Romance de la pérdida de Alhama
Vista de Alhama |
La toma de Alhama fue la primera victoria cristiana, muy importante y determinante para el resto de la Guerra de Granada, que dejó muy tocada la legitimidad de Muley Hacén.
Ocurrió justo dos meses después del ataque a Zahara de la Sierra por las tropas nazaríes. El marqués de Cádiz, Don Rodrigo Ponce de León, salió de Marchena hacia Antequera con un destacamento muy bien equipado de dos mil quinientos hombres a caballo y tres mil de a pie. Marcharon en secreto atravesando las dehesas de Archidona y las sierras de Alfarnate, llegando el último día de febrero al pie de barranco de la Lancha. El plan tuvo éxito gracias a la sorpresa, y sobre todo a la pericia trepadora del capitán Ortega de Prados, que de noche, con un pequeño grupo de treinta escaladores, ascendieron por el sitio más escarpado (por lo tanto, sin vigilancia) de la fortaleza, y tras una cruenta lucha, consiguieron abrir las puertas por las que entraron el resto de los asaltantes, cayendo así la hasta entonces inexpugnable Alhama de Granada el día 1 de marzo de 1482.
Se dice que el ataque a Alhama por el maqués de Cádiz fue una venganza del propio marqués, porque en Zahara vivía una manceba muy de su agrado que murió en el asalto. Además, en princípio solo querían dar un escarmiento similar al sufrido meses atrás lugo era a sus posiciones originales, pues Alhama estaba demasiado lejos de sus fronteras. Pero cuando se vio rodeado por los ochenta mil granadinos, no le quedó otro remedio que quedarse y pedir refuerzos. La conquista de Alhama por los cristianos tuvo un enorme eco en todo el mundo.
Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego
y al mensajero matara,
—¡Ay de mi Alhama!—
Descabalga de una mula,
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.
—¡Ay de mi Alhama!—
Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
—¡Ay de mi Alhama!—
Y que las cajas de guerra
apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros,
los de la vega y Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Los moros que el son oyeron
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos
juntado se ha gran batalla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
¿Para qué nos llamas, rey,
para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama!—
Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada:
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí fabló un alfaquí
de barba crecida y cana:
Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara.
—¡Ay de mi Alhama!—
Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
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