Celebraciones nazaríes
Las dos fiestas más importantes del calendario musulmán que se celebraban en Granada eran el día de la ruptura del ayuno del mes de ramadán o yawn ayd al fitr, el primer día del mes de sawwal y el duodécimo día del mes de dulcada, en el que se celebraba la fiesta del cordero o aid al adha (Agosto) en recuerdo de que Abraham, cuando iba a sacrificar a su hijo primogénito Ismael, recibió la orden de Dios de reemplazarlo por un borrego; por ese motivo, ante un Imán para eliminarlo de impurezas, se sacrificaba un cordero que era cocinado en múltiples preparaciones en todas las casas.
El pueblo hispanomusulman, haciendo uso de su buen talante, no sólo celebraba sus fiestas religiosas, sino que también compartía las fiestas de los otros, resultado del largo tiempo de cercana vecindad cultural; no era raro que si no coincidía con el mes de Ramadán, celebrasen la de los alaceres o alarces, Fiesta de la Pascua de la Vendimia durante el mes de septiembre, o la del Año Nuevo Cristiano, es decir, el Yannayr, que duraba hasta tres días, en la que se regalaba ropa y unos pasteles en forma de ciudades, o como la de San Juan, llamada por los musulmanes como el Mahrayan, donde se encienden hogueras que se cruzan con los pies desnudos o las familias destacadas celebraban cenas especiales.
Con el tiempo, quizá rivalizando con la fiesta de navidad cristiana en la que los cristianos celebran el nacimiento del profeta Isa, al que llaman Jesús, se sumó una tercera festividad, el Mawlid al-Nabawi o nacimiento del Profeta, fijada el duodécimo día del mes de rabí, pero se celebraba en la intimidad familiar ya que no era compartida por todos los musulmanes. La evocación del nacimiento del profeta constituía la tercera fiesta canónica de la ciudad (las otras dos eran la celebración de las dos pascuas, la del Aid al fits o ruptura del ayuno y la otra, la fiesta del cordero o Aid al adha) desde hacía doscientos años, Mientras que las otras dos pascuas congregaban a multitud de fieles en las xareas o explanadas de la ciudad para una oración conjunta, durante el Mawlid las calles se iluminaban con hachones, las viviendas se adornaban con guirnaldas de flores y ramas, y el monarca nazarí de Granada ofertaba a media mañana una recepción en la Alhambra para los mandatarios del reino y acudía a la Mezquita Mayor para la oración de mediodía, tras la que se leían casidas compuestas específicamente para ese día, en honor a Rasul Allah, el Profeta, el enviado de Dios. Según el granadino al-Qastallī esta celebración era considerada como un importante evento social, en el que un gran número de personas se reunía para asistir a un enorme banquete que era especialmente preparado para esta ocasión.
Impresionaría ver como el pueblo se vestía con sus mejores galas y se congregaba en la xarea del Albaicín, al norte de la Alcazaba Cadima, donde existía un muro en el que se había colocado un mihrab para indicar la dirección de la Meca y un minarete desde donde el almuedano (mu'adhdhin o muezzin) llamaba a la oración conocido como jima xarea. En este lugar, antes de la salida del sol oraban juntos en un acto conocido como la salat además de las istisqa, rogativas para pedir la lluvia en épocas de sequía, pues se consideraba un castigo divino por los pecados humanos.
Al llegar la primavera, los granadinos celebraba también el Nayruz o Nawruz, una fiesta muy especial en la que se realizaban pequeños juguetes con formas de animales, contraviniendo las indicaciones religiosas como las que fueron halladas en unas excavaciones en la Alhambra, figuras de terracota o loza vidriada en forma de caballos o cuadrúpedos de cabeza pequeña y cuello alargado que recuerdan a jirafas y que pueden verse expuestas en el museo de la Alhambra. Esta celebración, de origen persa, debía celebrarse el primer día del año solar persa, pero tendía a coincidir con el primer día del año o mejor con la Epifanía, con la costumbre de hacer regalos y también figuritas.
La festividad de la Ansara o del Miharayán se celebraba coincidiendo con el solsticio de verano, cuando el sol se instala en el trópico de Cáncer, el primer día del estío, el de mayor duración de luz solar a partir del cual el sol comienza a declinar y la jornada diurna a perder tiempo en beneficio de la noche. Ese mismo día se iniciaba la reglamentación gubernativa que regulaba los turnos de irrigación y regado de los campos y el uso de las acequias que fertilizaban la vega granadina. La conmemoración cambiaba cada año (porque los musulmanes usaban el calendario lunar de 354 días anuales, marcando el ciclo solar para establecer las estaciones de verano, otoño, invierno y primavera) y era una celebración que se perdía en el origen de los tiempos: los celtas festejaban entonces al dios Belegos, los griegos a Apolo y los romanos a Minerva. Los pueblos se reunían para encender hogueras y lumbres que simbolizaban al sol para que no perdiese fuerza su luz en favor de la oscuridad. Eta fecha coincidía con la noche de San Juan del calendario cristiano, en la que según la tradición, San Juan el Bautista había nacido seis meses antes que Cristo, y su padre Zacarías, había recuperado la voz perdida gracias al humo de las hogueras encendidas cuando su esposa Isabel, añosa y esteril, le había anunciado que se encontraba embarazada.
