El techo del Salón de Comares
Las armaduras de lazo tienen en la Alhambra un ejemplo especialmente interesante con el cierre del Salón de Comares. La madera en este tipo de armaduras se organiza de acuerdo con criterios establecidos que suponen la existencia de relaciones matemáticas muy complejas. Sin embargo, a nivel constructivo, los problemas derivados de la composición que se quiere conseguir se resuelven mediante patrones de corte apoyados en plantillas que demandan una gran habilidad de los artesanos y una dirección minuciosa del trabajo.
La armadura del techo de Comares queda oculta por la decoración de las distintas figuras geométricas que la recubren |
Las techumbres de madera de base cuadrangular, como es la del Salón de Comares, pueden incluirse en el género de cubierta llamada “de par y nudillo”, y, atendiendo a su decoración es ataujerada pues la armadura queda totalmente recubierta por la decoración, en este caso por figuras geométricas de distinta traza y lazos de dibujos diferentes, cuyos elementos se forman con listones o piezas pequeñas, las cuales, una vez talladas y ensambladas, se sujetan a la base de la estrella con clavos, resaltando sobre la cinta los miembros que la componen. El techo de Comares, que produce la impresión de recubrir una bóveda esquifada, está formado, en cada uno de sus cuadrantes, por tres paños escalonados de distinta inclinación y cerrados en su parte central superior por otra horizontal llamado almizate o harneruelo en la carpintería mudéjar.
Después de lijar cada pieza o zafate (piezas poligonales) los artesanos pintaban su superficie antes de colocarlas en la armadura |
Nombres empleados en la carpintería mudéjar y significación |
Durante los trabajos de saneamiento y limpieza realizados en el techo del Salón de Comares el verano de 1959 con el objetivo de prevenir los efectos de la humedad, ocurrió un hallazgo tan casual como sorprendente: una de las dieciséis tablillas de madera o “zafates” que componen una de las estrellas más repetidas en la decoración del techo aparecía ligeramente desprendida y destacaba sobre las demás por lo acabado de su forma. Jesús Bermúdez Pareja (Granada, 20 de enero de 1908 - 13 de septiembre de 1986), director del Museo de La Alhambra, ordenó a los operarios que la desclavaran totalmente con el mayor cuidado posible, apareciendo en su envés una breve inscripción árabe con ciertas incorrecciones fácilmente explicables ya que son formas propias del habla popular utilizadas por los artesanos de la época. Por su relevancia, la pieza fue fotografiada e incorporada al Museo Arqueológico de la Alhambra, siendo sustituida por una cuidada copia, ya que indicaba la policromía original del techo, hoy casi totalmente desaparecida. Debió de tratarse de una nota del alarife, es decir, del arquitecto o maestro de obras, que habría servido de recordatorio a los decoradores de este suntuoso techo. Una vez ultimada la decoración del techo de Comares, el zafate epigrafiado se incluyó, a modo de testigo, como clave de una de las dieciséis medias estrellas que lo cierras por su parte inferior. Dicha estrella es la segunda de la zona oeste del Salón penetrando en el mismo por su única entrada original desde la Sala de la Barca.
Es muy posible que cada techo policromado tuviera su propia tablilla con la correspondiente nota del arquitecto o alarife mayor, que sirviera de recordatorio a los decoradores, pero no se han descubierto aún, simplemente porque la inscripción estará en su reverso, con el anverso pintado.
El Salón de Comares o de los Embajadores aparece cubierto por una gran bóveda, realizada principalmente en madera de cedro, y formada por tres paños que se superponen uno sobre otro en los cuatro lados, coronados por un cupulín de mocárabes. De los tres paños de madera que forman la cúpula, en el inferior estarían representados mediante estrellas las cielos 1º, 2º y 3º; en el del medio el 4º y 5º y en superior el 6º y 7º. Alrededor del cubo de mocárabes encontramos la última estrella representando el 8º cielo y el trono de Allah. Cada una de estas unidades tienen integrados 87 elementos o zafates. La madera generalmente empleada en el techo es de pino y de peralejo, más si la madera va tallada y con dibujos, entonces suele ser de árboles frutales, madera blanda y, por tanto, más fácil de trabajar, pero que luego se endurece. Antes de aplicarse el color, las piezas recibían una fina capa de yeso y, en ocasiones, más, si el pulimento de las mismas no era el adecuado, lo cual producía una ligera costra, aún conservada en la mayoría de los elementos de la estrella al desaparecer su policromía.
