Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán (1453 - 1515)
Placa en el castillo de Montilla, lugar donde nació Gonzalo Fernández de Córdoba |
Tal día como hoy de hace quinientos años fallecía uno de los personajes históricos de mayor trascendencia de nuestro país: Gonzalo Fernández de Córdoba. Llegaría a ser Caballero y Comendador de la Orden de Santiago, duque de Santángelo, Terranova, Andría, Montalvo y Sessa. De su importancia en la Guerra de Granada y de su amistad con el último rey nazarí voy a hablar en este post.
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Casa natal de Gonzalo Fernández de Córdoba en Montilla |
Hijo menor de los tres vástagos del Señor de Aguilar, Pedro Fernández de Córdoba y de Elvira de Herrera y Enríquez, Gonzalo nació en el castillo de Montilla (Córdoba) el 1 de septiembre de 1453. Perdió a sus padres siendo un niño, por lo que se educaría en Córdoba siendo confiado a Diego de Cárcamo y posteriormente bajo la tutela de Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo y a Juan Pacheco, Marqués de Villena y Maestre de Santiago. Como su hermano mayor, Alonso de Aguilar era el heredero de los títulos nobiliarios de su familia, Gonzalo tuvo que elegir hacer una carrera militar, en la que lograría grandes éxitos, comenzando en la Guerra de Granada.
Los dominios de esta noble familia lindaban con el reino nazarí de Granada, por lo que Gonzalo estaba acostumbrado a los combates fronterizos y conocía bastante bien el campo enemigo e incluso hablaba árabe con fluidez.
A los 12 años entró en la corte castellana, para prestar servicio al infante Alfonso, quien tenía su misma edad y que a la postre era hermano de Isabel de Castilla. Pasados tres años Alfonso muere pero Gonzalo ha tenido suficiente tiempo para preferir la corte al ambiente rural al que se vería obligado a regresar.
De regreso en Montilla, Gonzalo se ve envuelto en los continuos enfrentamientos entre su familia y otra rama de los Fernández de Córdoba. El primer Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba, reta a un duelo al hermano mayor de Gonzalo, Alonso de Aguilar, quien al no contar con el permiso para hacerlo en Castilla, negoció con el rey de Granada, Muley Hacen, celebrar el combate en territorio nazarí por las buenas relaciones que mantenían, aunque antes de que sucediera, Enrique IV intervino para mediar entre ambas partes, a pesar de ser una figura muy imparcial al estar del lado del Conde de Cabra, obligándoles a firmar una concordia en Córdoba.
Pero el Conde de Cabra no respetó este acuerdo y atacó la fortaleza de Santaella, de la que Gonzalo tenía la tenencia que su hermano le había cedido, e hizo prisioneros a Gonzalo y a su primera esposa, su prima Isabel de Sotomayor, que fueron conducidos al Castillo de Baena.
El hermano mayor de Gonzalo, Alonso de Aguilar consiguió ponerle en libertad cuando pactó con el Conde de Cabra desposar a su hija, compromiso que no llegó a cumplir pues casó finalmente con Catalina Pacheco, una de las hijas del Marqués de Villena y antiguo preceptor de Gonzalo.
Tras el fallecimiento de Enrique IV, su hermanastra, la reina Isabel I de Castilla, casada ya con Fernando de Aragón, ocupa el trono en diciembre de 1474, en medio de los enfrentamientos con los partidarios de Juana la Beltraneja, la cuestionada hija de Enrique IV. Esa es la oportunidad que encuentra Gonzalo para regresar a la Corte, donde continuó su instrucción militar, bajo los ideales caballerescos de Díez, Valera y Chacón, así como su formación intelectual. Los Aguilar habían sido partidarios del difunto hermano de la reina y ahora ella se convertiría en su gran protectora y por otro lado, el rey Fernando y Gonzalo eran primos segundos por sus orígenes maternos, los Enríquez.
