Salón y Torre de Comares


El Cuarto de Comares constituye el núcleo
más importante de la Alhambra, teniendo
por centro el patio de los Arrayanes

El Cuarto de Comares avanza sobre el valle del Darro, hasta dominar sus escarpaduras, con la gran Torre del mismo nombre. Compone el palacio (residencia oficial palatina) el conjunto de dependencias agrupadas en torno al patio de los Arrayanes o de la Al-Birka, con galerías porticadas en sus extremos, abiertas la del norte a las Salas de la Barca y de Embajadores y la del sur a otras desaparecidas al construirse el palacio de Carlos V. 

Dibujo del interior de la Torre de Comares de La
Alhambra (conservado en el Archivo de Simancas),
con indicación de los daños a reparar (escala de 6,3 cm
las 4 varas castellanas), perteneciente al fondo de
la Junta de Obras y Bosques, el organismo competente
en la administración de los sitios reales, realizado
el 25 de marzo de 1686 por Juan de Rueda Alcántara, maestro mayor de las obras reales de la ciudad de La Alhambra
y de la Ciudad de Granada, proponiendo el rey la
liberación del dinero necesario para abordar la
urgente reparación de los daños de la torre que
amenazaba ruina

Al nombre de esta torre van unidos numerosos recuerdos históricos, pues fue aquí donde se cuenta que se celebró el Consejo en el que acordó entregar Granada a los cristianos; de ella salió Boabdil para combatir a éstos; desde uno de sus balcones se dice que Aixa, madre de aquel rey, al saber que su hijo se hallaba en tratos con los sitiadores para entregarles la ciudad, le señaló diciéndole: "Mira lo que entregas y acuérdate que todos tus antepasados murieron reyes de Granada y que el reino acaba en tí". También sitúa la leyenda en esta torre el pacto de los Reyes Católicos con Colón para el descubrimiento de América y el legendario ofrecimiento de la reina Isabel I de Castilla para empeñar sus alhajas y ayudar en su expedición al insigne navegante.

Sin duda Mohammed I debió iniciar la construcción del palacio para su dinastía puesto que la torre de Comares y sus linderos fueron, en un principio, obra del primer rey nazarí, sin embargo las posteriores reformas y construcciones realizadas impiden comprobar este supuesto. Lo único sabido es que Mohammed I asentó su real en la Alcazaba y hasta el quinto rey (Ismail I quien construyó uno en un lugar cercano a la Mezquita Mayor de la Alhambra y su Rawda), no hay pruebas documentales de que se construyera palacio alguno entre el palacio de Carlos V y la Puerta del Vino y cualquier palacio anterior a Yusuf I fue destruido casi por completo para desarrollas sus planes constructivos, reformando el torreón y patio de Comares o de los Arrayanes y los Baños Reales, todo finalizado por su hijo Mohammed V, que unió esta obra con el Palacio del Mexuar, dándole entrada por éste, hizo la ampliación de la galería de Machuca y construyó otro palacio, el de los Leones, en los jardines y huertas que rodeaban el anterior.

Planta principal de
la Casa Real de la Alhambra
(Leopoldo Torres Balbás)

Yusuf I y Mohammed V son los grandes edificadores o, al menos, reconstructores y decoradores de los palacios reales de La Alhambra formados por tres conjuntos monumentales independientes: el Cuarto Dorado o Mexuar, el Palacio de los Leones (al-Riyad al Said) y el Palacio de Comares. El primero destinado a la administración pública, el segundo como estancias privadas del monarca y el último como residencia oficial.

Esta imagen muestra la magnificencia de 
la decoración en estuco de las paredes
del Salón de Comares o de Embajadores


La austeridad de las lineal del conjunto del Palacio de Comares y el equilibrio de sus proporciones impregnan al patio de tan serena majestuosidad que aún se respira en él la noble grandeza de los reyes que lo mandaron construir. Un enorme espejo de agua se encontraba el visitante al franquear la entrada por la puerta principal, en el que se reflejaba la mole blanca de la Torre de Comares. Como la inclinación de los suelos de mármol blanco permitía que el agua de la alberca llegara hasta el arranque de las basas, las columnas del lado norte parecían apoyadas sobre el agua; toda la construcción de ese lado se convertía en un palacio flotante.

En grabados del siglo XIX se nota la ausencia de las
torrecitas laterales (como en la imagen), así como la
continuidad del pórtico y la Sala de la Barca; antiguamente
sólo habría una torre, en el lado Este, que deberían tener
sus almenas y protegía la puerta que hoy se utiliza como
entrada al patio, siendo la reforma actual de mediados del XIX

Espléndidamente decorado por Yusuf I, no debió ver terminada su obra por morir asesinado antes de su culminación, pues la decoración del patio, así como la de la sala de la Barca, datan ya, según las inscripciones, del reinado de su hijo Mohammed V, quien enriqueció la entrada al palacio con una fachada que se eleva al lado sur del patio del Mexuar, frente al pórtico del Cuarto Dorado.

