La guerra de Málaga
Los Reyes Católicos recibiendo a los cautivos cristianos en la Conquista de Málaga (1867) por el pintor Eduardo Cano y que se expone en el Museo de Bellas Artes de Sevilla | ) |
Malaqa no fue la única población del actual territorio de Málaga con entidad urbana, aunque sí la más destacada por su condición de puerto, el más relevante del litoral andalusí junto al de Almuñecar. La importancia comercial de la misma, y la actitud de los nazaríes de defensa a ultranza ante el avance arrollador del ejército cristiano, supusieron un nítido antecedente de lo que sucedería los siguientes años hasta la definitiva conquista del reino nazarí de Granada, última etapa de la reconquista de la Península Ibérica. Esta guerra, fue planteada a largo plazo con campañas dirigidas contra las comunicaciones exteriores del reino nazarí y su capital.
Ciudades como Cártama, Alora, Teba, Cañete la Real, Antequera, Ronda, Fuengirola, Vélez-Málaga, Marbella o Estepona se configuraron como cabezas de territorio, desde donde se recaudaban los impuestos a las numerosas alquerías o poblados y cortijadas. La importancia de estos asentamientos fue cambiando con los siglos, dependiendo de su papel estratégico durante los conflictos entre las distintas dinastías islámicas, y especialmente por su papel de frontera con los reinos cristianos frente al Reino nazarí de Granada.
Ciudades como Cártama, Alora, Teba, Cañete la Real, Antequera, Ronda, Fuengirola, Vélez-Málaga, Marbella o Estepona se configuraron como cabezas de territorio, desde donde se recaudaban los impuestos a las numerosas alquerías o poblados y cortijadas. La importancia de estos asentamientos fue cambiando con los siglos, dependiendo de su papel estratégico durante los conflictos entre las distintas dinastías islámicas, y especialmente por su papel de frontera con los reinos cristianos frente al Reino nazarí de Granada.
Estando los Reyes Católicos en la ciudad de Córdoba, mandaron llamar a todos los capitanes de su ejército para celebrar consejo. Una vez oídas las deliberaciones y visto los votos, acordaron secretamente para que este acuerdo no se filtrase a los nazaríes, que el rey debía dirigirse a Málaga y pones su campamento real sobre esta ciudad, acordándose también, mandar al conde de Castro, capitán mayor de la flota, que pusiese sus navíos cerca de la ciudad con el fin de que esta estuviese cercada por mar y por tierra. De aquel consejo, partió también la idea de tomar primero las villas de Cártama, Casarabonela y Coín, y todos los castillos y lugares de los valles de Cártama y el llamado valle de Santa María porque suponían que si se unían las fuerzas de estos lugares serían una gran resistencia para los propósitos de sus majestades.
Maqueta de barco en el Museo de Vélez-Málaga |
El rey don Fernando envió al marqués de Cádiz con sus tropas a cercar la villa de Coín, y al maestre de Santiago a cercar la villa de Cártama. Estos dos generales se asentaron cerca de las dos villas, y el rey con el resto de las tropas se asentó cerca de la villa de Álora. Terminada la toma de la fortaleza de Cártama y las villas de Benamaquex y Casapalma, el rey envió a su Adalid Gonzalo Arias con un intérprete árabe con el mensaje de hacerle saber a los de Coín la justicia hecha a sus vecinos de Cártama (108 de los principales de la villa fueron ahorcados e hicieron cautivos al resto incluyendo a mujeres y niños que más tarde fueron vendidos), por lo que si no se entregaban al punto sin resistencia, les sucedería lo mismo que a ellos, pero los de Coín hicieron oídos sordos a la advertencia y se pusieron a la defensiva, aunque finalmente se rindieron.
Tras la conquista de varias ciudades malagueñas, el rey Fernando regresa a Córdoba dejando bien protegidos los lugares conquistados: Ronda, Casarabonela, las villas de Monte Corto y Audita, la villa de Junquera y su fortaleza, Tolox, Gaucín, Casares, Montejaque, las fortalezas de Hinzalmara y Cardela. Y entre los años 1485 y 1487, los monarcas cristianos proyectan desde Toledo como continuar la conquista del reino nazarí y para ello reunificaron las tropas. Finalizados los preparativos, regresaron de nuevo a Córdoba, reuniendo de nuevo a todos sus capitanes con el fin de hacer consejo sobre la manera de enfocar la contienda.