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En el Real Monasterio de San Jerónimo de Granada aparece esta figura orante de Gonzalo Fernández de Córdoba en el altar mayor de la iglesia |
Mientras tanto, en 1478, el rey de Granada, Muley Hacen, aprovechando las guerras internas de sucesión en Castilla, demanda treguas de paz que le eximan de pagar tributos como vasallo de Castilla. Isabel y Fernando se las conceden por espacio de 3 años aunque no cejan en hacerse dueños del último territorio islámico de la Península.
En 1479, durante la Batalla de La Albuera que pondría fin al problema sucesorio dinástico. Gonzalo demuestra contar con interesantes habilidades diplomáticas y militares. Durante esta época conocería a Pérez del Pulgar, compañero y amigo durante la Guerra de Granada y quien escribiría el "Breve parte de las hazañas del excelente nombrado Gran Capitán".
Mientras su esposa, Isabel de Sotomayo, fallece durante el parto de la que hubiera sido su primogénita. Estalla la Guerra de Granada.
Fue el 28 de diciembre de 1481, cuando Muley Hacen toma Zahara de la Sierra, momento que aprovechan los Reyes Católicos, deseosos de acabar con el último territorio islámico de la Península, para responder tomando Alhama de Granada en febrero de 1482 pero fallan en el primer intento de cercar Loja (julio de 1482), que representaba la puerta de entrada de Granada. En esta fase de la contienda, Gonzalo Fernández de Córdoba participa -según Pérez del Pulgar- con 120 lanzas (una lanza estaba formada por al menos quince personas, contando con un caballero y dos cabalgaduras con sus correspondientes escuderos, lacayos y demás sirvientes) de la Casa de Aguilar.
En abril de 1483 tiene lugar un acontecimiento decisivo en la Guerra de Granada, siendo en parte protagonista la familia Fernández de Córdoba. Boabdil le roba el trono de la Alhambra a su padre Muley Hacen y para demostrar su arrojo ante su pueblo organiza un enfrentamiento contra las fuerzas cristianas. En la Batalla de Lucena, las fuerzas nazaríes comandadas por el propio rey Boabdil son acorraladas por el segundo Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba, siendo Boabdil capturado y llevado al castillo de Baena antes de ser entregado a los Reyes Católicos.
Gonzalo es un capitán con aspiraciones pero sin opciones a heredar títulos nobiliarios; se encuentra cerca de la corte y es miembro de la familia que había llevado a cabo esta gran hazaña. Ha demostrado sus dotes militares y sus habilidades diplomáticas, pero sobretodo su conocimiento del árabe le convierten en intérprete de Boabdil, quien conocía el castellano pero que no lo hablaba con soltura. Bajo estas circunstancias florecería una gran amistad entre ambos personajes.
Tras estos acontecimientos, en junio de 1483, Gonzalo demostró su ingenio militar en la Batalla de Tájara (Tajarja), donde se logra una importante victoria castellana al ocurrírsele construir bancos pinjados -una especie de parapetos- con las puertas que arrancó de las casas y unidas con cortezas de alcornoques.
Boabdil es finalmente liberado (no queda claro en que año) tras un pago de 12.000 doblas (20 millones y medio de euros actualmente), la entrega de cautivos y rehenes, entre los que se encontraba su propio hijo Ahmed, de corta edad, que confió a los Reyes Católicos y que quedaría bajo la tutela de Martín Alarcón, alcaide del Castillo de Porcuna, donde estuvo finado el soberano nazarí, y en cuya custodia de sus hijos como rehenes participó Gonzalo, a quien se le confió en Íllora a Yusuf, el segundo de los niños.
