Los cautivos
A un lado y otro de la frontera, los cautivos se clasificaban en dos categorías: los que podían ser rescatados o intercambiados y el resto, que podían serlo de por vida si nadie de su familia les reclamaba o si ninguna orden religiosa pujaba por su libertad, representadas por el alfaqueque que era quien negociaba su liberación.
Había ordenes religiosas cristianas que se ocupaban de estos asuntos, a las que se conocía como redentoristas; algún ejemplo son la Santa Trinidad, los mercedarios o los monjes de Guadalupe. Otro medio de liberación era a través de la conversión a la fe de sus captores. Por ejemplo, si un cristiano renegaba de su fe y se convertía al Islam se le denominaba "elche" o renegado.
Los rescates o canjes podían producirse durante las sucesivas treguas, o bien con el pago del dinero recaudado por sus familias o gracias a las limosnas de gentes piadosas que al morir disponían en su testamento "para la redención de cautivos". El rescate variaba según el origen del cautivo, por ejemplo en 1412 se pagaron 19.000 doblas (equivalente a algo más de 3 millones de euros actuales) por los nobles Fernán Ruiz de Narváez y Diego González, señor de La Guardia, 200 doblas (unos 342.400 euros) y un paño de buriel por Juan de Teruel, 800 ovejas por Gonzalo de Córdoba... es decir, todas las posibilidades contaban para conseguir una liberación. Incluso Enrique IV de Castilla y León ordenó que cualquier musulmán granadino fuera reclamado desde su reino para ser intercambiado por un cristiano cautivo, tanto si este era noble o plebeyo, debía ser entregado; así fue el caso de un granadino llamado Mohammed Alcastalid, propiedad de dos vecinos de Cádiz que tuvieron que entregar para la liberación del hijo de un vecino del Puerto de Santa María. La Fuente de Pulpí, en el camino de penetración en ambos reinos servía de punto de encuentro, intercambio y negociación.
Otros optaban por tratar de escapar, bien deshaciéndose de los hierros que les oprimían, aprovechando algún descuido o asesinando a sus amos.
El campo del Ahabul, un pequeño altozano al sur de la Colina de la Alhambra y de la que estaba separada por el barranco de la Sabika, era el lugar donde los prisioneros cristianos se encontraban recluidos, en el corral de los cautivos. Alhamar, primer rey nazarí, había cavado este cerro construyendo unos silos que tenían forma de embudo invertido, con una boca en su superficie de unos dos metros y medio y que fueron utilizados durante mucho tiempo como alholíes para almacenar cereales, pero posteriormente cambiaron su uso para utilizarlos como matmurras o mazmorras para encerrar a los cautivos cristianos, construyendo muretes de ladrillos adosados a la lastra, revestidos de yeso y blanqueados, formando diferentes dependencias para alojar a los prisioneros. Éstos eran descendidos a seis metros de profundidadmediante gruesas sogas durante la noche y ascendidos del mismo modo por la mañana para realizar trabajos forzados, agrícolas o de construcción, de sol a sol y sin día de descanso.
En la imagen un plano y alzado de una mazmorra descubierta en la plaza de Armas de la Alcazaba de La Alhambra en 1910 por Torres Balbás |
Hediondas, inmundas, con poca luz y escasa ventilación, en ellas descansaban los prisioneros, ochenta o noventa por cada zonote. Un olor penetrante, mezcla de tierra húmeda y excrementos dominaba estas estancias. Las duras condiciones de trabajo, el alojamiento viciado y la alimentación escasa causaban un aspecto famélico en los prisioneros, aherrojados con cepos y grilletes en los pies y cadenas en la garganta, mostrando un aspecto lamentable. No es de extrañar que las enfermedades camparan a sus anchas bajo estas condiciones.
Nuestra Señora de las Mercedes de Puebla de Soto |
En 1218 San Pedro Nolasco fundó La Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced de Redención de los Cautivos, conocida como mercedarios, cuya misión consistía en la misericordia con los cristianos privados de libertad. Esta congregación ademas de con los votos de pobreza, castidad, obediencia con el de: "estar dispuestos a entregarse como rehenes y dar la vida, si fuese necesario, por el cautivo en peligro de perder su fe". De este hecho deriva la iconografía de la Virgen de las Mercedes, en la que podemos ver cómo bajo su manto blanco -tonalidad propia de la orden-, acoge a los diferentes estamentos de la sociedad medieval. Se trata de una escultura tallada en madera policromada, de procedencia catalana, de estilo gótico-renacentista que pudo formar parte de un retablo. Cuenta la leyenda que cuando los vecinos de la pedanía murciana de La Raya pretendieron llevársela para convertirla en su patrona, en el puente de los Remolinos una tempestad impidió que llegase a su destino. Fue la patrona de Puebla de Soto hasta el siglo XVIII.
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