Biografía de reyes: Yusuf I (1333-1354)

Predecesor: Mohammed IV
Sucesor: Mohammed V

Yusuf I caracterizado en el documental de National Geographic
titulado Superestructuras Antiguas: La Alhambra


Bajo el reinado de Yusuf I, y posteriormente bajo el de su hijo Mohammed V, el reino nazarí de Granada alcanzó su máximo esplendor. La arquitectura nazarí alcanzó la perfección durante su reinado. Refiriéndose a las construcciones de Yusuf I, Ibrahim Ibn al-Yayyab compuso los siguientes versos en los que alude a los jardines que realzan su belleza: “Construyó magníficos palacios que nos hacen recordar al Paraíso por sus jardines. Sus torres sobrepasan a las estrellas, alcanzándolas en el firmamento. Un jardín donde el nombre del príncipe se mantendrá perenne en cumplimiento de sus esperanzas”

Para datar los palacios y edificios que integran La Alhambra
no poseemos otros datos que los que nos facilitan las
inscripciones que ostentan y el análisis estético de la
obra, pero ocurre que a veces, los reyes nazaríes 
restauraron palacios o salones de palacios
construidos por sus predecesores y la inscripción 
en que se alude al monarca que los mandó
construir fue sustituida por otra laudatoria al
que ordenó su restauración 


Se desarrolla el arte y la cultura, se construyen en la Alhambra el Cuarto de Comares  (Salón de Embajadores, patio de los Arrayanes, etc.), la Puerta de la Explanada (llamada de la Justicia), la Torre de la Cautiva, la de los Siete Suelos, los Reales Baños, y otras obras que hoy en día han desaparecido, mientras que en la ciudad baja se edifican la madraza (madrisa o universidad), la mezquita mayor (actualmente se encuentra la iglesia del Sagrario junto a la Catedral), el funduq (llamado Corral del Carbón), etc. 

Vista de la Alhambra y Granada desde El Sacromonte 
al atardecer

Imitando a su rey, la nobleza granadina se establece en  palacios de refinada arquitectura, por este motivo, un escritor árabe llegó a decir que "Granada, en los días de Yusuf, era un vaso de plata lleno de esmeraldas y jacintos".

Vista de la Torre de Comares desde el Paseo de los Tristes, 
que comenzó su construcción bajo el reinado de Yusuf I

Yusuf subió al trono tras el asesinato de su hermano Mohammad IV, tramado por los  Abi-l-Ulá. Los Abi-l-Ulá, simulando ser ajenos al crimen y con el propósito de ganarse la voluntad del nuevo rey, proclamaron en las afueras de Algeciras (Al-Jazira) el día 25 de agosto de 1333, al infante Yusuf, hermano del difunto monarca. Granada acogió la proclamación favorable, a pesar de que Yusuf era menor de edad, pues sólo tenía entonces quince años y ocho meses. En los comienzos de su mandato manifestó gratitud hacia los Abi-l-Ulá que le habían elevado al trono, designando a Abú Zábit caudillo del ejército del Sur, jefe de su estado mayor. 

Durante su minoría de edad, su abuela materna, Fátima, hija del rey Mohammed III, fue su mentora. Era una mujer con talento y gran experiencia. Siguiendo sus consejos y los deseos de los cortesanos que le rodeaban, nombró ministro a Ibrahim Ibn Abd al-Barr, pero pocas semanas después, en octubre de 1333 lo sustituyó por un personaje de mucha más categoría y cuya intervención en los negocios de Estado habría de influir poderosamente en la prosperidad del reino: el cristiano renegado Abu al-Nuayn Ridwan, el cual había ejercido ya el visirato durante el reinado del difunto hermano Mohammed IV. Sería visir ddurante dos años con un dominio total de la hacienda y diplomacia, pues su iniciativa y deseo renovador eran del agrado del rey nazarí.

Los historiadores musulmanes dedican a Yusuf I hiperbólicos elogios. Cultivó las ciencias y amó apasionadamente las Bellas Artes, sabiendo atraer a su corte a los más conspicuos intelectuales de su tiempo. De su Diwán al-insá formaron parte literatos eminentes como Ibrahim Ibn al-Yayyab (quien desempeñaría durante algún tiempo la jefatura de aquella oficina) o Abd Allah ben al-Jatib) padre del célebre polígrafo Ibn al-Jatib), Mohammed ben Chuzá al-Kalbí, poeta y prosista de depurado estilo, y el propio Ibn al-Jatib, eminente polígrafo, poeta, gran historiador y científico, cuya correspondencia cancilleresca, obras históricas y prosa rimada le sitúan como el primer intelectual de la Granada nazarí. 

