La vega granadina



Montevive es una colina de algo menos de mil metros
que ha sido excavada desde tiempos muy antiguos

"Granada, capital del país de al-Andalus, novia de sus ciudades. Sus alrededores no tienen igual entre las comarcas de la tierra toda, abarcando una extensión de cuarenta millas, cruzada por el famoso río Genil y por otros muchos cauces más. Huertos, jardines, pastos, quintas y viñas abrazan a la ciudad por todas partes", así se refería el viajero marroquí del siglo XIV, Ibn Battuta, a la extensa vega que rodeaba la capital del reino nazarí de Granada. La vega de Granada tuvo una vida brillante con la dominación nazarí como lo atestiguan las abundantes las alusiones en los textos de la época a la Vega como un vergel de huertas y jardines.

La vega de Granada desde el aire


La explotación agraria de la vega del río Genil (Sinyil para los hispanomusulmanes), se remonta a tiempos íberos prelatinos, aunque su auge parte con la llegada del islam al territorio. La llegada de los musulmanes supuso la revitalización de las infraestructuras hidráulicas antiguas así como la creación de muchas nuevas, sin necesitar elementos monumentales como hacían los romanos para su ejecución. Desde los orígenes del reino nazarí, la vega mantuvo su intensa explotación agraria, con más de un centenar de alquerías, protegidas por torres defensivas o hisn (plural husun), como la Torre Romilla.

J. Münzer en 1494 hablaba de los huertos primorosamente
cultivados en la vega granadina, sobre la base de un sistema
de regadío ejemplar y aprovechamiento de agua por
medio de ingenios hidráulicos y acequias

Las alquerías eran núcleos de población (hoy serían aldeas), basados en la explotación de pequeñas parcelas de tierra, unas en propiedad privada y otras en régimen de arrendamiento (por ejemplo: el propietario aportaba las semillas, útiles de labranza y animales y el aparcero, su trabajo lo que le reportaba una quinta parte de la cosecha), mientras que el agua y los pastos estaban sujetos a obligaciones comunes de autogobierno para imponer y regular las normas de uso. El día de la festividad de Ansara o del Miharayán (la noche de San Juan de los cristiano) se iniciaba la reglamentación gubernativa que regulaba los turnos de irrigación y regado de los campos y el uso de las acequias que fertilizaban la vega granadina.

Un cortijo en la vega de Granada


Se conserva el sistema de riego de la Acequia de Arabuleila, de origen andalusí, no obstante sus ordenanzas fueron probadas por orden ministerial el 30 de diciembre de 1954 y actualizadas a la nueva Ley de Aguas por resolución de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en marzo de 1996. De la Acequia Gorda por el Partidor del Quinto de los Infantes que conduce hasta la pesa de Arabuleila, tiene derecho a la dotación de un quinto del caudal de la Acequia Gorda. También recibía aguas de la Acequia de los catalanes, tras dar movimiento al molino de San Antón. Tiene derecho del caudal de 696 litros por segundo procedente de los quintos de todo el caudal que discurre por el río Genil. Igualmente se conserva el sistema de riego de la Acequia de Tarramonta, también de origen islámico y con una extensión de 1.200 metros cuadrados de recorrido, con inicio en el Partidor del Quinto que se encontraba en el desaparecido molino del Alvarillo, del que toma igualmente una quinta parte del caudal de la Acequia Gorda del Genil, hasta llegar a Santa Fé.

En el Parque de las Ciencias de la ciudad se muestra
el suelo de la parte baja de la Vega de Granada,
denominado fluvisoles, generado por la acumulación
de sedimentos depositados por el río durante los períodos
 de crecida e inundación, muy apropiados para labores
agrícolas por su fertilidad; la zona más profunda del
 suelo tiene influencia de la capa freática



Esta llanura bastante fértil, ceñida por cerros de poca elevación e integrada por tierras de aluvión del río Genil. En ella se elevaban una treintena de pequeñas poblaciones, más de doscientas alquerías y abundantes caseríos dispersos, en las que sus habitantes y bastantes de los reisdentes en la ciudad se esforzaban en hacer cultivables las tierras de la comarca. Dos mil doscientos vecinos, unas diez mil personas, explotaban la tierra de forma intensa y en pequeñas propiedades familiares del tamaño de algunos marjales.