El conjunto del Palacio de Comares,
con la Torre de Comares -en esta imagen-
con el Salón de Embajadores o del Trono
en su interior, constituye el nucleo de las
construcciones de la Ahambra

Sobre la galería norte del patio de los Arrayanes se alza la torre de Comares, levantando un parapeto almenado con dos torrecillas laterales (obra de moderna restauración, en 1890 cuando ardieron la techumbre de esta galería y la de la sala inmediata, pues antes sólo existió la de la derecha que era más ancha y sin almenas y que tenía su entrada por uno de los aposentos altos de la torre según atestiguan antiguos grabados).

Litografía coloreada a mano
de 1835 del artista
John Frederick Lewis,
donde no aparecen las
torres de finales del siglo XIX
Sección del Salón de Comares y
galería norte del patio de los Arrayanes

Los extremos de la galería lo ocupan alacenas con arcos gallonados y cúpulas y vasares de mocárabes, apoyando en un zócalo de azulejos que se extiende por todo el frente del pórtico y que fue hecho, de 1587 a 1599, en la alfarería de Antonio Tenorio y del morisco Gaspar Hernández, a imitación de lo hispanomusilmán. Con frecuencia se renovaban las decoraciones de la Alhambra desde los tiempos de los Reyes Católicos, primero por artífices moriscos cuya labor se confunde fácilmente con las obras antiguas. 

El Palacio de Comares fue construido por el
hijo de Ismail IYusuf I, para ubicar su propio
salón del trono, centro del poder divino y terrenal

Sobre ee zócalo, una inscripción en yeso reproduce un fragmento de la casida que el visir y poeta granadino, discíulo de Ibn al-Jatib, Abu 'Abd Allah Mohammed ibn Zamrak compuso en honor de Mohammed V, conquistador de Algeciras e 1368, cuya inscripción dice así: 

"Bendito sea aquel que te ha encarado de sus servidores, el que ha ensalzado por ti a los musulmanes y les ha colmado abundantemente de bienes.
¡De cuántos países infieles vinieron contra nosotros sus habitantes por la mañana y por la tarde te habías vuelto el árbitro de sus vidas! Y les impusiste las cadenas de los esclavos y les obligaste a que se presentaran muy de madrugada ante tu puerta construyendo alcázares para servirte.
Has conquistado Algeciras con la fuerza de tu espada, abriendo una puerta que se hallaba desconocida a nuestra victoria
Y además de esto, has conquistado veinte países y has hecho que lo que se hallaba en ellos sirviese de botín para tu ejército
Si fuese dado elegir al pueblo musulmán aquello que deseara, no elegiría otra cosa que tu salud y el alargamiento de tu vida.
Los resplandores de la grandeza se reflejan en tu puerta, que exhala un perfume de júbilo y alegría.
Y las huellas que recibe de toda acción generosa se ostentan más claras y refulgentes que sartales de perlas
¡Oh, hijo de la nobleza, de la mansedumbre, del valor y de la generosidad, que has excedido a la elevación de las estrellas brillantes!
Te has elevado sobre el horizonte de tu trono con clemencia para disipar las tinieblas de la tiranía.
Has asegurado hasta las ramas del soplo el viento y has llenado de pavor a las estrellas en el interior de los cielos.
Y si la luz de las estrellas tiembla es por temor de ti y si las ramas del ban se inclinan es para darte las gracias."
En el centro, un arco apuntado de mocárabes,
con enjutas decoradas de hojas y piñas,
y tres celosías de yeso encima, con
labor de entrelazados, sirve de
ingreso a la Sala de la Barca,
cuyas puertas originales
se perdieron (la cara interior
de las puertas tienen la misma
decoración que las de la
Sala de las Dos Hermanas)

Los juddam abrirían las puertas del salón a las comitivas recibidas por el monarca para que accedieran a la sala de la Baraka o de la bendición, también era conocida como de la Barca por su disposición rectangular y bóveda semicilíndrica que recuerda a una barca invertida. Era la antesala del Salón del Trono, que la separaba por un arco con tacas que adornan las jambas, donde se colocaban jarras con agua. Estas tacas son las dos únicas de mármol que conservan su policromía y datan del siglo XIV, habiendo sido restauradas recientemente.

Taca en la puerta de acceso desde
la Sala de la Baraka


Resultado de la reciente
restauración de la taca izquierda
Detalle decorativo de atauriques policromados que se conserva en una de las
tacas de entrada al Salón de Comares y que ayuda a imaginar el colorido
que tendría originalmente todo el espacio


Las jambas del arco tienen
nichos con arquitos de mármol
para colocar jarras de agua o
búcaros con flores

Los nichos estan interiormente
revestidos de piezas de cerámica
con labor geométrica

Taca de mármol de Macael en el arco de acceso a la
Sala de la Barca desde el Pórtico del Patio: "Yo soy
esposa con las vestiduras nupciales, dotada de hermosura
y perfección. Mira esta jarra de agua y comprenderás
la abundancia de verdad que encierran mis palabras.
Mira también mi corona, la encontrarás semejante
a la luna nueva..."