El mismo Yusuf I cultivó la poesía y al-Maqqari nos ha conservado alguna de sus composiciones poéticas: “Todo el mundo comprende mi adoración por esos bellos ojos que, al abrirse, dislocan a la gente. Sus rabillos son como afilada espada de la India. Y aunque reina la paz entre nosotros, esa espada ha herido mi corazón”. El citado historiador tunecino cuenta que durante una de sus expediciones bélicas por el campo de Gibraltar, improvisó estos otros versos: “La noche que era tranquila se ha tornado inquieta y la tropa guarda silencio porque desconoce el porvenir. Será recompensada con otra noche de amor que llenará de regocijo al amante. Los soldados no pueden esquivar el combate, pero se sienten atraídos por la de ojos chispeantes y hechiceros, de estrecha cintura, centro de florecido jardín. Brindemos con generoso vino cuando finalice la noche, con ese vino que embriaga a los jinetes y hace que se tambaleen sobre las cabalgaduras”.

Partidario de la paz, pactó una tregua con Alfonso XI de cuatro meses y al año siguiente otra de cuatro años con Castilla-León y los mereníes, estipulando que no pasarían tropas del norte de África a la península, excepto para relevar a las guarniciones mercenarias en Granada.

Mientras el poder acumulado por el hayib Abu al-Nuayn Ridwan despertó envidias y recelos. Sus enemigos sembraron malquerencias sobre la adquisición de su patrimonio y algunos alfaquíes reprobaban su origen cristiano. El ambicioso tío de Yusuf I, Ali ibn al-Mawl, frustrado por no haber conseguido el puesto de hayib, extendió la difamación entre los consejeros del monarca hasta conseguir que cayera en desgracia. Persuadido, Yusuf I ordenó arrestar a Abu al-Nuayn Ridwan, y su puesto ocupado por Ali Ibn al-Mawl, uno de los errores más grandes de su reinado.

En el tablero bélico de aquel tiempo, Granada era una pieza codiciada por el sultán de Fez, Abu-l-Hasan Alí y por Alfonso XI de Castilla. El deseo de arrebatar el dominio del Estrecho a los granadinos, provocó que la última tregua de Castilla no se renovase al concluir en el año 1338. Los meriníes ambicionaban la invasión de la Península Ibérica y contaban con un poderoso y aguerrido ejército. El príncipe Abu-l-Malik, primogénito del sultán de Fez mandaba las tropas meriníes destacadas en la Península, logrando dominar el Estrecho de Gibraltar con la flota africana, facilitando el paso de nuevos e importantes contingentes militares.

En 1339, fue destacado el cerco de Yusuf I a Siles (Jaén), para volver a apoderarse de las plaza de alrededor -que habían sido conquistadas entre 1239 y 1242 por el Maestre Pelay Pérez Correa-, pero fue liberada tras la batalla en que participó Alonso Meléndez de Guzmán viniendo desde Úbeda.

Por su parte, los mereníes, con la excusa de ayudar a los nazaríes en la protección de Gibraltar ante los ataques castellanos, se establecieron en aquel territorio y el príncipe Abu-l-Malik, se comportaba como si fuera el amo y señor de la ciudad, estableciendo cabezas de puente que facilitaban el paso del Estrecho a los contingentes militares africanos.

Mientras que duró la paz con entre Granada y los reinos cristianos, Abu-l-Malik, saltándose la tregua, atacó la frontera occidental de Castilla, arrasando a sangre y fuego la comarca de Jerez. La tropa merení, acampada a orillas del río Barbate, fue sorprendida en plena noche por los cristianos quienes se hicieron con un enorme botín de armas y provisiones; con rapidez y fiereza, los africanos fueron degollados junto a su lecho. En la sangrienta refriega perdió también la vida el príncipe Abu-l-Malik. La noticia de su muerte exasperó a Abu-l-Hasan quien aceleró los preparativos para la invasión, acrecentando su ya poderoso ejército mediante levas, y reforzando su flota con la construcción de nuevos navíos y la colaboración de las escuadras de Ifriquiya y Génova.

La corte merení del sultán Abu al-Hasan hizo los preparativos de guerra, al igual que las naves aragonesas, que se situaron frente a Tarifa en el año 1339. La escuadra musulmana, formada por ciento cuarenta barcos de guerra compuestos por una coalición de mereníes, granadinos y hafsíes de Túnez derrotó a la aragonesa comandada por Jofre Tenorio (quien murió en la acción) en la batalla naval más grande de aquel tiempo, el 1 de abril de 1340. El paso del Estrecho quedaba libre para que Abu-l-Hasan pudiera trasladar su ejército sin obstáculos a la Península.