La Vega de Granada se abría hasta el Montevive de Alhendín, moteada de molinos, de cortijos, de almunias, de alquerías; un total de más de trescientas, de las que unas cincuenta contaban con su propia mezquita. En la parte noroeste, la más productiva y rica, se encontraban las grandes fincas pertenecientes a la corona y otros miembros de la aristocracia nazarí. De hecho Alhendín fue una de las muchas propiedades que los reyes nazaríes tenían en la Vega, formado con miembros de una tribu árabe yemení procedentes de la ciudad oriental de Hamdam.

Las abundantes aguas que riegan la ciudad de Granada permitieron a los
hispanomusulmanes introducir cultivos de regadío, multiplicar las cosechas
y ampliar los espacios de riego formando la conocida Vega granadina

Gracias a la fertilidad de la tierra y a los conocimientos y el trabajo de los campesinos musulmanes, en la vega florecían una amplia diversidad de árboles frutales como higueras, almeces, cerezos, cidros, naranjos, higueras, perales, manzanos, toronjos, servales, almendros, granados, así como el cultivo de cereales de todo tipo, se criaban moreras y lino para surtir a la floreciente industria textil, etc. Según relataba al-Himyari, a comienzos del siglo XIV no faltaban las plantaciones de plátanos y de caña de azúcar en la vega -provenientes del Lejano Oriente-, con el mismo desarrollo que en las zonas costeras.

Los paisajes agrícolas se enriquecieron considerablemente con la introducción y aclimatación de nuevas especies procedentes de diversas zonas del mundo islámico y la mejora y la mejora y diversificación de las ya existentes. Entre las primeras presentan un especial interés: los cítricos (naranjo amargo, limonero, lima, azamboa o variedad de pomelo); algunas especies destinadas a usos industriales (morera, caña de azúcar, algodón, alheña), horto-frutícolas (berenjenas, alcachofas, melón, sandía) y otras, como el arroz, el pistacho o la palmera datilera. En las segundas se amplían las variedades de cereales (trigo y mijo, especialmente) y frutales (manzanas, higos, peras, melocotones, membrillos, ciruelos). Especial atención se dedica a determinadas especies arbóreas (azufaifos) que hoy pueden considerarse poco habituales pero “tradicionales”, en el paisaje y cultura granadinos.

La utilización del agua del río Genil (Xennil) y la de sus afluentes (el río Dílar, Monachil, Cubillas y Cacín), así como una apropiada distribución de acequias, como las de Aynadamar, Arabuleila, Tarramonta o del Morqui, y la de adecuada repartición de albercas para recoger el agua sobrante en los años lluviosos para conseguir unas tierras de regadío capaces de satisfacer la necesidades alimenticias en la capital nazarí. De esta manera se compensaba la alternancia de períodos secos y malos con los lluviosos y buenos. El aprovechamiento al máximo de los regadíos producía la falsa idea de una prodigalidad natural, cuando en realidad era obra del hombre que necesitaba aplicar su ingenio y trabajo para obtener el fruto de la tierra. Huertas y jardines se extendían por los alrededores de la ciudad para proveer a los granadinos de cereales, frutas y leguminosas.

Las huertas y los diferentes espacios de cultivo contaban con turnos de riego asociados a las  cinco llamadas  a la oración,  que realizaba el almuédano desde el alminar de la mezquita. Iban desde las primeras luces del amanecer hasta noche cerrada unas dos horas después del ocaso.

El marjal era la medida agraria (que proviene del árabe al-marah y que significa gran extensión), equivaliendo a 528, 42 metros cuadrados, o a cien estadales granadinos o a cinco áreas. Sus orígenes se remontan al período de la dinastía nazarí, perdurando su utilización en todo tipo de transacciones agrarias en la vega de Granada, Motril y Guadix. Como dato curioso, un marjal es lo que mide exactamente la superficie del Patio de los Leones.