Similar a la policromía de las tacas, las grandes piezas de mármol que hay al pie de los arcos de entrada a la sala del Palacio de Comares estaban policromadas con azul y oro y, a veces, decoradas con gacelas estilizadas similares a los del jarrón de las Gacelas exhibido en el Museo de La Alhambra. De estas jambas de mármol se conserva una en muy buen estado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.


El nombre de la sala de la Barca,
a la que antiguamente
se llamó "Sala Dorada",
parece que deriva de la forma
de la bóveda, pero también parece
la corrupción de la voz árabe
baraka que significa bendición
y que aparece estampada en los
adornos de las paredes


Al construirse la bóveda de la Sala de la Barca
se debieron cubrir tres arcos que iluminaban
las ventanas altas que hay sobre la entrada
principal del Salón de Comares o de Embajadores



En 1965 se reconstruyó la techumbre
de madera de la sala de la Barca,
 que en 1890 se había hundido
a causa de un incendio

El techo de la Sala de la Barca 
es una "introducción al cielo"
y su aspecto, de cascarón de
un barco, así como la inscripción
árabe de baraka o bendición
desvelan el origen de su nombre


La Sala de la Barca ardió el 15 de
Septiembre de 1890 por lo que
tuvo que ser reconstruida inmediatamente
en particular la armadura y la cubierta de madera,
cilíndrica, con embutidos formando estrellas,


La bóveda, de forma semicilíndrica, rematada en los extremos en cuartos de esfera y adoranada de lazo y pintada con variedad de colores, feneció en el incendio del 15 de septiembre de 1890, habiéndose restituido este techo con una cuidada copia, que comenzada días después del incendio no finalizó su restauración hasta 1964.

Vista del interior de la galeria Septentrional
del Patio de Arrayanes, previa a la Sala de la Barca
(imagen anterior al incendio)


Al construirse la bóveda del Sala de la Barca
se debieron cubrir tres arcos que iluminaban las
ventanas altas que hay sobre la entrada principal
del Salón de Comares o de Embajadores

Vista general de la Alhambra por J. Laurent 


A los lados del arco central hay dos alacenas, ensanchadas en 1633 para abrir ventanas al patio (como se ven en algunos grabados del siglo XIX) y, en torno a ellas, existió el siguiente poema, traducido por el Licenciado Castillo y del que hoy quedan escasos restos:

"¡Oh, hijo de reyes y de los descendientes de reyes y de aquellos con quienes las estrellas procuran competir en esplendor, si a su origen atiende. 
Has edificado un alcázar que no tiene igual y que ha reunido en sí la excelsitud, de tal suerte, que no hay grado de excelsitud que le aventaje. 
(Un palacio) donde tiene su asiento el Califato, de cuyas maravillas se referirán cosas extrañas, que guardarán las páginas de la historia. 
Edificaste para la religión, en la preciosa cumbre, una tienda de gloria que no necesita cuerdas para su sostén. 
¡Cuántos beneficios habías concedido anteriormente al Islam! 
Beneficios sin reprobación, bienes que no se han de devolver, misericordia sin esperanza, perdón sin interés. 
En verdad, ¡cuán grande es el imperio que Ibn Nasr alcanzó! Los signos présagos de la victoria se elevan sobre su alcanzar. 
Favorecido por Dios, millares de hombres temen su ímpetu. Si amenazara al firmamento no lucirían en él las estrellas. 
El temor impele a los reyes hacia sus puertas, al paso que los que buscan amparo son impulsados hacia ellas por el deseo. 
Por lo muy acostumbrado que se halla a la liberalidad y benevolencia, sólo posee sus riquezas el tiempo que tarde en repartirlas en dones. 
Jamas ceda en su poderío; séanle los reyes inferiores en él y por él le teman los árabes y las extrañas gentes.
A la izquierda de la imagen puede verse una
de las alacenas y que se abrieron a modo
de ventana en el siglo XVII aunque
actualmente están cegadas

La sala está rodeada por un zócalo de sencillos alicatados diferentes en ambos frentes, y en sus extremos se abren alcobas con zócalos de azulejos que revisten también medias columnas decagonales, sosteniendo festoneados de mocárabes y pechinas en el lugar de las albanegas para apoyar la curva de la bóveda, rematada por columnillas como puede verse en la imagen inferior.
Los muros de la sala están
cubiertos de ricas yeserías,
timbradas con el escudo nazarí
y dentro de él, la palabra
"Bendición" y el lema de
la dinastía: "Sólo Dios es
vencedor"

La cerámica de tonos fríos en los zócalos 
de la Sala de La Barca, sitúa
esta construcción en la primera 
mitad del siglo XIV


Los techos de ambas alcobas eran de encintados pero desaparecieron en el incendio de 1890. La alcoba de la derecha tiene en su fondo un hueco con vistas al patio de los Cipreses y paso a la galería alta de la Sala de las Camas del Baño Real, a través del corredor de la Reja, y la de la izquierda comunica con una pequeña habitación que fue retrete, inmediata al Cuarto Dorado.

