Biografía de reyes: Mohammed II (1273-1302)


Predecesor: Mohammed I
Sucesor: Mohammed III

Mohammed II fue el hijo y sucesor de Al-Ahmar primer rey nazarí de Granada. Apodado como "el jurisconsulto" o al-Faqih (el Faquí), Mohammed era un estudioso de la ciencia (su biblioteca estaba compuesta por parte de los libros que pertenecieron al califa cordobés al-Hakem II), protector de intelectuales, filósofos, poetas, astrónomos y médicos, por lo que se le conocerá como "el alfaquí". Ibn al-Sarray será su médico privado, aunque también acogerá en su corte a médicos procedentes de otras regiones de la Península, como Murcia, atraídos por la seguridad que proporcionaba su buen gobierno, como al astrónomo murciano Ibn al Ragán, sabio conocedor de los relojes solares.

Mohammed II tuvo dos esposas, Nuzha y Sams al-Duha. Nuzha era prima materna del soberano, hija de un hermano de Aixa, su madre. Con este matrimonio se fomentaba la alianza primordial del matrimonio árabe. El abuelo de Nuzha, Sa'id b. Abd Allah b. Sa'id b. Ali b. Ahmad al-Salmani, se convirtió en el maestro de los hijos del rey, sus biznietos.

Sams al-Duha, era de origen cristiano, una concubina. El matrimonio con concubinas cristianas fue habitual entre la aristocracia nazarí. Este enlace tendría lugar bastante tiempo después de su primer enlace.

De su primer enlace nacerían Mohammed (quien reinaría como Mohammed III) y Fátima y del segundo Nasr (usurpador de la corona bajo el nombre de Nasr I), Faray, Mu'mina, Sams  y Aixa. Todas sus hijas fueron desposadas con parientes suyos.

Sería proclamado rey de Granada el 25 de febrero de 1273 y a él se debió la ampliación de las relaciones diplomáticas gracias a la experiencia política que había ganado junto a su progenitor y a su cultura. Siguiendo la política de balanceo iniciada por su padre y como éste le había aconsejado antes de morir, marcharía personalmente a solicitar auxilios para combatir a los cristianos ante el sultán meriní en África, ofreciéndole las plazas de Tarifa y Algeciras para que sirvieran de cabeza de puente a las expediciones africanas. También se dedicó a la consolidación de las principales instituciones nazaríes: visirato, cancillería, judicatura, ejército, etc. 

En el ámbito internacional, heredará también de su padre una conflictiva situación que deberá afrontar. Sus primeros actos de gobierno se enderezaron a sofocar la rebelión de los gobernadores y para dominarlos solicitó y obtuvo la ayuda de Castilla, de acuerdo al pacto de vasallaje convenido por su padre y antecesor. Tropas granadinas coaligadas con los castellanos derrotaron a los rebeldes en las inmediaciones de Antequera. Su gobierno se caracterizaría no obstante por un sinfín de guerras que terminarán por consolidar las fronteras del reino nazarí a la vez que apacigua revueltas internas instigadas por sus valíes y arraeces (los Asqilula).

Vista del castillo de Tarifa, asediado
por cristianos y musulmanes

Guarda buenas relaciones con los castellanos, pero desconfía de ellos, por lo que busca el apoyo  de los benimerines quienes desembarcarán en Tarifa el 12 de abril de 1275 al mando de Yacub Abu Yusuf y en batalla librada cerca de Tarifa derrotan a don Nuño de Lara, general de la frontera que había salido a su encuentro, matándolo y enviando su cabeza al monarca granadino como presente. Mientras tanto, las tropas andaluzas vencen en Martos al infante de Castilla don Sancho, y al arzobispo de Toledo (Tulaytula) quien será también degollado. Sin embargo estos mercenarios norteafricanos traerán numerosos conflictos y problemas a los monarcas nazaríes, especialmente con los Asqilula, arraeces de Guadix y Málaga, celosos de las preeminencias otorgadas a los benimerines.

