Biografías: Iñigo López de Mendoza y Figueroa


Iñigo López de Mendoza y Figueroa fue el segundo hijo del marqués de Santillana, compaginando desde muy jóven (nació en Guadalajara en 1419) las armas con la política y las bellas artes, participando junto a su padre en varias campañas contra el reino de Granada, siendo célebre su combate personal contra el arraez granadino Abenurrax, a quien dió muerte durante el cerco de Huelma (según don Gaspar Ibáñez de Mendoza) en la primavera de 1438.

Como cortesano del rey Enrique IV fue nombrado embajador para el Concilio de Mantua, convocado por el papa Pío II, servicio por el que el rey agradeció con el nombramiento de I conde de Tendilla en 1468, pues diez años antes había recibido por testamento paterno el señorío sobre la villa de Tendilla y los lugares de Aranzueque, Armuña de Tajuña y Fuenteelviejo, a lo que añadió en 1470 la villa de Huete cedida por el rey y por la compra al conde de Medinaceli de la cercana villa de Loranca de Tajuña.

Cuando la familia Mendoza apoyaba la causa de Juana
la Beltraneja, Iñigo fue el custodio y administrador de sus
bienes, en la villa de Buitrago y quien en 1468, clavó en la
puerta de la iglesia de Colmenar de Oreja, donde se hallaban
Isabel y Enrique IV, la protesta escrita contra el reconocimiento
de Isable, como heredera al trono de Castilla

Cuando los Mendoza, dirigidos por su hermano el Cardenal Mendoza, se pasaron al bando de Isabel en 1473, Iñigo actuó de acuerdo con el clan familiar a pesar de sus antiguos vínculos con doña Juana, aunque no participaría en la batalla de Toro en 1476.

Contraería matrimonio con Elvira de Quiñones, hija de Diego Fernández de Quiñones, que aportó al matrimonio la mitad de la villa de Mondéjar. Dos de sus hijos alcanzarían gran notoriedad en el siglo XV: don Iñigo López de Mendoza y Quiñones, el Gran Tendilla y don Diego Hurtado de Mendoza, que llegaría a ser arzobispo de Sevilla y cardenal.

Falleció el 17 de febrero de 1479, en Guadalajara y fue llevado a enterrar con gran solemnidad al monasterio de Santa Ana de Tendilla (Guadalajara), que había fundado él mismo en 1473. A su muerte, recibió sepultura junto a su esposa en el altar mayor del monasterio, bajo un magnífico sepulcro renacentista sufragado en gran parte por su hijo don Diego.

Allí reposarían varios siglos hasta la invasión napoleónica, cuando las tropas francesas saquearon tendilla el 15 de enero de 1809 y profanaron las tumbas de los condes y el monasterio. Las esculturas renacentistas de don Iñigo y doña Elvira serían trasladadas años después a la iglesia de San Ginés (Guadalajara) debido a la desamortización del monasterio en 1845, pero el 22 de julio de 1936 fueron destruidas por milicianos de la columna republicana del teniente coronel Ildefonso Puigdendolas.

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