Esta puerta daba acceso a un dormitorio
de invierno en los pisos superiores y
a la terraza de la torre

Entre los muros de la Sala de la Barca y los de la inmediata hay un estrecho pasadizo a la izquierda del cual se encuentra una puertecilla, con arquito agudo de herradura y rizos en su intradós, que da paso a la escalera de subida a los departamentos altos del torreón, que componen pisos pequeños y abovedados que correspondían al dormitorio de invierno del rey y da salida a la terraza de la torre.

Al otro lado del pasadizo
se abre lo que pudo ser
un oratorio con mirhab

En el lado derecho se encuentra otro pasadizo que comunica con otra puertecilla (gemela a la anterior) que da acceso a un aposento de 2,37 metros de largo por 1,75 de ancho en cuyo muro del fono se abre un nicho con arco de herradura apuntado y dovelas de relieve y rebajadas alternando, decorado, así como las albanegas, de atauriques. Todos los caracteres de la estancia, su orientación, forma y disposición del arco y lugar que ocupa -inmediato a la gran sala de actos del palacio- indican que fue un pequeño oratorio para el uso particular del monarca, donde rezaría las plegarias rituales de cada día.

El interior del nicho tiene una
cúpula en forma de concha y desde
allí hasta el suelo hay una abertura de
 0,36 metros de luz, con una saetera que
da vista al patio de los Cipreses
(posiblemente abierto en el siglo XVII)

En el centro de la pared, frente a la Sala de la Barca
se abre este gran arco que da ingreso al inmediato
Salón de Embajadores o de Comares, donde
se aprecia como he comentado las cinco ventanas
que fueron tapiadas (las que además eran las
más luminosas) para macizar el muro que peligraba

Centro simbólico del poder nazarí, en el Palacio de Comares se concentra la magnificencia de la última corte musulmana en Europa. Aquí todo habla de refinamiento y esplendor, desde el pan de oro que, todavía se aprecia en el arco de entrada o los intrincados mosaicos hasta la portentosa cubierta que corona el conjunto. La torre cuenta con varias ventanas en sus cuatro frentes que revelan el equívoco que plantea, pues parece una torre militar pero cuyos nichos interiores debilitan su estructura defensiva, mostrando el verdadero carácter aúlico del Salón.


Sus 45 metros de altura
la convierten en la torre
más poderosa de la Alhambra
La torre contó con una gran bóveda esquifada que debido al excesivo empuje y ante el peligro de ruina, se recalzó el muro correspondiente a la Sala de la Barca entre 1672 y 1674, y macizar algunas ventanas del Salón finales del siglo XVII así como rehacer los pilares existentes entre los balcones. Se sustituyó la bóveda por una armadura que interceptaba el paso a la plataforma de la torre, el cual se restableció, eliminando esa armadura, en 1933.

Cuadro de la Torre de Comares expuesto
en el Casino de Madrid donde puede
verse el estado de conservación
a medidos del siglo XIX


La torre cuenta con las mismas gárgolas
que las de la Puerta de la Justicia y
almenas que, primitivamente fueron
cuadradas y que en el siglo XVI
se le añadieron remates piramidales

Las ventanas de la Torre de Comares
están protegidas por celosías
con motivos geométricos 

Al Salón del Trono o de Embajadores se le conoce también como Salón de Comares, palabra de origen árabe qamariyya equivalente a vidriera. El nombre de "Comares" procede de las vidrieras de colores que cerraban los nueve balcones que se abren en la gran sala que ocupa el interior de esta torre, vidrieras que aún hoy reciben en Oriente el nombre de "comarías". El Salón de Comares aparece desprovisto en la actualidad de las vidrieras que destruyera la explosión de 1590. Estas comarías en las ventanas eran la continuación luminosa de los alicatados del zócalo, siguiendo la misma distribución geométrica; los trazos finos y rectos que se entrecruzaban en la cerámica eran en la vidriera los filetes de plomo que sostenían los cristales de colores.

Ilustración de una de estas
ventanas con comarías que
continuaban con la misma
distribución geométrica
de los zócalos de la sala
Fragmentos del ensamblaje de plomo de una vidriera
conservado en el Museo de la Alhambra


El interior de la torre lo ocupa la ya mencionada sala conocida como Salón de Embajadores, Salón de Comares o Salón del Trono, por ser el destinado a las recepciones oficiales y en el que, según el testimonio del morisco Alonso del Castillo, se encontraba el solio real. 

