Exposición "Alhambra-Albaicín: Patrimonio de la Humanidad"


Para celebrar el aniversario de la
proclamación de La Alhambra
y el Albaicín como lugares de
Patrimonio Mundial de la UNESCO
 se han escogido más de un centenar
de piezas procedentes de la
Colección Casa Ajsaris que ilustran
 la fascinación que ambos conjuntos
ejercieron sobre los pintores
locales y foráneos que se encargaron
 de plasmar la comunión artística
entre la Alhambra y el Albaicín
 a través de sus obras

La Colección Casa Ajsaris empezó a conformarse en 1973 por la pareja formada por Juan Manuel Segura y Francisco Jiménez con el objetivo de poner en valor el arte granadino y contribuyendo en la defensa del patrimonio de la ciudad y sus tradiciones. Una colección compuesta por 500 obras de artistas como Pedro de Mena, José María López Mezquita, Pablo de Rojas, Eugenio Gómez Mir, José María Rodríguez Acosta, Gómez Moreno o Gabriel Morcillo, una muestra muy significativa de temas granadinos.

Actualmente la colección está instalada
en una casa morisca de la Calle Zafra,
 enclavada en el antiguo barrio Ajsaris -que
se traduce como "salud o deleite"-, en
el Bajo Albaicín, con unas impresionantes
vistas a la Alhambra

Además de poder ser visitada cada sábado, a las 11:00 horas, cuando la Casa Ajsaris tiene abierta sus puertas, en la recientemente restaurada crujía principal del Hospital de San Juan de Dios, de martes a domingo (De 11:00 a 14:00 h. y de 17:00 a 20:30 h) y desde el 21 de noviembre de 2024 al 21 de febrero de 2025 puede verse gratuitamente una muestra de la colección en la Exposición "Alhambra-Albaicín: Patrimonio de la Humanidad", coincidiendo con la celebración del 40 aniversario de la inscripción de la la Alhambra como Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO, siendo uno de los cinco primeros monumentos españoles en obtener dicha consideración (diez años después, esta protección se hizo extensiva al barrio del Albaicín) durante la 8ª Sesión del Comité del Patrimonio Mundial en Buenos Aires. 

Algunas obras, adoptan el punto de vista más habitual, mostrando la Alhambra de frente y completa, aproximadamente desde el mirador de San Nicolás. Otras, en cambio, optan por una descripción casi anecdótica y segmentada, donde el primer término está ocupado por algún rincón pintoresco del Albaicin, como la Calle Zafra o la Cuesta de los Chinos. Nevada, al amanecer, de noche, nublada, perfectamente definida o apenas esbozada, la Alhambra ha sido objeto de un sinfin de pinturas ejecutadas tanto por artistas locales como por los que estaban de paso, constituyendo el verdadero símbolo de la ciudad.

Los pintores se acercaron a los suntuosos espacios interiores de la Alhambra (como Gómez Mir o López Mezquita) y optaron por concederle un papel protagonista a sus supuestos moradores, recreando pasajes históricos o empleando el tema árabe como una mera excusa estética.

Por otro lado, El Generalife ha sido, más que cualquier otro jardín de Granada, fuente de inspiración para los artistas. Y, aunque se reconozca que el brillo de la Alhambra a veces lo hace menos visible, no debemos olvidar que mientras esta es un gran espacio que tiene jardines, el Generalife es un jardín completo. Esto era mucho más evidente en el pasado, antes de que en la Alhambra se realizaran, en la primera mitad del siglo XX, los jardines del Partal y los terrenos del sur. Por lo tanto, no es sorprendente que este verde paraíso se convirtiera en un tema favorito para los artistas.

Por último es el Albaicín, con su intrincada red de callejones y sus innumerables rincones llenos de encanto, siempre concurridos por castizos personajes o en cármenes o casas moriscas, cuya decandencia es un elemento poético más de la composición, el escenario perfecto para la pintura costumbrista que subrayan el carácter popular del barrio: lavanderas, arrieros, aguadoras, parejas pelando la pava como se decía antes.  

También la Carrera del Darro como paisaje urbano valiosísimo donde se encuentran estas dos zonas de Granada Patrimonio de la Humanidad: La Alhambra y el Albaicin. En torno a sus márgenes se encontraban un gran número de edificaciones civiles y religiosas de época cristiana, a las que se añadían restos árabes como el Bañuelo, el Maristán o la Puerta de los Tableros. Los campanarios de las nuevas iglesias -a veces erigidos sobre los viejos minaretes, convertidos en verdaderos hitos urbanos, también captaron la atención de la pintura romántica y costumbrista. Observado desde la Alhambra o a pie de callejuela, el viejo arrabal renacido con la dinastía zirí, vio como se amalgamaban las formas islámicas y las cristianas.

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