El objetivo del rey de Aragón es avivar las desavenencias en la dinastía nazarí y la guerra civil en Granada que la estaba consumiendo y debilitando. Tras la muerte de Muley Hacen le sucede Mohammed XIII El Zagal, hermano del difunto y tío de Boabdil. Tras los enfrentamientos entre ambos se produce un acercamiento y cuando se lleva a cabo en mayo de 1486 el cerco de Loja por los cristianos, Boabdil acude en su defensa incumpliendo la parte del trato que le había otorgado su libertad. Como consecuencia, Boabdil es herido y de nuevo acorralado por el ejército cristiano y pide negociar con la condición expresa de que sea Gonzalo el mediador dada la confianza y la buena relación entablada en Córdoba entre ambos.
A Boabdil se le conocerá como Al Zughbi o "el desdichado", por la falta de fortuna que lo atrapó y que le obligó a elegir la salida menos favorable intentado que fuese la más airosa. Gonzalo fue esa mano amiga a la que se agarró en ciertos momentos.
El trato de Loja fue que aunque fueran expulsados los ciudadanos de la plaza, éstos podían decidir marcharse con sus enseres a otras tierras, bien en Granada o que los cristianos les facilitaran navíos para ir a África.
La toma de Loja facilitó la caída del Salar, Íllora, Montefrío, en la que de nuevo destacaría la actuación de Gonzalo, y Moclín que costó conquistar. Los Reyes Católicos, con la ocasión de un almuerzo, le otorgaron a Gonzalo el nombramiento de alcaide de Íllora en 1486, un territorio que se convertiría en primera línea de frontera cristiana y, por su posición estratégica, fundamental para finalizar el avance sobre tierras nazaríes.
Para desgastar al enemigo, las huestes cristianas proceden a devastar la vega de Granada, fuente de alimento de la ciudad. Gonzalo aprovecharía esta circunstancia para ofrecer víveres y hospitalidad en Íllora a los granadinos a cambio de información útil y contar con su propia red de espías. Además se ganó las simpatías de los partidarios de Boabdil, quien se refugia en septiembre de 1486 en el Albaicín y desde donde le pide ayuda durante la guerra que tiene lugar en Granada contra su tío El Zagal. Gonzalo realizaría una labor propagandística a favor de su amigo para aumentar el número de sus partidarios, llegando incluso a pagar a los combatientes granadinos que tomaban su bando. Finalmente, en 1489 caen numerosas plazas importantes de Granada (Almería, Almuñecar, Salobreña, Guadix y Baza), que acabarían con la rendición de El Zagal, y el reino nazarí de Granada era conducido a una agonía que acabaría con lo estipulado por Boabdil con sus enemigos no sin antes verse forzado por su pueblo a reanudar por última vez las hostilidades en 1490.
Fue el 28 de diciembre de 1481, cuando Muley Hacen toma Zahara de la Sierra, momento que aprovechan los Reyes Católicos, deseosos de acabar con el último territorio islámico de la Península, para responder tomando Alhama de Granada en febrero de 1482 pero fallan en el primer intento de cercar Loja (julio de 1482), que representaba la puerta de entrada de Granada. En esta fase de la contienda, Gonzalo Fernández de Córdoba participa -según Pérez del Pulgar- con 120 lanzas (una lanza estaba formada por al menos quince personas, contando con un caballero y dos cabalgaduras con sus correspondientes escuderos, lacayos y demás sirvientes) de la Casa de Aguilar.
En abril de 1483 tiene lugar un acontecimiento decisivo en la Guerra de Granada, siendo en parte protagonista la familia Fernández de Córdoba. Boabdil le roba el trono de la Alhambra a su padre Muley Hacen y para demostrar su arrojo ante su pueblo organiza un enfrentamiento contra las fuerzas cristianas. En la Batalla de Lucena, las fuerzas nazaríes comandadas por el propio rey Boabdil son acorraladas por el segundo Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba, siendo Boabdil capturado y llevado al castillo de Baena antes de ser entregado a los Reyes Católicos.