Grabado calcográfico coloreado del
Salón de Embajadores de La Alhambra por 
Nicolas Auguste Leisner hacia 1812
conservado en el Archivo de La Alhambra 



Tres son los motivos decorativos que se repiten en la sala con diferentes formas y colores. En primer lugar los motivos epigráficos, es decir, textos escritos sobre la pared, en forma cursiva o cúfica, que por un lado tiene una función práctica como delimitador de zonas en paneles decorativos gracias a su disposición en carteles o largas bandas verticales u horizontales y por el otro trasmite ideas y genera imágenes en la mente del visitante, generalmente con suras del Corán o poemas.

La sala tiene su ingreso, desde la Sala de la Barca, por un doble arco. Sobre el primero, muy deteriorado, hay tres celosías ciegas como se ha comentado anteriormente, y el segundo es de festón, con bovedilla e impostas de mocárabes, que conservan restos de su policromía en oro y azul y, entre ambos, corre el pasadizo ya comentado.

Restos de policromía en los
detalles decorativos

Arco de ingreso al Salón del Trono
o de Embajadores desde la Sala de la Barca



Mocárabes del arco de acceso al
Salón de Comares o de Embajadores

En las jambas del arco segundo se abren nichos con arcos rodeados de inscripciones. En las tacas casi siempre se ponía agua como símbolo de hospitalidad, según se desprende de la traducción de las poesías que hay entorno a los nichos.

Alabanza a Dios. Yo deslumbro a los seres dotados de hermosura con mis adornos y mi diadema, pues los luceros descendieron a mí desde sus elevadas mansiones. Aparece el vaso de agua que hay en mí, como un fiel que, en la quibla del templo, permanece absorto en Dios. A pesar del transcurso del tiempo, continuarán mis generosas acciones dando alivio al que tiene sed y albergue al indigente... Tallaron sutilmente los dedos de mi artífice mis labores, después de haber ordenado las piedras de mi corona. Me asemejo al solio de una esposa, pero soy superior a él pues contengo la felicidad de los desposados. A aquél que venga a mi sediento, lo conduciré a un lugar donde encuentre agua limpia, fresca, dulce y sin mezcla. Pues yo soy a manera del arco iris cuando aparece y el sol nuestro señor Abul Hachach.

Las tacas, nichos de mármol o estuco
esculpidos primorosamente en las jambas
de los arcos, servían para poner en ellos
jarros de agua, perfumes de flores

En el arranque del arco, y entre signos cúficos con el lema nazarí, hay esta otra inscripción:

"Alabanza a Dios por los beneficios del Islam. Gloria a nuestro señor Abu l-Hayyay, emir de los musulmanes."
La sala es cuadrada, de 11,30 metros de lado y 18,20 de altura. En la pared de entrada, a ambos lados del arco central, dos alacenas cegadas en el siglo XIX y de nuevo abiertas en 1930, cuentan con modernas puertas de madera. 

Alfiz de alacena del Palacio de Comares donde aparece un texto
reproducido con caracteres cursivos pertenece al cuarto verso del
poema de Ibn Zamrak del seis de la alacena oeste de la
Sala de la Barca: "Tan acostumbrado está [...]"

El suelo parece ser que estuvo pavimentado en mármol, pero hoy lo está con losetas de barro, alternadas con olambrillas de fines del siglo XVI, ocupando el centro un tapete de azulejos de igual época con el escudo nazarí. Aunque otra opinión indica que el pavimento de losetas vidriadas en azul y dorado, con el escudo como motivo central, formaría una especie de alfombra en el centro de la gran estancia, o incluso que cubriera toda la superficie del salón -corazón de la Alhambra, al fin y al cabo—, para hacerlo concordar con la riquísima y expresiva decoración del resto de la obra.

Este tapete de azulejos son de época nazarí


La luz tamizada por los colores de
las comarías se proyectaba sobre un
pavimento azul y dorado del que sólo
quedan algunos restos protegidos por
un cuadro de cadenas en el centro de
la sala; sólo son originales aquellas
piezas en que los azules que contornean
los escudos de la dinastía nazarí van
pintados y planos para no resultar
ásperos a los pies descalzos
(las imitaciones posteriores
a la conquista cristiana
presentan relieves que
imitan los colores)

En el Musoe de La Alhambra, un conjunto de tres piezas sin usar y encontradas en el convento de Zafra, formarían parte de la solería del Salón de Comares, en la Alhambra, coetáneas a la finalización del salón de Comares durante el segundo reinado del sultán Muhammad V (1354-1358 y 1362-1391). Las piezas hubieron de formar parte de un lote que nunca llegó a usarse para su fin original, como demuestran sus esquinas sin vidriar en un área triangular de base curva. Parece ser que las baldosas se cocían enteras y en el momento de colocarlas en el pavimento se les recortaban las esquinas por el límite curvo de la zona carente de vidrio. El hueco entre cada cuatro losetas retocadas permitía acoplar una olambrilla como la núm. 137.