Cuando todos los capitanes estuvieron reunidos con sus ejércitos, que serían unos veinte mil hombres a caballo y cincuenta mil a pie según Hernando del Pulgar se decidió cuál ciudad del reino nazarí se deberían conquistar primero ese año. Algunos eran de la opinión de poner cerco primero a Málaga, ya que siendo la capital, luego se rendiría Vélez-Málaga con todos sus castillos y villas de la Axarquía con menor esfuerzo y pérdidas humanas. Otros opinaban que debía ser Vélez-Málaga la primera, porque siendo esta una ciudad asentada entre Málaga y Granada, podrían venir tropas nazaríes desde esta, con lo que se convertiría en una ciudad con una gran defensa militar muy difícil de conquistar. Otros opinaban que si se tomaba Vélez-Málaga, no sería necesario poner sitio a Málaga, puesto que quedaría cercada por todas partes, sin que nadie pudiese salir ni entrar en ella. Finalmente, su majestad el rey decidió que Vélez sería la primera ciudad en conquistar y a ella se dirigió con todas sus tropas el sábado 7 de abril de 1487, con un gran ejército formado por 20.000 jinetes, 50.000 peones, 8.000 soldados de apoyo y la artillería mandada por el mejor artillero del reino, Francisco Ramírez de Oreña (llamado también de Madrid por ser natural de esta ciudad) que se encontraba acuartelado en Écija
No resultó fácil la conquista de Vélez-Málaga, y menos atravesar las sierras hasta llegar a ella, pero al fin después de duras batallas cayó el 27 de abril de 1487 |
Fernando el Católico, antes de salir de Vélez para dirigirse a Málaga, envió un mensajero a los malagueños diciéndoles que el rey de Granada, El Zagal, con su gran poderío, vino a socorrer a los vecinos de Vélez-Málaga y que fracasó ante el gran ejército cristiano, y por ende, enviasen ante él, a algunos diputados para dar forma a más condiciones de entrega de la ciudad; que por su parte les aseguraría sus bienes y daría libertad a la población del mismo modo que había hecho con los de otras ciudades. Pero Hamet el Zegrí, a quien el rey viejo le había encomendado la defensa de la ciudad, contaba para ello con gente de los gomeres que habían venido de África con el fin de defenderla; asimismo, contaba con otra gente que vivían en la comarca y que se refugiaron con sus mujeres e hijos, y todos sus bienes personales.
Llegado el rey Fernando con sus tropas a las cercanías de Málaga, instaló en un principio su real sitio a las orillas del mar, a dos leguas de la ciudad cercano a Bezmiliana, pero como se encontraba a un tiro de pólvora como dice Hernando del Pulgar, mandó trasladar su tienda a otro lugar sobre un cerro fuera de los muros del arrabal tras una cuesta, rodeando a la ciudad por tierra y por mar. Después mandó cargar por el mar la artillería y aparejar todos los navíos de la flota; y el rey con su ejército bien armado, se acercó por tierra y desde su cuartel general ya instalado en el lugar donde más tarde se construyó la ermita de la Virgen de la Victoria, en lo que se llamó huerta de Acíbar, para conquistar primero el arrabal de las puertas de Granada, y más tarde, dirigirse a las murallas que rodeaban a la ciudad con la intención de conquistarla.
Los nazaríes malagueños, al verse rodeados, se armaron y reforzaron la vigilancia de puertas, torres y muros para defenderse con todas sus fuerzas cuando el enemigo decidiera atacar. Era. una proporción de diez cristianos por cada uno de los soldados que defendían la ciudad de Málaga, con muchos cañones y embarcaciones. La incipiente tecnología artillera y la gran importancia militar que dicha artillería jugó en el cerco de la ciudad y su posterior conquista.