Es evidente que en la elección de los colores que integran la policromía de este techo habrán pesado muy variados factores, como el fondo de madera, las combinaciones de luz natural originadas por su orientación, la perspectiva del techo atendida su considerable altura (18,20 metros de altura hasta el cierre de la cúpula), etc; factores que determinarían la elección de otros colores o su diferente combinación, tratándose de techos a menor altura y con luz distinta, de zócalos vidriados o de otros tipos de ornamentación. Ha pesado su simbolismo, sobre todo, para la policromía del techo, basado en la sura 67 del Corán y que constituye el aliento vital de esta obra, incluso en los colores elegidos, conforme a la descripción medieval de los cielos islámicos con ocasión del Mi’rāŷ o ascensión de Mahoma al paraíso. Esa sura del corán, cuyo título es al-Mulk (“El Reino” o “El Señorío”), con sus treinta aleyas o versículos, nos dará la clave para conocer la idea que tuvo el arquitecto diseñador del gran Salón de Comares y su techo y penetrar en el simbolismo que en ambos se encierra.
En la banda sobre la que se apoya el techo se lee: "...el que creó siete cielos superpuestos; no verás en la creación del piadoso discordancia [alguna]" Corán. Sura LXIII. La sura entera está distribuida en un perfecto rectángulo sobre tablas de madera, tres largas y una corta (aproximadamente la cuarta parte de las largas) en cada lado; el principio, ahora completamente borrado, se encuentra en el lado norte, hasta el versículo seis y desde allí sigue la inscripción por el lado occidental. Está inscripción da la clave de la idea que tuvo el arquitecto al construir esta magnífica Sala del Trono, decididamente la más majestuosa de todas las salas del Palacio. El techo representa los siete cielos de la escatología islámica. Esta concepción geocéntrica imaginaba una tierra plana sobre la que se superponían estos siete cielos concéntricos, coronados poe el paraíso donde se hundían las raíces del Árbol de la Vida, sostenedor de astros y galaxias. Se funda en la leyenda del viaje del Profeta Mahoma al Cielo, montado en un caballo blanco y acompañado por el Arcángel San Gabriel. Allah Omnipotente, Creador de los cielos y de la tierra, es el único Poseedor del Poder.
Sorprende la sobriedad exterior de la Torre de Comares comparada con la riqueza decorativa que esconde su interior |
Se ha interpretado la cúpula por tanto como la representación de los siete cielos islámicos, como siete son las esferas celestiales de la filosofía pitagórica de los clásicos griegos, que de acuerdo con ellos, esas esferas producían música al desplazarse por el universo, una música que solo un espíritu superior podía captar en momentos de inmensa concentración. Como el sistema de Ptolomeo, incorporado por los astrónomos árabes y enriquecido en su aspecto ornamental con toda una serie de leyendas muy extendidas en la Edad Media a través de varias narraciones del Mi’rāŷ o ascensión de Mahoma al paraíso. Entre esas descripciones, una de las más típicas y sin duda más difundida en la Europa Medieval lleva por título "La Escala de Mahoma", en la que se describen minuciosamente las características de los cielos islámicos imaginarios en forma geométrica respecto a la superposición, distancias y organización de las siete esferas o cielos en orden ascendente (en realidad son ocho los llamados cielos islámicos, aunque generalmente se hable sólo de siete, considerando el octavo como algo aparte por estar destinado a Mahoma, pero algunos musulmanes piensan que existiría un noveno, donde se asienta el trono de Dios, de ahí que a veces aparezcan representados siete, ocho o nueve círculos concéntricos, como las nueve esferas de Ptolomeo o la rosa mística de Dante), sin adoptar las denominaciones de Ptolomeo (y también seguidas por Dante), sino distribuyéndolos sólo por la materia de que están hechos, generalmente metales y piedras preciosas, y que responden a los colores de los diversos elementos decorativos empleados en la policromía del Techo de comares: el primer cielo es de hierro, el segundo de bronce, el tercero es de plata, el cuarto de oro purísimo, el quinto de una perla más blanca que la nieve, el sexto de una esmeralda verdísima, el séptimo de rubí y el octavo es el trono de Dios donde "todo era de un solo potacio, maravilla de los ojos mortales". |
Parece indudable que la curvatura del techo y su distribución en tres paños debió de ser cuidadosamente estudiada con el fin de lograr que la luz del salón se reflejase en el nimbo luminoso formado por la composición de mocárabes, aumentando así la viveza de sus colores. Ese decreciente resplandor en los tres paños del techo está perfectamente de acuerdo con el simbolismo de los cielos islámicos allí representados, desde la figura clave, octavo cielo y asiento de Dios, hasta la serie inferior de las estrellas, símbolo del cielo primero o cielo del mundo, que, como tal, es el más oscuro y el de menor luminosidad.
La propia estructura de la cúpula en forma de pirámide es una estrategia arquitectónica que permite la refracción de la luz hacia el cupulín |
El techo curvo y de difícil factura de una estancia como la de Comares tiene un eficaz aliado en este sistema que emplea piezas pequeñas ensambladas con total precisión. El resultado final es de una gran armonía con esa cualidad añadida de enlace visual y conceptual con otros procesos decorativos de La Alhambra basados en el yeso o la cerámica.