La ornamentación de las tres piezas, a pesar
de estar ideadas para formar parte del mismo
conjunto, tiene algunas diferencias derivadas
de su colocación. La decoración, en azul y
dorado, se aplicó sobre una
cubierta blanca de estaño

La más grande (núm. 138) es de forma cuadrangular, recortada en los ángulos para acoplar olambrillas circulares (núm. 137). Está cuartelada por una red geométrica lobulada. En el cuartel central destaca el escudo nazarí sobre fondo de menudas espirales azules, el mismo que adorna los otros cuarterones, rellenos de palmas doradas, digitadas, dobles y carnosas.

La baldosa triangular (núm. 136) se asemeja en todo a la anterior, pero lleva en el campo central un semicírculo blanco, sobre azul, con epigrafías doradas.

La olambrilla circular (núm. 137) también lleva fondo de espirales azules y sobre ellas el blasón de los nazaríes con una banda blanca, epigrafiada en dorado con el lema de la dinastía "wa la galib ilà Allah ta (y no hay vencedor sino Dios, ensalzado sea)"

Objetos semejantes a estos existen en otras colecciones como el Museo de la Fundación Valencia de Don Juan, en Madrid; el Kunstgewärbe Museum y la sección islámica del Pergamon, ambos en Berlín, y el Victoria and Albert Museum de Londres. En este último se custodia un azulejo completo (núm. cat.: 667-1917) y dos fragmentos de otro (núm. cat.: 1048 y 1050-1892) clasificados erróneamente como procedentes de la Sala de la Justicia.

Regresando al poema, traducido por el Licenciado Castillo que hemos leído anteriormente indica "Edificaste para la religión, en la preciosa cumbre, una tienda de gloria que no necesita cuerdas para su sostén". En verdad la intención es recrear en el interior de la Sala de Comares o Embajadores una tienda como las utilizadas por los nómadas en el desierto. Las cinco ventanas en cada costado de la torre son una reminiscencia de la arquitectura del desierto, cometidos a un constante movimiento por los rayos del sol reflejados en la alberca.

En el Salón de Embajadores comprobamos como la intensidad
luminosa ha ido disminuyendo progresivamente desde el patio
a pleno sol, a la penumbra a través del pórtico y sala de la Barca

También los camarines abiertos en el espesor del muro, de unos 2,50 metros de fondo, que quedaban envueltos en los colores de las vidrieras y coronados con techos formados por vistosos artesonados de madera (de lazo y los centrales en forma de artesa), eran los lugares designados para que se sentaran los dignatarios y personas importantes, que al igual que en las tiendas, siempre eran ocupados en los rincones. Sin embargo, el nicho central del lado norte era el trono en el que se recostaría el monarca para recibir a los visitantes y desde donde poder gozar de las vistas a Granada, del cielo y del agua (que como un espejo se presenta a la altura de sus ojos en el Patio de los Arrayanes) según refiere las inscripciones que corren por encima del alicatado en el mismo camarín: "(...) Yusuf (...) me eligió para ser solio del reino. Ayude a su grandeza el Señor del Trono y Solio divino". interesante destacar la parte final del poema, como indica el arabista José Miguel Puertas Vílchez, porque ahí se dice con claridad que este sitio era donde estaba el trono de Yusuf I. (Esta inscripción la muestro completa más abajo.) 

Las ventanas aparecen hoy desprovistas de las vidrieras de
colores que fueron destruidas por una explosión en 1590
Una de las nueve alcobas del Salón de Comares rompe con la proporción de
la decoración: la sala del rey, que cambiaba de función según la costumbre
nazarí; incluso los salones oficiales eran usados para fines personales
Los colores de los mosaicos de los zócalos son
siempre vivos, que no chillones, perfectamente
equilibrados aunque carezcan del rojo que lucían
las vidrieras

Con la idea de que el monarca fuera contemplado por todos los asistentes, el solio real se colocaba a media braza del suelo. Se trata de un amplio espacio, desconocido y oscuro para el visitante con la imposibilidad de reconocer la figura de la voz del monarca.

Los reyes nazaríes tuvieron su Salón del Trono o de
Embajadores en el hueco de la Torre de Comares
(como aparece representado en la imagen con la
jamuga conservada en el Museo de Carlos V),
señalando el espacio oficial y representativo de
la monarquía, al menos hasta los tiempos de
Mohammed V en que se pudo trasladar a la
Sala de Dos Hermanas según la tesis de
Emilio García Gómez

Desde este punto de la Sala, el monarca
ejercía un cierto poder psicológico sobre
los ciudadanos de la ciudad, los cuales,
se sentirían bajo la mirada protectora
del jefe religioso, político y militar del
reino; por otra parte los embajadores,
desde que se situaban en la puerta de
acceso de la Sala de la Barca, se sentirían
intimidados por la supuesta mirada de
la silueta del rey de Granada, sentado
a contraluz ante una vidriera de colores
y rutilantes dorados