Guzmán el Bueno nació en León
el 24 de enero de 1256, en el lugar que
hoy ocupa la Audiencia Provincial de
la ciudad; tras las incursiones norteafricanas
en la Baja Andalucía de 1275, medió
con éxito en la tregua establecida entre
el sultán meriní Yusuf y Alfonso X el Sabio
en 1276, lo que le traería reconocimiento, 
títulos y muchas riquezas

Si la rebeldía de algunos gobernantes perturbaba la política granadina, ésta no era más tranquila en Castilla. El príncipe Sancho se sublevaría contra su padre Alfonso X, quien para dominar la revuelta, que favorecía Mohammed II, pidió ayuda a los meriníes, cuyo sultán vino a España una y otra vez.

En este tablero todos juegan con dos caras, tejiendo y rompiendo alianzas: Mohammed confirma a los Asqilula como valíes de Guadix y Málaga a la vez que entrega a los castellanos los puertos, sólo los puertos, de Málaga, Algeciras y Tarifa, al tiempo que pone a su servicio al merení Utman, jefe de de las milicias africanas. Del mismo modo, los benimerines pactan con Castilla cuando lo ven conveniente y el rey de Granada hace lo propio con el rey de Aragón Pedro III.

Fragmento de forro del ataúd de
Alfonso de la Cerda, nieto de Alfonso X
“el Sabio” y heredero del trono de 
Castilla (usurpado por su tío Sancho IV)
quien se alió con Mohammed II
para defender su legitimidad a la
corona castellana


A finales del siglo XIII da comienzo la batalla por el Estrecho de Gibraltar cuyo episodio más destacado es la defensa de Tarifa por Guzmán "el Bueno". Es una etapa de confusión donde granadinos, benimerines y castellanos se enfrentan a sus propios reyes (por ejemplo el infante don Sancho, hijo de Alfonso X "el Sabio" se aliará con el rey nazarí.

Fallecido Alfonso X y entronizado su hijo Sancho, la segunda expedición meriní careció de eficacia y Sancho, mucho más belicoso que su padre, le obligó a replegarse a Algeciras y reembarcar para África después de haber intentado vanamente o haber parecido que intentaba reconciliar al rey de Granada con los Asqilula, quien terminó por ceder la plaza de Málaga que estaba bajo su gobierno. Hechos que finalmente acrecentaron la influencia meriní en la Península Ibérica quienes desde entonces mantuvieron en el reino de Granada un ejército propio, con mando autónomo, independiente del rey de Granada, mando que ejercía con el título de “jeque de algaras”, un pariente del monarca africano.

Yaqub, que había sucedido a Yusuf en el trono meriní realizó una desafortunada expedición que traería la pérdida de Tarifa en manos castellanas tras el sitio de la plaza durante el cual, don Alonso Pérez de Guzmán recibió el calificativo de “el Bueno” como gobernador y defensor de la ciudad.

Al final de su reinado, Mohammed II derrotará al infante don Enrique en Arjona y al Maestre de Alcántara, conquista Quesada, Bedmar y Alcaudete, ensanchando la frontera de los nazaríes y llevando a la devastación de los territorios castellanos de Jaén. Sancho IV fallecería y los meriníes devolverían Algeciras a los granadinos.

Finalmente Mohammed II murió en su lecho el 8 de abril de 1302, algo poco frecuente entre los monarcas nazaríes, y enterrado en la Rawda Real de la Alhambra. Fue muy llorado por su pueblo pues había sido muy amado. Su hija Fátima sería el gérmen de una segunda ramificación de la dinastía al acceder al trono su hijo Ismail, nieto de Mohammed II, tras el convulso período que sucedió a su reinado con sus hijos Mohammed III y Nars.

La losa de su enterramiento fue hallada en 1574, posiblemente con motivo de alguna obra relacionada con el Palacio de Carlos V y retallada con el escudo de España y colocada sobre la puerta de los jardines de los Adarves. Se dice que estuvo policromada con letras en dorado sobre fondo azul y esta es su traducción en verso por Lafuente Alcántara y en prosa:

 La conocida como losa de Muhammad II,
en el Museo de La Alhambra, fue detallada en
el reverso con el escudo de España y
colocada sobre la puerta de los
jardines de los Adarves