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Reproducción de la espada de patillas de arriaz curvo del Gran Capitán procedente de la Fabrica Nacional de Armas de Toledo (1910 - 1930) y expuesta en el Museo del Ejército en Toledo |
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Detalle de la empuñadura en acero, oro, terciopelo y madera |
Gonzalo es un capitán con aspiraciones pero sin opciones a heredar títulos nobiliarios; se encuentra cerca de la corte y es miembro de la familia que había llevado a cabo esta gran hazaña. Ha demostrado sus dotes militares y sus habilidades diplomáticas, pero sobretodo su conocimiento del árabe le convierten en intérprete de Boabdil, quien conocía el castellano pero que no lo hablaba con soltura. Bajo estas circunstancias florecería una gran amistad entre ambos personajes.
Tras estos acontecimientos, en junio de 1483, Gonzalo demostró su ingenio militar en la Batalla de Tájara (Tajarja), donde se logra una importante victoria castellana al ocurrírsele construir bancos pinjados -una especie de parapetos- con las puertas que arrancó de las casas y unidas con cortezas de alcornoques.
Boabdil es finalmente liberado (no queda claro en que año) tras un pago de 12.000 doblas (20 millones y medio de euros actualmente), la entrega de cautivos y rehenes, entre los que se encontraba su propio hijo Ahmed, de corta edad, que confió a los Reyes Católicos y que quedaría bajo la tutela de Martín Alarcón, alcaide del Castillo de Porcuna, donde estuvo finado el soberano nazarí, y en cuya custodia de sus hijos como rehenes participó Gonzalo, a quien se le confió en Íllora a Yusuf, el segundo de los niños.
El objetivo del rey de Aragón es avivar las desavenencias en la dinastía nazarí y la guerra civil en Granada que la estaba consumiendo y debilitando. Tras la muerte de Muley Hacen le sucede Mohammed XIII El Zagal, hermano del difunto y tío de Boabdil. Tras los enfrentamientos entre ambos se produce un acercamiento y cuando se lleva a cabo en mayo de 1486 el cerco de Loja por los cristianos, Boabdil acude en su defensa incumpliendo la parte del trato que le había otorgado su libertad. Como consecuencia, Boabdil es herido y de nuevo acorralado por el ejército cristiano y pide negociar con la condición expresa de que sea Gonzalo el mediador dada la confianza y la buena relación entablada en Córdoba entre ambos.
A Boabdil se le conocerá como Al Zughbi o "el desdichado", por la falta de fortuna que lo atrapó y que le obligó a elegir la salida menos favorable intentado que fuese la más airosa. Gonzalo fue esa mano amiga a la que se agarró en ciertos momentos.
El trato de Loja fue que aunque fueran expulsados los ciudadanos de la plaza, éstos podían decidir marcharse con sus enseres a otras tierras, bien en Granada o que los cristianos les facilitaran navíos para ir a África.
La toma de Loja facilitó la caída del Salar, Íllora, Montefrío, en la que de nuevo destacaría la actuación de Gonzalo, y Moclín que costó conquistar. Los Reyes Católicos, con la ocasión de un almuerzo, le otorgaron a Gonzalo el nombramiento de alcaide de Íllora en 1486, un territorio que se convertiría en primera línea de frontera cristiana y, por su posición estratégica, fundamental para finalizar el avance sobre tierras nazaríes.
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Niño Jesús gótico del siglo XV que perteneció al Gran Capitán y que lo llevaba consigo en las batallas (Monasterio de San Jerónimo) |
Para desgastar al enemigo, las huestes cristianas proceden a devastar la vega de Granada, fuente de alimento de la ciudad. Gonzalo aprovecharía esta circunstancia para ofrecer víveres y hospitalidad en Íllora a los granadinos a cambio de información útil y contar con su propia red de espías. Además se ganó las simpatías de los partidarios de Boabdil, quien se refugia en septiembre de 1486 en el Albaicín y desde donde le pide ayuda durante la guerra que tiene lugar en Granada contra su tío El Zagal. Gonzalo realizaría una labor propagandística a favor de su amigo para aumentar el número de sus partidarios, llegando incluso a pagar a los combatientes granadinos que tomaban su bando. Finalmente, en 1489 caen numerosas plazas importantes de Granada (Almería, Almuñecar, Salobreña, Guadix y Baza), que acabarían con la rendición de El Zagal, y el reino nazarí de Granada era conducido a una agonía que acabaría con lo estipulado por Boabdil con sus enemigos no sin antes verse forzado por su pueblo a reanudar por última vez las hostilidades en 1490.
