Biografías: Íñigo López de Mendoza y de la Vega, I marqués de Santillana


En las capillas del crucero de
la iglesia de San Ginés (Guadalajara)
se conservan los sepulcros de los
primeros condes de Tendilla,
Iñigo López de Mendoza y 
Elvira de Quiñones (siglo XV),
traídos aquí en el siglo XIX,
desde el desaparecido monasterio
jerónimo de Santa Ana, en Tendilla

Proveniente de una familia noble muy inclinada a las letras (su padre fue el también poeta y almirante de Castilla Diego Hurtado de Mendoza, y su madre la riquísima señora de la Casa de la Vega, Leonor Lasso de la Vega), nació el 19 de agosto de 1398 en Carrión de los Condes, fue un personaje clave en la sociedad y literatura castellana del reinado de Juan II de Castilla. Estuvo también emparentado con grandes figuras literarias de su tiempo, como el canciller Pedro López de Ayala, Fernán Pérez de Guzmán o Gómez Manrique de quien era tío, o ya en el siglo XVI, con Garcilaso de la Vega.

Su padre falleció cuando él contaba cinco años, por lo que su madre tuvo que actual con habilidad para conserva su herencia paterna, los señoríos de Hita y de Buitrago del Lozoya por ejemplo, pasando parte de su infancia en casa de su abuela, Mencía de Cisneros. Posteriormente se formó con su tío, el arcediano Gutierre, que más tarde sería arzobispo de Toledo. En Salamanca, en 1412, cuando contaba con trece o catorce años se unió en matrimonio con Catalina Suárez de Figueroa (hija del maestre de Orden de Santiago, Lorenzo I Suárez de Figueroa), lo que le convirtió en uno de los nobles más poderosos de su tiempo, y con quien tendría diez hijos.

Al poco tiempo, junto al séquito de Fernando I de Aragón, marchó a tierras aragonesas para convertirse en copero del nuevo rey Alfonso V y adquirir conocimientos de literatura en la corte aragonesa, accediendo a los clásicos de humanismo como Virgilio o Dante.

Regresaría a Castilla al tiempo de la jura del rey Juan II de Castilla y participó en las luchas de poder entre Enrique de Aragón y Álvaro de Luna, en el bando del primero. A partir de 1422 trata de inmiscuirse lo menos posible en los asuntos de Estado y mantener a lo largo de su vida la fidelidad al rey Juan II, lo que le llevó a crearse numerosos enemigos.

En 1437 es enviado a Córdoba y a Jaén donde arrebataría Huelma y Bexia a los nazaríes, como lo describe Gonzalo Fernández de Oviedo en su obra "Batallas y quincuagenas":

"Diré en suma cómo se ovo como prudente capitán este señor; porque haviendo tomando aquella villa [Huelma] por combate, retraydos los moros a la fortaleza, Íñigo López combatió aquel castillo. Y ya que se le querían dar los moros, estando en aquesta plática, dixéronle que el rey de Granada venía con todo su poder a socorrer aquella villa. Íñigo López quiso cavalgar y salir al campo, y los cavalleros que con él estavan se lo contradecían y aconsejavan otra cosa, y él les dixo que no le parecía cosa hacedera a cavallero curar del trato estando en el campo los enemigos. Y así determinado y queriendo salir, supo que no era verdad la venida del rey de Granada y la fortaleza se dio."

En 1445, Juan II le concedería el título de marqués de Santillana por sus servicios a la corona y el condado del Real de Manzanares. Bajo el reinado de Enrique IV vuelve a participar en una campaña contra el reino nazarí de Granada, en el año 1455, el mismo año en que fallece su esposa. Decide entonces recluirse en su palacio de Guadalajara, estudiando su nutrida biblioteca, mantenida por su secretario Diego de Burgos, y que pasaría despues a ser la famosa biblioteca de Osuna.

El 25 de marzo fallecería en su palacio caraceño. Según sus contemporáneos, su carácter era el de un estoico imperturbable al cual «ni las grandes cosas le alteran ni en las pequeñas le placía entender" (Hernando del Pulgar), algo que confirma Juan de Mena cuando le escribió: "Sois al que a todo pesar y placer / facedes un gesto alegre y seguro".

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