Esta exuberante sala era un balcón
abierto a los tres vientos pues sus
ventanas responden al cierzo y al
mediodía y al poniente, descubriendo
las casas que había en la Alcazaba,
del Albaicín y la mayor parte de la
ciudad de Granada


La cámara central, la del trono, frente a la puerta de entrada esta ornamentada con mayor riqueza y en el alfiz de su arco corre una inscripción coránica, en parte destruida y restaurada que el Padre Echevarría tradujo así:

"Ayúdeme Dios apedreador del demonio. En el nombre de Dios que es misericordioso y tiene misericordia. Ser, DIos, con nuestro Señor Mahoma y su generación, compañía y salvación. Y di: Mi ayuda de la ira de Dios y de todo el demonio que permite rompimiento del infierno; y me libre de las adversidades que me vienen con desventura; y me libre del mal del envidioso cuando se dispone a envidiar. Y no es viva otra divinidad que la de Dios a quien alabar eternamente. La loa al Dios de los siglos."
Observando la alcoba del Trono, se percibe una decoración más compleja
que en las otras dos, con un diseño de formas de gran densidad


El interior de la cámara lo cubre un artesonado de lazo, y sus paredes, con zócalo de bellos alicatados, lo adornan yeserías finamente labradas y la siguiente leyenda:

"Desde mí recibes la salutación que por la mañana y por la tarde te dirigen bocas de bendición, de felicidad, dicha y de amistad íntima. Esta es la cúpula excelsa y nosotros somos sus hijas. Mas para mí es la distinción y la gloria de mi familia.
Soy lo que el corazón es para los miembros, pues estoy en medio de ellos y en el corazón reside la fuerza del aliento y el alma.
Y si existen los signos zodiacales en su cielo, en mí no en las demás se encuentra el sol de la nobleza. Me visitó mi señor, el favorecido de Dios, Yusuf, con una vestidura de esplendor y gloria cual ninguna vestidura
Y me eligió para ser solio del reino. Ayude a su excelsitud el Señor del trono y solio divino."
El monarca nazarí quería parecer enigmático y misterioso en
 un ambiente de semipenumbra donde la figura divinizando la
imagen del sultán con una carga misteriosa e intimidatoria

Las paredes de los otros también camarines ostentan rica decoración y la siguiente inscripción: "La protección, el socorro divino y una victoria espléndida sea para nuestro señor, Abu l-Hayyay, emir de los muslimes. Ayude Dios su poder y haga gloriosas sus victorias." Y rematando la decoración unos zócalos de alicatados.
En los estucos, al igual que en los zócalos alicatados se
aprecia la repetición e importancia de los motivos geométricos

En el alicatado no puede aislarse un elemento del resto ya que es creado mediante procedimientos sucesivos de escala, rotación y saltos de nivel. Los alicatados de las alcobas laterales están elaboradas por repetición excepto la de la alcoba del Trono, que están compuestos por complejas lacerías.

Los alicatados de las cuatro paredes están elaborados con el sistema de lacería

Rodea la sala un zócalo de piedras vidriadas con variadas combinaciones geométricas que reviste hasta las columnas de los arcos centrales y sobre ese zócalo se alza, cubriendo las paredes, una riquísima decoración de atauriques, en la que los elementos geométricos y vegetales se combinan en un perfecto sentido de la oposición de sus formas y con el ritmo más sobrio y elegante. En el Salón de Embajadores la decoración destaca por su intensidad, que originariamente tanto en las paredes como en la cúpula era policromada, siguiendo de abajo a arriba la siguiente secuencia ornamental: alicatados, estucos, madera.

El estuco es la decoración que recubre la mayor parte de las
paredes del Salón de Embajadores, desde el zócalo hasta el friso
decorativo de madera en la parte alta del muro

Los motivos geométricos como se observa en los zócalos donde se aprecia la importancia de las formas geométricas como motivo decorativo en la Alhambra, con elementos que se repiten o entrecruzan generalmente siempre en orden simétrico, que tomando como punto de partida el círculo, dividido mediante polígonos regulares y como unidad su radio, se crean figuras muy variadas.

La madera se utiliza para las grandes puertas, para las celosías que cerraban algunas ventanas, los aleros y sobre todo para la fabricación de la armadura que cubre el techo, siendo los motivos ornamentales los mismos que se ejecutan sobre otro tipo de material, con un acabado, al igual que los estucos y alicatados, es una rica policromía.

La decoración en estuco cubre todas las paredes, desde el zócalo hasta el friso decorativo de madera en la parte alta del muro. El estuco es una mezcla de polvo de mármol, cal y yeso que se moldea fácilmente a mano y con moldes.

La primera zona decorada ostenta cartelas con letreros cúficos que dicen: "¡Oh Dios, para ti la alabanza sin interrupción! ¡Oh Dios, para ti la acción de gracias perpetuamente" y, entre arco y arco, paños decorativos. Remata este primer cuerpo una faja de letra cursiva, y encima otro paño de decoración con caracteres cúficos combinando pequeñas arquerías cruzadas, sobre el cual corren cartelas cúficas con círculos encerrando el lema nazarí y, más arriba, otra zona de entrelazados poligonales. 