La primera confrontación se inició para conquistar un cerro alto cercano al castillo (zona del Camino Nuevo y subida a Gibralfaro) pero los nazaríes, aprovechando la ventaja por estar en la cima, arremetieron contra los cristianos, los cuales tuvieron que huir cerro abajo para no ser abatidos por las saetas que le arrojaban y haciendo sentir a los cristianos defraudados por no poder vencerlos. Así ocurriría sin éxito en varias ocasiones hasta que el comendador mayor y Hurtado de Mendoza, lo intentaron una vez más, sumándose también Rodrigo de Ulloa y Garcilaso de la Vega con algunos hombres a caballo para subir por aquella estrecha pendiente hasta alcanzar la cima del monte, arremetiendo con tan gran denuedo que consiguieron que las fuerzas musulmanas se replegara. al interior del castillo.
A continuación, el conde Cifuente, Juan de Alcaraz y Hurtado de Mendoza, junto a otros capitanes e hijosdalgo de la casa real, derribadas la defensas exteriores de los muros, se acercaron con escalas con intención de saltar al interior pero los nazaríes, empleando pez y resina con lino y cáñamo quemaron las escalas de madera, así como todos los pertrechos que había junto a las murallas, con lo que los cristianos tuvieron que abandonar la lucha. Pero al día siguiente lo volvieron a intentar, por lo que los capitanes malagueños enviaron una gran dotación de guerreros de la ciudad para asistir a los que combatían en el arrabal; a su vez, el rey cristiano envió al duque de Nájera y al comandante de Calatrava para que fuesen con su gente a reforzar las tropas atacantes, llevando consigo más instrumentos de guerra y escalas con las que pudieron subir a las torres y colocar en ellas las banderas de los capitanes, lo que obligó a las fuerzas musulmanas a replegarse al interior de la ciudad, protegida por una gran muralla casi inexpugnable. El cerco se estrechaba.
Los cristianos horadaron túneles o minas a los pies de las murallas con la intención de penetrar al interior de la ciudad por debajo, pero los malagueños se adelantaron horadando la parte contraria para hacerles frente bajo tierra, una lucha encarnizada que duró seis días con la victoria de los sitiados que lograron echar a los cristianos de las galerías y posteriormente derrumbaron y cegaron. Las torres de la Puerta de Granada quedaron desamparadas sin que los cristianos se atrevieran a atacarlas y los malagueños a defenderlas.
Hubo un momento en que los Reyes Católicos estuvieron a punto de abandonar el cerco. Fue en ese momento cuando llegó a Málaga el abad Fray Boil acompañado de once religiosos de su orden, enviado por San Francisco de Paula como representantes de la orden de los Mínimos, con una carta para sus Majestades en la que el Santo les decía:
"Que no tratase de levantar el cerco, porque dentro de tres días de su llegada ha de ser Dios servido que se les entregue la Ciudad en sus manos a la iguala de sus deseos."
En el interior de la ciudad portuaria y ante la desesperante situación, algunos oficiales y mercaderes musulmanes encabezados por el Alfaquí Abrahen Alharíz, junto con Hamete Aben Amar y Alí Dordux decidieron hablar con el alcalde Hamete el Zegrí para solicitarle que le entregara la ciudad al Rey de los Cristianos, a pesar de que el Zegrí había prohibido a toda la población que hablaran con éstos, y menos que negociaran con ellos ningunas condiciones de rendición. Según Hernando del Pulgar, el comité de negociación se presentó al gobernador intentando convencerle con las siguientes razones:
"Te requerimos por el Dios poderoso que entregues la ciudad al Rey de los Cristianos, puesto que no tenemos más remedio que perder la tierra para salvar la vida. Y tú que eres nuestro capitán, no seas más duro con nosotros que nuestro enemigo matándonos de hambre, más que los Cristianos que nos matan con el hierro, porque esta cabezonería nuestra, más parece buscar la muerte que alcanzar la libertad.Observa cuántos de nuestros buenos luchadores han muerto a cuchillo. No quieras tú que el hambre mate a los que quedamos incluyendo a mujeres e hijos, que nos piden pan, causándonos tanto dolor porque no podemos ofrecérselo.Tú sabes muy bien que no podremos defender nuestra ciudad por mucho más tiempo. ¿Acaso crees que son más fuertes nuestros muros de Málaga que los de Ronda? ¿O somos nosotros mejores guerreros que los caballeros de Loja?La fortaleza de Ronda ya se humilló y la caballería de Loja no pudo resistir al poderío de los principes cristianos que con tanto poderío de gente nos tienen cercados y ya no tienen necesidad de pelear con nosotros pues el hambre peleará por ellos. Pero si os sentís tan valiente para defendernos, ¿por qué no salís fuera a pelear con los cristianos, comiendo lo que comemos los demás? ¿Crees que podréis comer si no peleáis allá fuera? ¿O pensáis que podréis pelear si no coméis acá dentro? ¿O pensáis por ventura que padezcamos de hambre con la esperanza de algún socorro?Ya Granada perdió su fuerza. Ya Granada no tiene caballeros ni tiene Rey. Perdió a sus capitanes y perdió su orgullo. Por Dios, no seamos hombres sin sesos, ni esperemos esperanzas vanas.”