Alfonso XI, que reinaba en Castilla, advirtió el peligro que amenazaba a la península y tomó la iniciativa atacando simultáneamente la frontera norte del reino granadino y los distritos que poseían los meriníes en el occidente andaluz. Ante la presión cristiana de la zona, el rey merení Abu-l-Hasan Alí cruzó a la península en persona el 14 de agosto de 1340 para ayudar a Yusuf I, proclamando la Guerra Santa. Al desembarcar en Salobreña, Yusuf, que era un gran coleccionador de alhajas, le regaló al soberano africano un par de babuchas con decoración en pedrería. Mientras, Aragón y Castilla consiguieron implicar a Alfonso IV de Portugal, a los que se unieron otros muchos caballeros extranjeros.

Pero Yusuf I no estaba tranquilo ya que conocía las apetencias del sultán de Fez por dominar Al-Ándalus, mirando con ojos codiciosos al reino de Granada. Los generales africanos se comportaban como auténticos reyezuelos que se dedicaban a hacer la guerra por su cuenta en correrías en busca de botín.

Grabado de la batalla del Salado tomado de un
manuscrito del monasterio de Guadalupe, Cáceres



Africanos y granadinos pusieron sitio a Tarifa, plaza del Estrecho que se hallaba en poder de Castilla, y en cuyo asedio se emplearon piezas de artillería que los musulmanes llamaban anfat. Mientras tanto Alfonso XI convocó en Sevilla a prelados, caballeros y nobles del reino, acordando socorrer Tarifa, y solicitando el auxilio militar de Portugal y Aragón, declarando a su vez guerra de cruzada la lucha contra los musulmanes. Una poderosa escuadra coaligada de naves castellanas, portuguesas y aragonesas se adueñó del Estrecho impidiendo el paso de tropas y aprovisionamientos desde África. 

Entretanto, Alfonso XI y el monarca portugués Alfonso IV con sus fuerzas militares y las aragonesas marcharon sobre Tarifa con propósito de levantar el cerco que la plaza resistía heroicamente. Una vez establecidas la posiciones por ambos bandos, el 30 de octubre de 1340 se produjo la batalla del Salado (aunque los historiadores musulmanes citan esta acción como la Batalla de Tarifa), cerca de Tarifa, el 30 de octubre de 1340, en la que la coalición islámica fue derrotada. Abu-l-Hasan Alí, humillado por la derrota regresó al Magreb, donde poco después sería destronado por su propio hijo.

La victoria de los cristianos desmoralizó al mundo musulmán (marcando la última invasión africana y el fin de la influencia meriní en Granada, pues los meriníes retiraron definitivamente sus pretensiones sobre la península Ibérica)  y extendió su entusiasmo entre el cristianismo. Alfonso XI, rey de Castilla se apresuró a enviar al Papa Benedicto XII una embajada con valiosos regalos extraída del botín procedente de los mereníes, así como veinticuatro presos que portaban las banderas de los vencidos.

Con el viento soplando a su favor y aprovechando que el ejército nazarí estaba destrozado, agravó el tormento de los granadinos apoderándose de otras plazas fronterizas. A finales de 1340, los cristianos cercan Alcalá la Real, escudo defensivo de Granada con el reino de Jaén y que controlaba de una importante ruta comercial. Ni Yusuf, ni su gran visir, el cristiano renegado Ridwan, como tampoco el general de las tropas nazaríes Ozmín consiguieron aprovisionarla ni romper el cerco, por lo que el 15 de agosto de 1341 la ciudad tuvo que rendirse. Días después lo harían Priego, Carcabuey, Rute y la torre Matrera. Los expulsados de Alcalá fueron asentados en Moclín mantuviendo su deseo de revancha. Luego vino la batalla de Palmones y finalmente la toma de Algeciras en 1344 tras un largo sitio.


En 1371, Enrique II ordena la
construcción de la Capilla Real
en la Mezquita-Catedral de Córdoba
para dar sepultura a Alfonso XI y Fernando IV

El rey Alfonso se alía con Francia al comienzo de la Guerra de los Cien años y firma una tregua con Yusuf I, pero una vez finalizada dicha tregua, pone sitio a Gibraltar hasta morir víctima de la peste el 26 de marzo de 1350. En tanto duran las exequias de su enemigo, el rey nazarí determina luto y la paralización de las hostilidades. Por la Crónica de Alfonso XI sabemos que "los moros que estaban en la villa et castiello de Gibraltar, despoés que sopieron que el Rey don Alonso era muerto, ordenaron entre sí que ninguno non fuese osado de facer ningún movimiento contra los christianos, ni mover pelea contra ellos. Estovieron todos quedos et dezían entre ellos que aquel día muriera un noble rey y gran príncipe del mundo." Con la muerte del rey, los castellanos parlamentaron con los musulmanes, quienes accedieron a que las fuerzas cristianas se retirasen pacíficamente.

