Barrio del Mauror

Desde la actual Puerta Real hasta Cerca de Torres Bermejas se encontraba la Puerta del Sol, la Bib Mauror de los nazaríes o Puerta de los Carpinteros, destruida en 1867 y que cerraba el barrio del Mauror. Esta puerta perdió su importancia al construirse la muralla del barrio de los Alfareros (hoy barrio del Realejo), conociéndose con el nombre de Harat al-Qasaba la parte del Mauror lindera con este otro barrio. Sin embargo continuaba manteniendo su mercado especializado en carpintería que desprendía el aroma del pino recién cortado, a la encina, a las doradas virutas del olivo, al blanco serrín del chopo que espesaba el aire, y el olor del cedro que siempre se imponía sobre los demás.


Ubicación del barrio del Mauror o "Rabad Mawrur" al pie de Torres Bermejas
según el plano de 1910 de Luis Seco de Lucena


El barrio del Mauror, ocupado por los judíos desde antes de la ocupación islámica de la ciudad (cuando el emperador romano Vespasiano manda destruir el Templo de Salomón en Jerusalén en el siglo I, llegó a Granada un contingente de esclavos hebreos con la tarea de batear el río Genil y el Cerro del Sol en busca de oro), contaba con su propia mezquita y baño público llamado de los Gomérez o del Mauror, destruidos a comienzos del siglo XVI. La Granada de los judíos se ubicaba en la colina de levante. El agua se trajo del río, por una derivación aguas arriba del Darro, en una acequia de más de una legua de largo, para que así se pudiera seguir la costumbre judía de recitar las oraciones junto al agua. 

Por tanto, el barrio del Mauror era el antiguo barrio judío de la ciudad de Granada -la Garnata Alyehud Garnata al-Yahud o la Granada Judía (además la granada ha sido un símbolo semítico porque tiene exactamente 613 granos, el mismo número de preceptos judíos o mitzvot que reúne la Torá), por el gran número de familias hebreas que vivían allí- término acuñado por el viajero árabe Al Razy, historiador y geógrafo de finales del siglo X, quien escribió una obra conocida como "Crónica del moro Raxys". Tradicionalmente se ha supuesto que el barrio judío de Granada se encontraba en lo que hoy conocemos como barrio del Realejo -según el profesor granadino Manuel Gómez-Moreno, el nombre de Realejo se debe a las huertas reales que existían en este lugar y donde los monarcas nazaríes solían pasar épocas de descanso-. El Mauror, al sur de la Alhambra, con vistas a la inmensa mole de Sierra Nevada (Yabal Sulayr), donde se veían casas y palacios suntuosos, habitados en su mayoría por comerciantes, políticos, filósofos y poetas judíos, los grandes sabios de al-Ándalus que huyeron de Córdoba a la caida del califato con el cambio de milenio, buscando la belleza, la riqueza y la tolerancia de una ciudad increible como Granada, donde casi la mitad de la ciudad era judía en el siglo XI -quizá cinco mil familias hebreas vivían en ella-, manejando todo el dinero.  

Porque el judaísmo no es sólo una religión, es una cultura, un pueblo, una tradición, una expresión de identidad; si bien para convertirse en cristiano o musulmán, basta con desearlo de corazón y recibir el bautizo o la agigab  (para formar parte de la fe musulmana solamente se necesita que una persona recite el credo musulmán que dice: “No hay más Dios que Allah y Mahoma es su enviado” ante dos testigos expresando su voluntad de ser musulmán), pero es muy difícil volverse judío si no lo eres de sangre. No basta con pedirlo.

Durante la dinastía Zirí, la ciudad de Granada partida por el río Darro dividía a las dos comunidades religiosas, unida por prolongación de la Calle Elvira hasta Rodrigo del Campo en dirección norte-sur. Sobre el monte Mauror se levantaba ya el barrio donde residió Samuel Nagrella, que a pesar de su religión judía accedió al puesto de visir de dos reyes agarenos, Habus y Badis de la dinastía Zirí, cuando Granada era uno de los reinos de Taifas en los que se desmembró el califato omeya de Córdoba (Qurtuba). En el periodo zirí, y bajo el próspero mandato del visir judío Semuel ibn Nagrella, las dos Granadas, la de los judíos y la de los musulmanes, progresaron mucho, aunque eso sí, cada una siguió con su creencia por separado y nunca se mezclaron. Fue una época de esplendor en lo económico y de paz social, donde la población crecía sin obstáculos y la taifa de Granada dominaba extensos territorios. Hasta la noche del sábado 31 de diciembre de 1066 en que el pueblo de Granada atacó a la población judía por las rencillas de poder del visir José ibn Nagrella, convirtiendo el rico barrio del Mauror en escombros sucios y humeantes. Un desastre, una catástrofe para la ciudad zirí.