Eran hombres de confianza del gobernador pero tanto el Zegrí como otros muchos capitanes nazaríes, confiando en lo que les predicó un hombre que tenían por santo, no quisieron dar oídos a ninguna de las razones expuestas, con las esperanzas de no perder la ciudad si continuaban defendiéndose. Los musulmanes malagueños, decidieron en acuerdos tomados en asambleas, defender la ciudad hasta la muerte pues no querían correr la suerte de sus hermanos de Ronda (conquistada en 1485) o Antequera que tras capitular, fueron objeto de toda suerte de violencia, perdiendo sus tierras, propiedades, derechos y libertades, incluso hasta la identidad.
“Yo haré que la pena que impondré a estos, sea ejemplo para otros, para que no olviden que deben guardar lealtad por la fuerza, cuando no la guarden de buen grado”
Fernando de Aragón ante la rebelión de los moros de Cártama
El capitán Francisco Ramírez de Oreña logró forzar las formidables defensas que protegían al después denominado Puente de Santo Domingo, y que supuso la llave la conquista de la medina por las tropas cristianas, y con ella, la rendición de todas sus fortalezas y la ciudad entera |
Ante el intento fallido de conquistar la ciudad a través de la Puerta de Granada y conocedores los Reyes Católicos de que los malagueños se negaban a rendirse decidieron dirigir sus esfuerzos a la parte más vulnerable de la ciudad, en la parte suroeste de la misma, donde se encontraba un fortísimo puente de cuatro arcos con dos torres muy fuertes, pertrechadas de buena artillería, una al lado del arrabal de Tabbanín en las siete huertas, y la otra al otro lado, en la muralla que protegía a la ciudad, sobre el río Guadalmedina, llamado más tarde Puente de Santo Domingo, puente era tan antiguo que no se conocía el origen de su construcción. Si los cristianos tomaban ese puente, el éxito de la batalla y la toma de la ciudad con menor riesgo de pérdidas humanas estaban aseguradas. Con tal objetivo, el rey Fernando mandó al capitán general de la artillería Francisco Ramírez de Oreña que la combatiera; una vez colocada toda su dotación de guerra lo más cerca que pudo de las torres del puente, intentaron un primer asalto sin éxito ya que las fuerzas nazaríes no dejaban de disparar sus ballestas y espingardas. Entonces el capitán Ramírez decidió utilizar sus armas más mortíferas, las lombardas, pero el grosor de las paredes de las torres eran tan robustas que el fuego de la artillería no podía derribarlas.
Dibujo de Esteban Alcántara representando el puente de Santo Domingo sobre el río Guadalmedina |
Se dice que el capitán general una noche tuvo una visión extraordinaria mientras dormía: San Onofre le manifestó en un sueño que mudase la artillería a otro sitio, en la cima de un cerro y que desde allí organizara su estrategia de ataque, asegurándole que tendría el éxito deseado, lugar que hoy ocupa el Convento de la Santísima Trinidad Calzados, convento que fue dedicado por esto a San Onofre.
