Hidráulica nazarí


Las técnicas de agricultura y de irrigación utilizadas a partir del siglo IX en Andalucía desarrollan y perfeccionan los métodos romanos de cultivo en terraza y los acueductos y desarrollan las norias que alcanzan un alto grado de perfección.

Documental "Ingeniería Antigua" Cap 7





Granada se convirtio en un paraiso terrenal gracias a la domesticación del agua que sorteaba perfiles y desniveles a través de un sofisticado sistema hidráulico conformado por acequias, canales, pozos, norias, estanques o albercas, aljibes y fuentes. Sistema que en gran parte se ha conservado y mantenido a lo largo de los siglos y cuya huella todavía es posible advertir.

En la Sierra de Viznar, aun se conserva el trazado de la acequia Aynadamar

El agua era venerada por los granadinos musulmanes. Mientras que los cristianos utilizaban el agua sólo para beber, los musulmanes la admiraban y se extasiaban viéndola correr por fuentes y surtidores o mayazib, jugando con las imágenes reflejadas en las albercas, la veneraban purificando su cuerpo y su espíritu según las prescripciones de su religión.

Unos obreros cavan un pozo de ventilación de "qanat", ingenioso sistema de riego inventado
desde la antigüedad por los iraníes: unas galerías
cavadas en varias decenas de kilómetros permitían
recoger el agua al pie de las montañas y
dirigirlas hacia las zonas de cultivo y las ciudades


El proceso del suministro y consumo de agua se podría resumir en tres fases a las que se asocian una serie de infraestructuras.

En primer lugar la obtención del agua para lo que se construyen pozos activados por norias de diferentes tipos y galerías subterráneas o qannat que permiten sacar el agua a la superficie. Otro recurso, utilizado en La Alhambra es la ubicación de una presa o azud. Tras la obtención del agua se almacena para poder utilizarla cuando sea necesaria para lo que se usan los aljibes y albercas, grandes depósitos cubiertos o al aire libre.

Mediante las acequias, el agua es conducida a pilares, fuentes y pequeños aljibes donde era recogida por el usuario final. Ligadas a estas acequias, existía un conjunto de elementos asociados como pueden ser los sifones, acueductos, partidores y cauchiles (pequeñas acequias para el reparto de aguas a menor escala).

Esto es un cauchil que sirve para conducir el agua
de una acequia o canal (también puede ser una arqueta)
y es una palabra que proviene del arabe qawcil


En la ciudad nazarí de Granada había cuatro acequias:
  • La Acequia Real.
  • La Acequia del Tercio, que deriva de la anterior.
  • De origen romano, la Acequia de los Arquillos, con sus dos derivaciones, la del Darro y la del Genil, que guarda relación con el yacimiento arqueológico de la Alberca Rota en un promontorio al noroeste del Cerro del Sol.
  • La Acequia Moderna, del siglo XVI, que aún esta en uso, y que a diferencia de las anteriores, discurre en galería

Señalización de las cuatro acequias nazaríes de Granada en la cara norte del
Cerro del Sol por José D. Lentisco

Las técnicas de extracción de agua, así como las técnicas de explotación de las mismas y su uso en regadío (acequias, norias, albercas, aljibes, etc) fueron uno de los aspectos más desarrollados en la agricultura hispanomusulmanas.

En resumen, el agua en la cultura nazarí, alimenta el cuerpo, el espíritu y la tierra, un elemento fundamental en su cultura. Por ello el paisaje del Poniente peninsular estaba ordenado en base a molinos, norias, acequias y sistemas de regadío, herencia también romana perfeccionada por los árabes y transmitida a las tierras de al-Ándalus. Estos sistemas fueron creados para distribuir las aguas para pastos y riego, según la importancia de cada zona. Pero además de regar la tierra, el agua era utilizada para los baños, ritos y jardines que purificaban el cuerpo y el alma, considerándose un tesoro para la comunidad.

En el barrio del Albaicín y en las inmediaciones 
de la axial calle de San Juan de los Reyes,
hubo varios molinos, cada uno con su nombre,
 accionados por las aguas derivadas del río Darro;
en este paraje estuvo el de menor capacidad de
molturación, de una sóla parada, es decir,
el más pequeño, por lo que el vecindario lo
llamaba "el Molinillo"

Los pueblos procedentes del desierto consideraban el agua como una bendición y así, aprendieron a conducir el curso de los ríos, aprovechando su caudal, a regar los campos y a llenar los patios y los jardines de sonidos acuáticos. A diferencia de las tierras castellanas, con campos de cereales, el reino nazarí se colmaba de huertas con sabrosos frutos y coloristas gracias al aprovechamiento del agua.

La ciudad de Granada contaba en época nazarí con más de un centenar de depósitos subterráneos para el avituallamiento de agua potable para la población, que había sido construidos con ladrillos y argamasa, y cuyas paredes se habían cubierto con una mezcla de cal, arena, arcilla roja y resina de lentisco para impedir filtraciones y putrefacciones. Estaban distribuidos estratégicamente por los diferentes arrabales. El emplazamiento de la ciudad en la confluencia de los ríos Darro, Genil y Beiro, junto con multitud de fuentes en las sierras Nevada y de Harana permitían un fácil suministro, perfeccionado con un sistema de acequias que aprovechando el desnivel del terreno permitían conducir el agua desde un punto elevado a otro de menor altitud.

El aljibe del Rey, en el barrio
del Albaicín de Granada, es uno
de los más grandes de la ciudad
y se estima que fue construido en
época de la dinastía zirí

Del río Darro (Haddarro) derivaban tres sangraderas, la de los Axares, la Romayla y la del Alcotán o Real, que nutrían las dos terceras partes de la ciudad, las correspondientes a la ciudadelas de la Alhambra y el Generalife, y los arrabales de la Almanzora, la Churra y el Haxaris.

Por su parte, el río Genil (Xenil), además de irrigar las tierras de la Vega, mantenía los barrios del Alfajjarín, el Albunest y el Nayed, con la azacaya Alquebira o acequia Gorda y la Ciquia Añcadí.

Por último, la parte alta del Albaicín, los arrabales de la Cauracha, el Rabadasif, la Haratalcazaba y el de los Morabitos, y el caserío cercano a la Puerta de Elvira, se abastecían del manantial de Aynadamar, la Fuente de Las Lágrimas, procedente de la cercana sierra de Alfacar. Una doble red de cañerías de atanores con abundantes alcantarillas, albañales y cauchiles, mantenida por un cuerpo de servidores, los cañeros, cubría las necesidades de aprovisionamiento de la ciudad y el desagüe de las residuales.

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