En la noche de la Ansara, los musulmanes comían almojábanas -hechos con harina de trigo, huevos, miel y aceite de oliva, acompañados de requesón- y buñuelos, encendían hogueras y lumbres, saltaban siete veces sobre las brasas, quemaban ramas aromáticas en ellas y las acercaban, encendidas, a los enfermos para procurarles su curación, pues el humo de los fuegos actuaba como elemento purificador y protector de los campos de cultivos cuando se ahumaba en ellos los aperos usados en la labranza.
Había dos fiestas no religiosas esperadas por los granadinos: la de la primavera y la de la vendimia (en septiembre). Celebraban banquetes, regalaban figurillas de animales a los niños y la gente salía disfrazada a bailar y cantar en la calle.
Los nacimientos eran acontecimientos importantes que se celebraban con una fiesta de circuncisión del recién nacido, cuyo nombre no se ponía hasta el séptimo día de nacer y por costumbre se le daba al primer varón, el nombre del abuelo paterno. En la ceremonia de la aqiqah o i'dar, los niños eran circuncidados por un tahhar o retajador, se imponía el nombre al bebe al séptimo día de su nacimiento, sacrificar dos cabras si se trataba de un varón y afeitar su pelo en señas de pureza. Los hispanomusulmanes tenían por costumbre además llevar a los recién nacidos al astrólogo o munayyím porque daban por supuesto que podrían predecir con solvencia lo que le esperaba al recién nacido en el presente y en el futuro, algurando un horóscopo favorable o no.
Al llegar la primavera, los granadinos celebraba también el Nayruz o Nawruz, una fiesta muy especial en la que se realizaban pequeños juguetes con formas de animales, contraviniendo las indicaciones religiosas como las que fueron halladas en unas excavaciones en la Alhambra, figuras de terracota o loza vidriada en forma de caballos o cuadrúpedos de cabeza pequeña y cuello alargado que recuerdan a jirafas y que pueden verse expuestas en el museo de la Alhambra. Esta celebración, de origen persa, debía celebrarse el primer día del año solar persa, pero tendía a coincidir con el primer día del año o mejor con la Epifanía, con la costumbre de hacer regalos y también figuritas.
La festividad de la Ansara o del Miharayán se celebraba coincidiendo con el solsticio de verano, cuando el sol se instala en el trópico de Cáncer, el primer día del estío, el de mayor duración de luz solar a partir del cual el sol comienza a declinar y la jornada diurna a perder tiempo en beneficio de la noche. Ese mismo día se iniciaba la reglamentación gubernativa que regulaba los turnos de irrigación y regado de los campos y el uso de las acequias que fertilizaban la vega granadina. La conmemoración cambiaba cada año (porque los musulmanes usaban el calendario lunar de 354 días anuales, marcando el ciclo solar para establecer las estaciones de verano, otoño, invierno y primavera) y era una celebración que se perdía en el origen de los tiempos: los celtas festejaban entonces al dios Belegos, los griegos a Apolo y los romanos a Minerva. Los pueblos se reunían para encender hogueras y lumbres que simbolizaban al sol para que no perdiese fuerza su luz en favor de la oscuridad. Eta fecha coincidía con la noche de San Juan del calendario cristiano, en la que según la tradición, San Juan el Bautista había nacido seis meses antes que Cristo, y su padre Zacarías, había recuperado la voz perdida gracias al humo de las hogueras encendidas cuando su esposa Isabel, añosa y esteril, le había anunciado que se encontraba embarazada.
En la noche de la Ansara, los musulmanes comían almojábanas -hechos con harina de trigo, huevos, miel y aceite de oliva, acompañados de requesón- y buñuelos, encendían hogueras y lumbres, saltaban siete veces sobre las brasas, quemaban ramas aromáticas en ellas y las acercaban, encendidas, a los enfermos para procurarles su curación, pues el humo de los fuegos actuaba como elemento purificador y protector de los campos de cultivos cuando se ahumaba en ellos los aperos usados en la labranza.
¡Hola! Me ha parecido muy interesante. ¿Me podría facilitar la bibliografía del artículo? ¡Muchas gracias!
ResponderEliminarMuchas gracias! Pero lo siento, hace mucho que lo escribí y no recuerdo, únicamente que lo he ido tomando de varias fuentes. Siento no poder serte de más ayuda.
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