Los inviernos, que eran fríos y prolongados, se aprovechaba para plantar trigo y cebada y en los lugares aún más fríos, centeno, granos que eran recogidos al final de la primavera, corta y templada, pero con frecuentes heladas nocturnas. Era en otoño cuando podían ser recolectados y cuando también se iniciaban los dátiles, membrillos, azofaifas y las granadas para dar paso a las naranjas. Después de la siembra del cereal, se cultivaban leguminosas, como alubias, lentejas, altramuces y habas, pues se había demostrado que la alternancia enriquecía las tierras y permitía obtener mejores cosechas.

Con la llegada del verano, coincidiendo por las labores del panizo y la alcandía, aquel paraíso que era la vega granadina era profanado por las hordas de rumis o cristianos que irrumpían en nuestros territorios talando árboles y quemando los campos, matando campesinos y raptando a niños. las atalayas se poblaban de vigías que oteaban el horizonte para alertar a la población del ataque cristiano. Gran parte de los granadinos preferían pasar la estación bajo el refugio del recinto amurallado de la medina porque ante el ataque, las gentes del campo se sentían indefensas y se veían obligadas a abandonar sus tierras de labor para buscar refugio en las fortalezas más próximas.

Durante los siglos XIV y XV, aumentaron las irrupciones de las tropas cristianas en la vega granadina, con dispar suerte para los atacantes como para los nazaríes. En 1319 las fuerzas granadinas de Ismail I rechazaron un ataque cristiano en el conocido como "Desastre de la Vega", en 1431, el condestable Álvaro de Luna conseguía una importante victoria para los castellanos, en la célebre batalla de la Higueruela.

Finalmente, el acoso de los vecinos cristianos rompió la estabilidad de la comarca y tras la caída de Moclín en 1486, cae Colomera junto a otros municipios cuyos habitantes se repliegan hacia la capital, Granada. La vega sufre la repetida tala masiva de sus árboles, y al carecer de poblaciones importantes para la defensa, los castellanos arrasan las torres defensivas (husun) y las alquerías que encuentran a su paso.

Recreación una alquería nazarí de la Vega vigilada por una torre

En 1491, las tropas cristianas al mando del rey Fernando el Católico penetran en la Vega, estableciendo su campamento cerca del río Genil (Sinyil) y comienzan la construcción de la ciudad fortificada de Santa Fe con la intención de que los nazaríes sean conscientes de que no piensan abandonar las tierras conquistadas. El poder musulmán se reduce prácticamente a la capital del reino.

En otoño de 1491, los enviados del rey Boabdil negocian en Santa Fe la rendición del reino de Granada, cuyas capitulaciones permitirán a los hispanomusulmanes permanecer en la alquerías de la Vega, pero los constantes abusos cometidos contra ellos provocarán la emigración y finalmente su expulsión definitiva tras la sublevaciones moriscas, intensificando la repoblación cristiana a finales del siglo XVI que conllevó importantes cambios en la explotación agraria que entraba en conflicto con los sistemas tradicionales, ampliándose los secanos destinados al cultivo de cereales y vid. Los regadíos familiares nazaríes se transformaron en su mayoría en grandes latifundios destinados al monocultivo de la morera. El Soto de Roma, antigua propiedad de la familia real nazarí en el centro de la vega se destinó como reserva maderera. Todavía hoy, la vega es una parte importante de la economía y del paisaje de Granada.

Comentarios

  1. Magnífico artículo. Si bien, yo sugeriría una segunda parte que hable de la Vega cristiana. Tras la conquista, se siguió explotando el moral para fabricar seda, fundamentalmente por moriscos. Luego, a principios del XVIII llegó el cáñamo para tejer velas de barco; en el XIX irrumpió la remolacha azucarera y en el XX el tabaco. Todos esos cultivos han impulsado (y hundido a dejar de ser rentables por sobre explotación) la economía granadina. Saludos.

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    1. Muchas gracias Jesús. Efectivamente, la vida de la Vega de Granada aún no ha terminado y tiene una historia muy interesante, además de ser un paisaje precioso. Tenemos suerte por contar con un entorno tan privilegiado cerca de la ciudad. Un saludo

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