El simbolismo político-religioso del techo de Comares, en el que precisamente se basa su estructura artística y decorativa, el árbol del paraíso islámico, con su típica forma invertida por hundir sus raíces junto al trono de Dios, era bien conocido en la literatura religiosa del Islam medieval. En la descripción que de estos siete cielos hace Ibn 'Abaas, el primero estaba hecho de esmeraldas, el segundo de margaritas, el tercero de jacintos rojos, el cuarto de blanca plata, el quinto de oro, el sexto de perlas y el séptimo de radiante luz.
A medida que se iba ascendiendo, estos materiales brillaban más y son de mayor calidad. Estos materiales en orden ascendente serían los siguientes: hierro, bronce, plata, oro puro, blanca perla, verde esmeralda y rubí, siendo el trono de Allah de topacio. Las estrellas de la bóveda probablemente estarían policromadas en función de los colores de estos materiales.
Mientras que los centros de las estrellas de los diferentes cielos estaban pintados en blanco nuez, reflejo imperfecto de la divinidad, el cupulín de mocárabes que representa el paraíso tenía el centro pintado de blanco puro. Actualmente esa estrella clave aparece pintada de rojo y se debe a la siguiente explicación: el tablón sobre el que está labrada dicha estrella, y que cierra completamente el techo, se partió en dos, tal vez en alguna de las ocasiones en que fue retirado de su lugar para descolgar por su hueco una lámpara eléctrica, necesaria en los trabajos de saneamiento y limpieza, y, con el evidente propósito de disimular la unión de ambas mitades y a la vez ocultar las puntas que las fijaban a una tabla incorporada en su reverso, se pintó de rojo dicha estrella, cuando es la única blanca del techo por representar el trono de Dios.
Las paredes del Salón de Comares, son por su parte, verdaderos tapices colgantes en los que las yeserías y la epigrafía rozan la perfección. Las inscripciones de caracteres cúficos, magrebíes y cursivos-andalusíes se refieren fundamentalmente a temas religiosos, junto a alabanzas al monarca Yusuf I, constructor de este espacio de La Alhambra, llamando la atención la constante repetición de la divisa dinástica nazarí: "Sólo Alá es vencedor". Puede decirse que el techo de Comares y los alicatados de su Salón representan sin duda la culminación de la geometría decorativa islámica en tiempos de Yusuf I, que sirvió luego de modelo en las obras emprendidas por Mohammed V, su hijo, y en posteriores realizaciones tanto en el Norte de África como en la España mudéjar.
Una inscripción apenas perceptible en el capitel de uno de los arcos de las alcobas, confirma con su texto el carácter público del Salón, rogando brevedad: "Di pocas palabras y saldrás con paz" |
También la función de esta singular estancia como Salón del Trono se halla señalada claramente en los seis versos esculpidos en la alcoba central frente al gran arco de entrada, en una banda o friso que corre a derecha e izquierda de la misma, con tres versos en cada parte. Dichos versos, hasta ahora anónimos y no de gran calidad, están puestos en boca de esa alcoba, que elogia la suntuosidad de la gran cúpula del Salón, a la vez que ensalza su propia singularidad entre las ocho alcobas restantes, por cuanto en ella se situaba el trono del Emir, cuya gloria se mantendrá por la acción de la Luz (Corán, XXXIV, 35: “Dios es la luz de los cielos y la tierra”), el Asiento y Trono:
“Por mi te saludan al igual mañana y tardebocas de augurios de bendición, dicha y solazEsa es la cúpula excelsa y nosotras sus hijas,pero entre estas a mi toca el honor y la gloria,porque yo soy el corazón y ellas los miembrosy en el corazón está la fuerza de alma y vida;y ellas son las constelaciones de su cielo,a mi cabe y nunca a ellas el sol albergar.Me otorgó Muley Yusuf, de Dios favorecido,vestidos de honor y distinción bien manifiesta,y me hizo el trono de su reino, cuya gloriase afirma por obra de la Luz, Asiento y Trono.”
El primero que en época cristiana y apoyado en estos versos -tal vez Ibn al-Jatib aunque no aparecen en su Dīwān- indica el lugar exacto donde se colocaba el trono del sultán, es el morisco granadino Alonso del Castillo, quien en 1564 escribe, como epígrafe que antepone a dichos versos: “Y en la dorada y magnífica alcoba central, donde estaba el trono del Rey, hay un poema que la bordea [interiormente]”. Ante la alusión al dorado, destacar que al menos por los datos hasta ahora conocidos, en la policromía de los techos hispanomusulmanes no se empleó el color dorado, a pesar de las reiteradas alusiones de nuestros poetas, que han de referirse más bien a obras mudejares.
Para finalizar y a modo de resumen, se evidencia con toda claridad que la idea que predominó en la concepción del arquitecto diseñador de esta grandiosa obra es que lo mismo que Dios, desde su trono en el empíreo, preside el conjunto de los cielos y la tierra, el sultán Yusuf I, desde su solio, ubicado en esta magnífica Sala, presidía el concierto de los pueblos a él sometidos y representaba el poder de Dios en su reino.
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