Casa de los Mascarones

Recuerda una lápida que "En esta casa
 tuvo su paraíso en el siglo XVII el poeta
granadino Don Pedro Soto de Rojas. Julio 1926"

En el centro del Albaicín, por la calle de Soto de Rojas y de Pagés se llega a la del Agua, frente a la que se encuentra la Casa de los Mascarones, nombrada así por los mascarones o caras grotescas que decoran su pequeña fachada y célebre por haber sido la casa del poeta don Pedro Soto de Rojas, elogiado por Cervantes y Lope, gran amigo de Góngora y Canónigo de la Colegiata del Salvador, donde fue enterrado en 1658.


Carmen de Soto en el siglo XVII,
Casa de los Moras en el XVIII y 
Casa de los Mascarones a partir
del siglo XX principalmente


Este conjunto de casas moriscas fue adquirida por el poeta en diferentes etapas durante las primeras décadas del siglo XVII. A partir del año 1632, con los solares y edificios acumulados, había levantado una nueva casa conservando parte de la estructura original, había mantenido otra con pocos cambios y, así mismo, había procedido al derribo de las de menor entidad, haciendo de ella un gran jardín que, adornado profusamente de fuentes, estatuas, pinturas y flores, describe su obra "Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos".

El gran ajimez o balcón de madera
cerrado por celosías es un recuerdo
de los muchos que existieron en la
Granada nazarí
Tenemos más de un testimonio de las excelencias de ese carmen de Soto; las palabras de Francisco Henríquez de Jorquera en el siglo XVII son elocuentes para hacernos una idea de tanta belleza en sus "Anales de Granada":

"Y tenga el primero lugar el afamado jardín y casa de recreación, el del canónigo Soto en el Albayzín, frontero de la justa y Colegial de San Salvador, cuyo hermoso y vistoso cuadro es a donde se pasma el entendimiento con tantos artifícios de fuentes, adornados de tantas y tan vistosas ninfas de alabastrinas piedras, que sólo pudo el primor de su dueño disponer maravilla tan grande, a donde el granadino curioso deseo, se disponga a verle. Y por no detenerme digo que es una de las quintas de mayor ingenio, sutileza y artificio deste parayso español".
Tras la muerte del poeta, la casa fue vendida por albaceas de éste en la segunda mitad del siglo XVII. Después cambió de manos y cayó en el abandono hasta ser adquirida por el escultor José de Mora que traslado a ella su taller, conociéndose durante mucho tiempo como Casa de los Moras en el siglo XVIII.

La fachada sur de la
Calle Pagés posee una
portada enmarcada en
arco de herradura que
no es la original, pues
da acceso directamente a la
sala baja de ese lado, rompiendo
la tradición andalusí

En la actualidad, la vivienda mejor conservada del conjunto, corresponde con el número 20 de la Calle Pagés; el acceso principal a la vivienda se encontraba en la crujía oeste, a través de un espacio de proporciones no aptas para llamarlo zaguán. Se trata de una casa peculiar en su tipología, consecuencia del proceso histórico de su formación. Presentaba en planta baja tres crujías en torno a un patio: norte, oeste y sur, siendo la primera de ellas doble. Sólo el lado norte presentaba pórtico y las galerías se abrían al patio en planta alta en los lados norte y este. Este último lado lo ocupaba una crujía de grandes dimensiones pero que ha sufrido varias reformas a lo largo de su historia. Tras cruzar la puerta de la vivienda, se hallaba la escalera en el ángulo noroeste del patio, con un desarrollo quebrado y estrecho en cuatro tramos.

Actualmente el carmen se
encuentra dividido en dos
viviendas anexas, con el
jardín original convertido
en taller de carpintería y
en un gran aparcamiento de
vehículos con entrada por
la Placeta de las Estrellas
A continuación se abría el patio con una superficie de 31,2 metros cuadrados. Sólo la crujía norte conserva la estructura original, pues la sur fue modificada y la este completamente rehecha. La decoración de las fachadas hacia el patio se completa con restos de yeserías que enmarcan vanos y puertas. La planta baja del lado norte tiene un pórtico apoyado sobre dos medias columnas de ladrillo en sus extremos y canes tallados con aves estilizadas. Encima se abre una galería con baranda de balaustres rectos y cuatro pies derechos con zapatas decoradas con aves similares a las del piso inferior.

La portada de la sala baja norte conserva un arco angrelado sobre el que se abren tres ventanitas con celosías. La estancia se compone de una parte central flanqueado por dos alhanías delimitadas mediante arcos de yeso. Del mismo modo, se diferencian estos tres espacios por sus alfarjes, pues los dos laterales están unos cincuenta centímetros por debajo del nivel central.

A la sala alta norte se accede desde la galería por una puerta enmarcada por un arco de yesería y tacas en los laterales. Su techo es una armadura de par y nudillo con limas dobles o moamares y dos tirantes pareados con labor de lazo. Los pares, nudillos y tirantes iban agramilados y pintados en blanco, rojo y negro.

Antigua postal con
una imagen del patio
de los mascarones


El almizate está decorado en la parte central (donde actualmente falta una piña de mocárabes que en su día debió existir) y en los extremos. El resto del almizate lleva alfardones sencillos formando hexágonos alargados y con flora estilizada pintada. Las alhanías se cubrían con alfarjes sencillos de vigas agramiladas y pintadas en el centro con decoración de soga.

La crujía este es fruto de la reforma, quedaba en planta baja cerrada al patio excepto por una puerta situada en el ángulo noreste del mismo. Por sus proporciones se deducía que originariamente debía de haber existido otra ordenación del espacio. En la planta baja hay una galería y, cerrando la crujía al espacio, dos ventanas geminadas, similares a las que aparecen en los frentes sur y oeste del patio.

En el callejón sin salida
que da a la portada de la
otra vivienda, muy modificada
y subdividida en el interior,
se encuentran los mascarones
que dan nombre al conjunto

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