A continuación levantaron unas cuantas trincheras frente a la torre que daba al arrabal y emplazó varias piezas de artillería resguardadas con mantas, rompiendo fuego contra ella, al mismo tiempo y con sigilo mando a todos los especialistas, ingenieros, mineros y carpinteros que construyeran una mina que llegase a los cimientos de la primera torre; la cava fue tan minuciosamente proyectada que llevaron el túnel con una exacta precisión hasta debajo de los cimientos, justo en el centro de la torre, y una vez terminado el túnel, colocaron un “cuártago” o cañón boca arriba y bien cargado debajo de la misma fortaleza haciéndolo detonar para partir el centro de la torre y haciendo volar escombros por los aires, obligando a sus defensores a huir a la segunda torre junto a las murallas de la ciudad y que además contaba con un puente elevadizo.
Placa en el actual puente de Santo Domingo en Málaga |
Cuatro días, casi ininterrumpidos duró el combate pues la defensa de la ciudad nazarí dependía de aquel puente. Viendo los cristianos que no podían continuar avanzando por el puente para conquistar la segunda torre debido a la feroz resistencia de los musulmanes, construyeron un baluarte para ir ganado terreno y protegerse de las piedras, saetas y las ollas encendidas de mixto que les arrojaban. En esta cruenta refriega murieron los más valientes capitanes del ejército malagueño, Cidi-Mahomad y Cidi-Abdurrhamen, y herido Ramírez de Oreña en la cabeza, lo que no evitó que llegara el primero a la segunda torre enarbolando sobre lo más alto de la misma el pendón de Santiago mientras la sangre de ambos bandos teñía el cauce del río Guadalmedina.
Convencidos los sitiados en este último combate que no podían vencer las fuerzas del capitán Ramírez de Oreña, se retiraron al centro de la ciudad e intentaron hacerse fuerte en un último esfuerzo y desesperación en la plaza central de la ciudad, llamada de las cuatro calles, (hoy de la Constitución) pero el enemigo continuaba hiriendo e incluso matando a aquellos que desesperadamente pretendían salvar la vida. Mientras desde la alcazaba de Málaga, Hammet el Zegrí, intentaba organizar la defensa de la ciudad. Conquistado el puente y replegados los defensores de la Puerta de Granada (para evitar verse sorprendidos por dos flancos distintos) en la Alcazaba y el Castillo de Gibralfaro, la ciudad quedó habitada sólo por la población civil en su mayoría, que llenos de pánico se refugiaron en la gran mezquita, mientras que Ramírez y sus hombres tomaban posesión de Málaga hasta llegar a las puertas de la única defensa que le quedaría a los malagueños.
Viendo que ya era imposible la defensa se decidió mandar una comisión para tratar con los Reyes Catolicos la entrega de la ciudad. Pedían mantenerse en condición de mudéjares o libre paso a alguna parte de África o cualquier otro lugar con seguridad, pero ya era tarde para pedir. Hasta en tres ocasiones pidieron clemencia pero el Zegrí continuó con sus propósitos y se atrincheró en su castillo de Gibralfaro.
Agosto de 1487 fue un momento triste y doloroso para la población hispanomusulmana de Málaga, cuando se rindió acosada por el hambre (se alimentaron primero de carne de caballo y asnos, y cuero de vaca cocido, también perros, gatos, ratones y otros animales inmundos, así como cogollos de palmeras cocidos, corteza de árboles y hojas de parra picadas y aliñadas con aceite), tras largos meses de asedio y cercos (desde el 7 de mayo hasta el 18 de agosto de 1487), conquistada al final con la ayuda del confidente de los Reyes Católicos, Ali Dordux que rindió la ciudad a espaldas de la corte de guerreros negros, los gomeres, liderados por el gobernador de la plaza Hamet el Zegrí (que fuera también alcalde de Ronda durante su toma por los cristianos), un guerrero de fuerte voluntad, y como soldado un estimable estratega, de gran valentía personal, y capaz de los mayores sacrificios con el único objetivo de defender la ciudad o perecer en ella defendiéndola, algo a lo que no todos los malagueños estaban dispuestos, como por ejemplo los ricos comerciantes y mercaderes representados por Aben Comixa (gobernador en la Alcazaba), Alí Dordux (líder de la medina y que encabezaba el área comercial), el alfaquí Abrahen Alharíz, y Hamete Aben Amar (alcalde de Gibralfaro), entre otros. Hombres inteligentes que conociendo la inferioridad de medios para defender la ciudad ante los cristianos, viajaron a Vélez-Málaga para pactar una rendición honrosa, pacto que fue abordado por el aguerrido capitán el Zegrí.