Otra faja de inscripción, que dice: "Gloria a nuestro Señor el Sultán monarca guerrero Abu l-Hayyay; gloria por sus victorias", sirve de apoyo a las veinte ventanas que, a través de sus celosías de yeso iluminan la sala, mientras los ángulos los ocupan nuevos paños decorativos con labor de rombos. 

Remata el conjunto otra inscripción cursiva y una cornisa de mocárabes pintados y, encima, reproducida la sura 67 del Corán. Esta inscripción da la clave de la idea que tuvo el arquitecto al construir esta magnífica sala del trono, la más majestuosa del palacio.

"Alá omnipotente creador de los cielos y de la tierra es el único poseedor del Poder."


En la imagen se puede ver un ejemplo de motivos
epigráficos del Salón de Embajadores o Comares
Los motivos vegetales o atauriques de formas estilizadas que consiguen desnaturalizar las formas originales y que están formados por un tallo vegetal que se divide regularmente originando otros tallos secundarios que pueden a su vez multiplicarse o reintegrarse en el vástago central.


Según Fernández-Puertas, el techo fue concebido como la representación simbólica geométrica de los siete cielos del paraíso islámico, con el trono de Dios situado en el octavo cielo -el cubo de mocárabes del centro- y los cuatro árboles de la vida situados en las diagonales. 

El techo del Salón de Embajadores o Comares es una
de las obras maestras de la carpintería nazarí, producido
con piezas de reducidas dimensiones que se ensamblan
como forma básica de unir las distintas piezas
Sobre esta cornisa apoya la cúpula colocada bajo la primitiva bóveda esquifada de ladrillo que protegía la sala. La componen tres series de paños de madera de cedro cubiertos de lacería y un cuarto cerrándolo, con gran cubo de mocárabes en el centro, todo sembrado de figuras estrelladas y tan ricamente pintado que produce la impresión de nácar, plata y marfil. El artesonado está compuesto de ocho mil piezas coloreadas y superpuestas de madera de cedro, formando hasta siete niveles ascendentes, representando los siete niveles de los astros y los siete cielos de la cosmología islámica que coronan el trono de Alá. Los colores blanco, naranja, amarillo, gris irisado, rojo, índigo y azul del artesonado representan la Luna, el Sol, Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno. El techo lo cierra un cubo central de mocárabes que simboliza el sitial de Alá.

El techo del Salón de Comares es una de las obras más destacadas
de La Alhambra, obra de arte de la carpintería islámica, recreando el cielo


Hasta siete cielos tiene que atravesar el alma de un fiel musulmán,
siendo la cúpula de mocárabes el Paraíso, el trono de Alá
Los ápices del techo imitan las raíces del árbol del Paraíso

Esta cubierta de madera carece de función sustentante; por encima hubo una bóveda esquifada de obra, pero su excesivo peso aconsejó desmontarla a finales del siglo XVII. Posteriormente se colocó un tejado a la Torre que fue eliminado a principios del siglo XX. Actualmente se remata con terraza roja aislante.

A través de un estrecho pasadizo, modificado en su disposición original en los tiempos cristianos, se pasa del patio de los Arrayanes a la Sala de Mocárabes del Palacio de los Leones.

Planta baja de la Casa Real de la Alhambra
(por Leopoldo Torres Balbás), donde
se aprecia el plano de la planta baja de
la Torre de Comares

Poco después de la caída del Reino nazarí de Granada, los Reyes Católicos firmaron en este Salón de Comares el Decreto de Expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492. Precisamente, tanto el Palacio de Comares como el Palacio de Los Leones pasaron a ser conocidos como la Casa Real "Vieja", ya que desde Isabel y Fernando se consideraba la esencia de la Casa Real, por lo que eran intocables, esperando a la venida del rey, aunque los monarcas españoles poco la frecuentaron y sin embargo fue mimada en el recuerdo y nunca olvidada.

Las habitaciones superiores de la Torre (hasta cuatro platas)
están construidas en el grosor del muro sur, siendo la mayor
la que se encuentra en la tercera planta, con bóveda de medio
cañón que se adornaría con una armadura de madera y que
posiblemente se utilizarían para albergar dependencias
privadas del monarca, que desde esta posición divisaría
el vecino Patio de los Arrayanes y buena parte de la
ciudad palatina de La Alhambra

Balcones de la Torre de Comares,
de autor desconocido (Nicolás?)
y publicado en París, en el siglo XIX


Torre de Comares vista desde el Albaicín


Proyecto de Torres Balbás para la reparación de
la torre de Comares (alzado y sección) con el estado
previo a 1931 y posterior 



Maqueta del interior de la
Torre de Comares por 
Hito Cultural 


Comentarios

Entradas populares

El legado nazarí por el mundo