En la imagen, el contraste entre los
diferentes combatientes islámicos
que acudieron a la campaña
de asedio a Tarifa: nazaríes,
benimerines y guerreros
africanos yihadistas


A pesar de la derrota del Salado, Yusuf I se cubrió de gloria por la resistencia que opuso ante el hostigamiento de las tropas cristianas a Gibraltar, además de alejar a los mereníes de los asuntos internos del reino nazarí. Aprovechó la ocasión para vengar el asesinato de su hermano, y tras la derrota de Tarifa, ordenó a la guardia palatina que detuviera a Abú Zábit y a sus familiares, los Abi-l-Ulá acusándolos de mantener una relación secreta con Castilla. Este ataque sorpresa a los conspiradores de su hermano les impidió resistirse y fueron conducidos a la alcazaba de Almuñecar, desde donde embarcarían al exilio en Túnez.

Se firmó de nuevo una tregua por diez años, que Yusuf I aprovecharía para reorganizar su reino, dejando su defensa en manos de su general Ozmín. El rey nazarí se mostró como un astuto administrador y reformador, proporcionando un corpus considerable de reglamentos y leyes. Impulsó la enseñanza islámica y fundó la madraza, una de las de más prestigio del mundo musulmán, donde se formarían los funcionarios que servirían en su corte, donde también se instalarían bajo la protección real numerosos sabios el ya mencionado Abu al-Nuayn Ridwan y el historiador Ibn al-Jatib, que influyeron tanto en asuntos internos como en las relaciones exteriores.

Doble dinar o dobla de oro a nombre de Yusuf I, sin ceca y
sin fecha, conservada en el Museo de la Alhambra de Granada

No disponemos de ninguna imagen para saber como era físicamente Yusuf I, llamado Abu-l Hayyay, pero por los escritos de la época, sabemos que era muy culto, generoso, de modales gentiles y afable, de belleza varonil y muy fuerte, su cutis era claro y llevaba la barba teñida de negro, lo que aumentaba la gravedad y majestad de su porte.  Ibn al-Jatib nos lo describe de la siguiente manera: "Era de tez morena, naturaleza fuerte, de buena figura y mejor carácter. Mostraba dientes centelleantes, ojos grandes, cabello negro y lacio, espesa barba, hermoso rostro y clara voz que se escuchaba con agrado. Su noble figura y su extremada belleza le hacían sobresalir entre el resto de la gente. Dios le dotó de extraordinaria inteligencia, sano juicio y buen criterio. Ingenioso y meditativo, sabia prever el futuro. De natural pacífico, procuró mantener buena amistad con todos los monarcas de su tiempo. Amaba el arte y en especial le fascinaba la arquitectura. Gustaba vestir con elegancia; era aficionado a coleccionar armas y adornos y poseía cierta habilidad para la mecánica".


La Puerta de La Justicia o de La Explanada
fue construida bajo el reinado de Yusuf I
la etapa de mayor grandeza arquitectónica 
del arte nazarí de Granada 

Los últimos años de su reinado transcurrieron en la más absoluta tranquilidad (aunque siguieron sucediéndose algunos hechos de armas poco relevantes a lo largo de la frontera entre moros y cristianos favorables a uno y otro bando) hasta que el 19 de octubre de 1354, el día de la Ruptura del ayuno (Ayd al-Fitr) Yusuf marchó desde su palacio a la en la mezquita de la ciudad palatina de la Alhambra para dirigir la oración. Cuando estaba a punto de terminar el rezo y el monarca se encontraba prosternado, un esclavo negro de las caballerizas del rey se acercó a él y le apuñaló.

La conmoción fue enorme. Los cortesanos recogieron el cuerpo sangrante del sultán y lo trasladaron a su palacio a donde llegó agonizante, falleciendo cuando le colocaban en su alcoba. La guardia que había detenido al asesino demente no pudo impedir que fuera descuartizado por la multitud que se abalanzó sobre él.

El mismo día que fue asesinado, los granadinos proclamaron rey de Granada a su primogénito Mohammed V, heredando un reino próspero y floreciente, libre de influencias extranjeras. Yusuf I fue enterrado en el Rawda Real de la Alhambra tras solemnes y sentidas honras fúnebres. Moría un rey que quería hacer de Granada una ciudad floreciente, ampliando palacios, edificando calles y casas, lugares públicos que la engrandecieran.

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