Ibn Nagrella (Córdoba, 993 - Granada,1055)
llegó a convertirse en persona de confianza del
soberano zirí de Granada, siendo nombrado nagid
 (dirigente religioso de la comunidad judía),
 destacando como poeta y estudioso del derecho
 judío, además de ser conocedor de ciencias
 como las matemáticas o la astronomía


Fragmento de un friso de yeso procedente del
Carmen del Mauror con decoración epigráfica
cursiva y motivos entrelazados vegetales de
hojas de palma que se conserva en el
Museo de la Alhambra




La Garnada al-Yahüd era un barrio que
se encontraba junto a las torres Bermejas
o Hisn Maurür para los judíos


Los judíos de al-Ándalus estaban culturalmente arabizados y eran políglotas, y muchos de sus grandes literatos escribieron en árabe. Su nivel intelectual era elogiada por los intelectuales árabes; en unas circunstancias políticas frágiles en los reinos taifas, los pusieron a la cabeza de la Administración de Albarracín, Almería, Sevilla, Granada y Zaragoza, ejerciendo como visires y secretarios, lo que suscitó envidias y críticas.

Escultura en la calle Molinos (Granada)
dedicada a Yehuda ibn Tibon (1120-1190)
patriarca de los traductores, médico,
filósofo y poeta


Durante la permanencia en la Península de almorávides y almohades, los judíos fueron sometidos a una vigilancia brutal y a conversiones forzosas, condiciones que cambiaron durante el periodo nazarí, siendo considerados buenos comerciantes, médicos y cirujanos. En la capital granadina destaca el rabino Ibn Dannan, quien escribió un diccionario hebraico-árabe, antes de emigrar a Fez al ser conquistada Granada en 1492.

En el Reino de Granada perduraron los judíos hasta su final conquista cristiana. En la propia Granada se concentraban en la Antequeruela, pero también hay documentadas juderías en otras partes del reino nazarí, como en Almería, Málaga, Baza, Guadix, Ronda, etc. A finales del siglo XV se calcula su número en unas mil quinientas personas, una exigua minoría respecto a la población total del reino que hacia 1480 contaba con trescientos mil habitantes. La mayoría de los judíos granadinos eran artesanos, comerciantes y prestamistas que tenían que vivir en barrios separados, les obligaban a ir identificados en el vestido (bien un gorro amarillo o una pieza de tela, y las mujeres una campanilla para anunciar su presencia) y pagaban impuestos extraordinarios.

Yusef ben Verga, cronista sevillano sefardí del siglo XV, escribió junto a Yehudad y Salomón ibn Verga (su padre) La vara de Juda (Shevet Yehudad), editado en 1554, revelación sobre algunas violencias y persecuciones que sobrevinieron al pueblo de Israel. Muy interesante es una anécdota que en él se cuenta:

“Vivía en Granada un médico del rey llamado Isaac Amón, de bendita memoria. Todos los días iba al palacio real a tratar a sus pacientes y a aconsejar a su rey Muley Hacén. Un día vio en la plaza a unos musulmanes que se estaban peleando. Isaac era prudente y quiso volverse atrás pero no pudo. Al llegar allí uno de los musulmanes que miraban le reconoció, y dijo a uno de los que peleaban:
—¡Por la vida de nuestro Profeta, deja a tu compañero y no le persigas!
El que estaba peleando no le hizo ni caso. Entonces volvió a exclamar:
—¡Por vida del médico del rey! ¡Deja el paso libre!
Entonces lo dejó.
Inmediatamente se reunieron todos los musulmanes, y comentaron:
—¡Qué pena! ¡Fijaos hasta dónde ha caído nuestra religión! Le han jurado por la vida de nuestro Profeta, y no ha hecho ni caso, y cuando le han recriminado por la vida de un judío, entonces le ha dejado. Los judíos han levantado la cabeza hasta colocarla más alta que la de nuestro Profeta. ¡Levantemos nuestras espadas hasta exterminarlos!
Entonces los musulmanes de Granada tomaron sus espadas y atacaron a los judíos que tanto habían conseguido medrar en su ciudad y en su Reino.
Los principales huyeron a refugiarse al palacio real, donde el rey les protegió.
Los pobres, muchos de ellos, murieron y otros huyeron de Granada.
A partir de aquel día los judíos principales de Granada, especialmente los médicos, cuando caminaban por la ciudad, trataban de pasar desapercibidos para no concitar las iras del pueblo.”

¿Sabías que actualmente, a los habitantes del barrio del Realejo se les conoce como greñúos? De hecho, a la Virgen de la Misericordia que procesiona en Semana Santa también se le conoce como "la Greñúa", por asimilación del apelativo popular con el que son conocidos los realejeños. Este apelativo proviene de la naturaleza semita del barrio, habitado por los granadinos judíos a los que se les llamaba greñúos por las melenas rizadas que solían lucir.

Con la caída del Reino nazarí de Granada, los Reyes Católicos no tardan en firmar el Decreto de Expulsión de los Judíos en marzo de 1492 (unos veinte mil en la ciudad de Granada), ordenando la enajenación de sus bienes, el derribo de sus casas y sinagogas para facilitar la instalación de los santuarios católicos, por lo que poco queda de ese pasado cultural y religioso que habitó el barrio durante siglos.

En la calle Pavaneras
aparecieron durante unas excavaciones
unos azulejos judaicos que fueron
colocados en el patio señorial de
este edificio

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