna, uno de los elementos más 
antiguos del templo con su arco polilobulado del 
siglo XIII y un rosetón gótico del XIV, albergó 
en la Edad Media la lápida sepulcral de San 
Pedro Pascual, cuyos restos hoy reposan 
en el interior del templo

En 1297, mientras realizaba una visita pastoral, Pedro Pascual fue capturado por tropas del monarca nazarí Mohammed II y llevado como esclavo a Granada, donde, pese a cierta libertad, se dedicó a consolar a otros cautivos; rechazó dos veces su propio rescate para liberar en su lugar a mujeres con hijos. El cautiverio de San Pedro Pascual en la Granada nazarí estuvo marcado no solo por su resistencia espiritual, sino también por su audacia y au fe se convirtió en un acto de desafío que acabó sellando su destino. 

Durante su cautiverio en la Granada nazarí, Pedro Pascual no solo mantuvo su fe firme, sino que la convirtió en una poderosa herramienta de resistencia espiritual. A pesar de las difíciles condiciones de su encarcelamiento, este obispo mercedario no cesó en su labor pastoral ni intelectual. Fue precisamente en esta etapa de prisión cuando escribió dos de sus obras más importantes y controvertidas: “La Disputa del Obispo de Jaén contra los Judíos” y “La Impugnación de la Escuela de Mahoma”.

Ambos textos son ejemplos de literatura apologética, un género teológico y filosófico centrado en la defensa del cristianismo frente a otras religiones y doctrinas. Su propósito era doble: por un lado, reforzar la fe de los cristianos cautivos para evitar que sucumbieran a las presiones de convertirse al islam —algo común durante los años de dominio musulmán—, y por otro, presentar argumentos doctrinales que refutaran las enseñanzas tanto del judaísmo como del islam.

La obra titulada “La Disputa del Obispo de Jaén contra los Judíos” fue concebida como un diálogo en el que el autor argumenta la verdad del cristianismo frente a la tradición judía, probablemente inspirado por las disputas teológicas que circulaban en la Europa medieval, donde el debate religioso era una herramienta tanto intelectual como política. Mientras que “La Impugnación de la Escuela de Mahoma” estaba dirigida contra el islam, con un enfoque claramente polémico, como reflejo de la tensión entre religiones que existía en la península Ibérica durante la Edad Media. Esta obra buscaba desmontar los fundamentos de la fe islámica desde la perspectiva cristiana, con una intención evangelizadora e incluso estratégica en el contexto de las órdenes mercedarias, cuya misión incluía la redención de cautivos.

Es el patrono de los estudiantes de
la Orden de la Merced

Ambos textos muestran el compromiso intelectual de Pedro Pascual en medio de la adversidad, así como el uso de la palabra escrita como forma de resistencia y de misión. Si bien hoy día son documentos que deben leerse dentro de su contexto histórico —marcado por la confrontación religiosa—, son también testimonio de una época donde la fe, la política y la cultura se entrelazaban de forma inseparable.

Durante su reclusión, Pedro Pascual no se limitó a consolar y fortalecer. Este hecho fue decisivo. Mohammed II, al conocer estas conversiones y profundamente irritado por la creciente influencia del obispo mercedario incluso entre los suyos, decidió poner fin a su actividad. Pedro Pascual fue encarcelado, esta vez bajo condiciones más severas, y finalmente condenado a muerte el 6 de diciembre del año 1300.

Los restos de San Pedro Pascual descansan en el
altar mayor de la catedral de Baeza, tras decidirse
su lugar de enterramiento mediante un simbólico rito
en el que un burro, colocado sobre un cruce de
caminos con los restos del santo, se dirigió hacia
Baeza, donde permanece hasta hoy

Su culto fue confirmado por la Iglesia y está inscrito en el Martirologio Romano. Su legado, tanto espiritual como literario, sigue vivo, y estas obras escritas entre los muros de su cautiverio reflejan no solo la profundidad de su pensamiento, sino también su deseo de proteger la dignidad y fe de aquellos que, como él, sufrían en tierras ajenas.

Sus restos reposan hoy en el altar mayor de la 
catedral de Baeza, símbolo de 
su legado y devoción


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