La inscripción en verso:
"Este es el lugar de descanso de la excelsitud, de la mansedumbre, de la benevolencia. Sepulcro del príncipe valeroso, puro, sabio. / A Dios pertenece lo que este depósito encierra de nobleza colmada y de sublimes atributos de inteligencia. / Bravura y generosidad es lo que contienen estos límites; pero no es la bravura de la fiereza, ni la munificencia de la debilidad. / Es una mansión de generosidad y complacencia, en que habita la gloria de los reyes, el benévolo por esencia y carácter. / Su condición en cada día de liberalidad era cual la de la lluvia para el árido campo; en cada día de combate, como la del león enardecido. / Sus hazañas mantuvieron valerosamente su gloria; todos los pueblos reconocen la verdad de este aserto. / Pues no caminó jamás entre el tumulto de su numeroso ejército, sin que fuesen para él estrechas las árabes e infieles comarcas. / Y jamás se le acercaron por la mañana sus enemigos con furioso ímpetu, sin que depusiesen su enojo, y se apartasen sonriendo placenteramente. / Ni jamás envió contra ellos su bien ordenada caballería, sin que apagase su sed en pozos de sangre. / Ni jamás al administrar justicia dictó sentencia, que sus súbditos mal contentos dejasen de cumplir. / ¿Quién ignoraba los dones con que fue favorecido y sus hechos en de-tensa de la sagrada religión? / Ahí están las huellas de sus generosas acciones, más claras y resplandecientes que el fuego en la cima de una montaña. / Sobre el sepulcro que le guarda, jamás dejen de derramar las nubes de la clemencia (divina) su tranquila y benéfica lluvia. / La bendición de Dios sea sobre nuestro señor y dueño
Mohamad (Mahoma) y sobre su familia y compañeros. Salud y paz."
En el grueso de la lápida repítese varias veces la leyenda: «Sólo Dios es vencedor.»

LAFUENTE ALCÁNTARA

El epitafio en prosa:

«Con el nombre de Dios, piadoso y misericordioso. Éste es el sepulcro del rey virtuoso, valeroso y justo, el más alto de los temerosos de Dios, único, religioso, sabio, escogido, el muy amigo de Dios, altísimo, en público, y en secreto, el que siempre pensaba en sus grandezas, y le glorificaba por su lengua, el que atendia y se ocupaba de ordinario en la salud, y gobierno de sus vasallos, y en administrar verdad, y justicia, el dechado de la religión de gracia, el que procuraba el bien de las gentes y miraba por ellos con piedad y buen celo, para darles toda libertad, sosiego y descanso, con celo de su buena intención, bondad y lealtad de sus obras y luz de su espíritu, el que siempre se ocupaba en hacer cosas, mediante las cuales entendía hallar luz manifiesta concomitante el día del juicio. El rey de esclarecidos hechos, y santas y altas obras, el victorioso en la conquista de los descreídos, con esfuerzo, ánimo, limpia intención, el que administraba el peso de la justicia y continuaba la manera y uso de la clemencia, el defensor de las gentes y ensalzador de la ley del escogido profeta, el dechado del valor de sus predecesores, los socorredores victoriosos adelantados de santa intención, el que presumió y juró de hacer en servicio de Dios, y en demostración ejemplar de sus antepasados, santas obras, y altas hazañas en la conquista de sus enemigos, y salud y conservación de sus tierras, y de sus vasallos, el gobernador de los moros, y dechado de los creyentes, y abatidor de los descreídos, Abi Abdileh, hijo del adelantado belicoso guerrero en servicio de Dios, y victorioso mediante su
gracia, Mahamete Abuseyed Ibni Nacer, gobernador de los hijos de salvación, y ensalzador de la ley. Alumbre dios su sepulcro y déle todo descanso mediante su gracia y misericordia.
Nació, Dios le dé su gloria, en veintitrés días de la Luna de Maharam, año seiscientos y treinta y tres, fue alzado por rey la primera vez, en la entrada de la Luna de Xahaban, año de seiscientos y cincuenta y cinco, y confirmaron su alzada los moros a seis días de la Luna de Xahaban año de seiscientos y setenta y uno. Falleció, glorifique Dios su espíritu, acabando la oración de la ocultación del Sol última, la noche del Domingo, ocho días de la Luna de Xahaban el acatado año de setecientos y uno, subióle Dios a la más alta mansión de los bienaventurados, y colocóle con los principales que siguieron la verdad, a quien prometió descanso y bienaventuranza.»

Losa sepulcral en mármol blanco del rey
nazarí Mohammed II (alt. 98,5 cm anch. 52 cm)
datada en el año 1301 (710 de la Hégira) y
procedente de la Rauda de la Alhambra
(conservada en el Museo de la Alhambra)

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