En Vélez-Málaga se reunieron los líderes de la medina de Málaga para negociar su rendición tras casi cuatro meses de asedio, en agosto de 1487 |
Cuando cayó la ciudad no hubo clemencia por parte de los Reyes Católicos al haber desechado los malagueños en tres ocasiones sus bondades y pensaron que debían ser ejemplarizantes pues aún quedaban ciudades que conquistar. Hizo cautivos a mujeres, ancianos y niños. A los mayores les propuso una alternativa que de hecho era imposible de cumplir. Los varones que quisieran marcharse, tenían un plazo de ocho meses para volver con treinta doblones de oro, o se quedaban en la esclavitud. Pocos fueron los que se marcharon. Para los judíos y renegados quedaban se habían refugiado al abrigo de él Zegrí, el castigo fue terrible.
El sábado 18 de agosto de 1487, firmadas la capitulaciones con los Reyes Católicos, Ali Dordux regresó a la ciudad y al darse cuenta que el alcalde Hamete el Zegrí y sus gomeres se negaban a entregar la Alcazaba en las condiciones pactadas, envió a su hijo Mohammad para requerirles que desistiesen al tiempo que, dando muestras de su lealtad a los conquistadores, portaba el estandarte real, accedió a la Alcazaba junto a su hijo, hasta llegar al puesto donde estaba El Zegrí obligándole a abandonarlo, y abriéndose camino hasta la Torre del Homenaje, formalizó la entrega formal de la ciudad al enarbolar en ella el Pendón de las Armas Católicas en señal de posesión, acción que proporcionó a los Dordux muy distinguidos honores.
Seguidamente Isabel y Fernando mandaron que se enarbolasen en las torres más altas, tres estandartes (el del apóstol Santiago, el del Cardenal Primado y los del rey y la reina) que fueron subidas a la Alcazaba para mostrarlos a todo el ejército.
Después de estos actos, se tomaran todas las armas y artillería de la ciudad así como sus fortalezas, y al mismo tiempo ordenaron que todos los musulmanes fuesen desalojados de sus casas y fuesen encerrados en dos grandes corrales de la Alcazaba que estaban por debajo de las torres. Más tarde, el Rey Fernando mandó "acañaverear" a doce cristianos que abandonando la religión Católica y quemar a todos los conversos que fueron huidos de la inquisición. Pero los monarcas cristianos no quisieron entrar en la ciudad de Málaga hasta que ésta estuviese limpia de cadáveres y malos olores, y que la mezquita mayor, que era una de las mejores del reino nazarí, estuviese consagrada al verdadero Dios de los Ejércitos, para dar en ella las gracias por tan insigne victoria. Esta mezquita que fue lugar de culto de los malagueños musulmanes durante setecientos setenta y tres años, fue destinada para iglesia catedral, nombrándose como titular a María Santísima de la Encarnación, de la que los Reyes eran muy devotos. Una vez realizados todos estos mandatos, hicieron su entrada pública en la ciudad el día siguiente de su conquista, 19 de Agosto, partiendo desde sus reales tiendas y pabellones en glorioso cortejo hacia la triunfante entrada en la ciudad por la Puerta Antigua de Granada. Precedía la procesión la imagen de Nuestra Señora de los Reyes, a la que le dieron este título por haberla llevado los monarcas siempre durante su conquista. Llevaban en la comitiva como trofeo los quinientos cautivos que encontraron en la ciudad atados con grillos y cadenas. La procesión recorrió todas las calles de la ciudad terminando en la recién consagrada Catedral a la que donaron la imagen de María Santísima de los Reyes como joya de su mayor aprecio.
Rendida Málaga, en septiembre del año 1487, los Reyes Católicos vuelven a Castilla, marchando posteriormente a Zaragoza, Valencia, Orihuela y Murcia, donde se detienen muy entrado el año 1488 para emprender campaña de primavera contra la parte oriental del reino nazarí, que daría como resultado la sumisión de Vera, los Vélez, Huéscar y muchos otros pueblos y castillos del reino de Granada.
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