Mientras Gonzalo contrae matrimonio en segundas nupcias con una de las damas de la reina Isabel (lo que le haría brillar aún más en la Corte de Castilla, encargándose del hijo de Boabdil cuando quedó retenido como rehén), María Manrique de Lara, hija de Fabrique Manrique de Castilla y de Beatriz de Figueroa, el 14 de febrero de 1489, en la Parroquia de la Asunción de Palma del Río. La celebración se realizó en el palacio de Portocarrero, que pertenecía a la familia de Luis Portocarrero, esposo de Francisca, una de las hermanas de María. Como todas las damas de la reina, María tenía una gran formación, estando a la altura intelectual de su esposo y cuando se enteró del incendio ocurrido en el campamento de Santa Fe en el que la reina Isabel de Castilla perdió su tienda, le hizo llegar una gran cantidad de telas, ajuar y diversos enseres que agradeció personalmente a Gonzalo por una carta: "(...) que vuestra muger más y mejor me enbió que se me quemó".
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Figura orante de María de Manrique que forma parte del retablo manierista de la capilla mayor del Real Monasterio de San Jerónimo en Granada |
Por su parte Gonzalo continúa hostigando a la ciudad de Granada; constata por ejemplo que la puerta de Bibataubín no está bien defendida y prende fuego al castillo y a unos molinos, así como otras incursiones. Gracias a los espias de Gonzalo se tiene conocimiento de que Boabdil vuelve a estar dispuesto a negociar y se disculpa por haber tenido que actuar anteriormente hostilmente contra ellos. Gonzalo Fernández de Córdoba fue por tanto una pieza clave en la firma de las Capitulaciones de Santa Fe el 25 de noviembre de 1491 y que se harían efectivas el 2 de enero de 1492.
Boabdil recupera a sus hijos, recibe 30.000 castellanos de oro y un territoio en Laujar de Andarax (Almería), pero en julio de 1493 es presionado por los Reyes Católicos para vender sus propiedades y decidiéndose a marchar tras la muerte de su esposa Morayma.
Gonzalo capitanea las naves de Iñigo de Artiera que condujeron hasta Cazaza a su amigo, camino a su exilio en Fez, tal como quedó reflejado en el Memorial de servicios prestados por Hernando de Zafra (para saber más os recomiendo la novela histórica "Boabdil, un hombre contra su destino" de Antonio Soler)
La Guerra de Granada puso a punto las cualidades personales, diplomáticas y militares que convertirían a Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia en el conocido como Gran Capitán. Entre 1494 y 1504 defendió admirablemente los intereses de su Rey Fernando en Italia y finalizada la guerra, goberno como virrey en Nápoles durante cuatro años, con toda la autoridad de un soberano.
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Reproducción de la espada de El Gran Capitán en el Monasterio de San Jerónimo (la original se perdió durante la ocupación napoleónica) |
Se cuenta que el rey Fernando el Católico, azuzado por las envidias de sus enemigos, pidió a don Gonzalo cuentas de en qué había gastado el dinero de su Reino. Gonzalo lo consideró un insulto, y envió sus famosas “Cuentas del Gran Capitán”, que dicen así:
“Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey, a quien he regalado un Reino, cien millones de ducados”.
Aunque se ha demostrado fehacientemente que esas famosas cuentas no las firmó él. Lo cierto es que, aunque está muy extendida, se trata de una especie de “leyenda urbana”, acunada con posterioridad a su muerte, pues jamás se hubiera atrevido a hablarle así a su rey, del que siempre fue un fiel vasallo. La triste realidad es que Fernando el Católico, tras la muerte de la reina Isabel, auténtica valedora del Gran Capitán, llegó a recelar abiertamente de él. Gonzalo despertaba muchas envidias entre los cortesanos cercanos al monarca, quienes, con murmuraciones y maledicencias, introdujeron en la mente del monarca serias dudas sobre la lealtad de su adalid. Otra prueba más de la fidelidad de Gonzalo a la corona fue cuando el Papa Julio II le propuso nombrarle gonfaloniero: capitán general de las tropas de la Santa Sede, todo un honor muy bien remunerado que sin embargo rechazó aduciendo que, “su espada estaría siempre al servicio de su soberano”. Llegaron a hacer creer a Fernando que Gonzalo planeaba traicionar a su soberano y autoproclamarse Rey de Nápoles y de Italia.
Gonzalo dejó Italia en el momento en que todo le iba bien y brillaba en su papel como Virrey de Nápoles. Lo hizo porque le ofrecieron el título de Gran Maestre de la Orden de Santiago, un cargo de gran prestigio que lo situaría entre las figuras más influyentes del reino. Sin embargo, esa oferta no era más que una trampa ideada por los consejeros del rey para apartarlo de Nápoles. En realidad, el monarca nunca tuvo intención de cumplir con lo prometido.
Con 51 años de edad, Don Gonzalo cayó en desgracia ante el Rey Fernando y fue apartado de los centros del poder real, y “exiliado” al cargo de Alcaide de la fortaleza de Loja entre 1508 y 1515, hasta su fallecimiento a los 62 años, el 2 de diciembre de 1515.
A la muerte de Gonzalo, su esposa María Manrique decidió realizar un proyecto para rendir homenaje a la memoria de su marido a la vez que sirviera de lugar de reposo a su familia. El 29 de marzo de 1523, Carlos V (quien a sus 16 años sentía una gran admiración por El Gran Capitán) y Doña Juana de Castilla concedieron a María, Duquesa de Sessa, la petición de poder enterrar a su difunto esposo en la capilla mayor de la iglesia del Monasterio de San Jerónimo, siguiendo la última voluntad de Gonzalo, que a partir de ese momento pasó a ser costeada por ella.
La construcción tiene una estructura muy similar a la de la Capilla Real de Granada, -lugar de enterramiento de los Reyes Católicos- pero en un refinado estilo renacentista que la Duquesa de Sessa conoció mientras que vivió en Italia. María ambicionaba recoger las gestas de su marido en un impresionante programa iconográfico para dejar testimonio de sus actos heróicos en la Guerra de Granada particularmente.
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Claustro principal del Real Monasterio de San Jerónimo en Granada |
La construcción tiene una estructura muy similar a la de la Capilla Real de Granada, -lugar de enterramiento de los Reyes Católicos- pero en un refinado estilo renacentista que la Duquesa de Sessa conoció mientras que vivió en Italia. María ambicionaba recoger las gestas de su marido en un impresionante programa iconográfico para dejar testimonio de sus actos heróicos en la Guerra de Granada particularmente.
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Al igual que la Catedral de Granada, la obra del Monasterio se debe en su mayoría a Diego de Siloé |
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La casa del Gran Capitán, junto al Convento de Carmelitas Descalzas, se edificó sobre un palacio nazarí |
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Lápida de la tumba de Gonzalo Fernández de Córdoba en el Real Monasterio de San Jerónimo en Granada |
Finalmente, en 1810, los restos de el Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba fueron profanados por los franceses, llevados en 1869 a San Francisco el Grande en Madrid y de allí devueltos a Granada en 1875, siendo enterrados nuevamente en San Jerónimo.
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