Exposición "Los Baños en al-Ándalus"

Entrada en la Casa de los Tiros
donde se encuentra la exposición
"Los Baños en al-Ándalus" que
finaliza hoy


“Baños hubo siempre en el mundo por todas las provincias, y si en algún tiempo se quitaron de Castilla fue porque debilitaban las fuerzas y los ánimos de los hombres para la guerra. Los naturales deste reino no han de pelear, ni las mujeres han menester tener fuerzas, sino andar limpias; si allí (en los baños) no se lavan, en los arroyos y fuentes y ríos, ni en sus casas tampoco lo pueden hacer, que les está defendido, ¿dónde se han de ir a lavar? Que aun para ir á los baños naturales por vía de medicina en sus enfermedades les ha de costar trabajo, dineros y pérdida de tiempo en sacar licencia para ello” 
(Núñez Muley, Granada. 1567)
Hoy finaliza la exposición “Los baños en al-Ándalus” que comenzó el 4 de diciembre de 2019 y que se encuentra en la Casa de los Tiros en Granada, organizada por la Junta de Andalucía. Lo cierto es que en general se conservan hammam andalusíes en mejor o peor estado en la práctica totalidad de la Península Ibérica y pertenecientes a todas las épocas, desde el período emiral (los vestigios arqueológicos más antiguos de baños se remontan al siglo IX) hasta el período nazarí. Los hammam son una de las construcciones andalusíes que menos alteradas han llegado a nuestros días y en mayor número. Ello se debe a su rígida edificación: los muros de las zonas húmedas debían ser gruesos y bien construidos para aguantar el calor y la humedad, así como las características y pesadas bóvedas con las que estaban cubiertos. Por este motivo las salas mejor conservadas son precisamente las de las zonas húmedas, habiéndose perdido en muchos casos los espacios correspondientes a la zona seca y de servicio: entrada, sala de reposo, zona de horno, etc.

Incluso hay baños que fueron construidos en ciudades ya conquistadas por los cristianos, realizados por mudéjares o moriscos, dependiendo del momento. Tal es el caso del palacio de Tordesillas (Valladolid) o los baños del Almirante en Valencia. Si atendemos a su número son casi cien los hammam andalusíes que conocemos solo a nivel arqueológico (a nivel documental son muchos más). Aunque están distribuidos por todo el territorio peninsular destaca por encima de todas las demás provincias la de Granada, en donde se pueden contabilizar más de una treintena.

Cuando surge el Islam y se expande a partir del siglo VII, los primeros musulmanes adoptan gran parte del conocimiento, las formas e instituciones de las nuevas tierras conquistadas. En los dominios del imperio bizantino, la tradición del baño se perpetuara a comienzos del siglo VIII en los baños que construyen los primeros califas omeyas en Oriente Medio, en los llamados “castillos del desierto” como Qusayr Amra, Jirbat al-Mafyar, Qas al-Jayr al-Garbi, etc.

Pinturas murales del baño de
Qusayr Amra (Jordania) siglo VIII

Las thermae y balnea romanos, que a su vez remontan su origen al mundo heleno, son los claros precursores del hammam islámico. Aunque el hammam tiene un uso religioso, comparte con los baños romanos su función como espacio social e higiénico. La estructura arquitectónica de los baños en al-Ándalus también sigue el modelo de los baños en la Antigüedad. Presentan cuatro salas: apodyterium (sala de descanso y vestuario), frigidarium, tepidarium y caldarium (salas fría, templada y caliente respectivamente). A ellas habría que añadir la zona de horno.

El sistema de calentamiento utilizado por el hammam -basado en la construcción de un hipocausto- es análogo al de los baños de la Antigüedad Clásica. Consistía en un sistema de calentamiento del pavimento mediante la creación de una estructura inferior conectada al horno, formada por pilares de ladrillo de aproximadamente 50 o 60 centímetros de altura sobre los que descansaba el forjado. Estos pilares formaban unos pasillos en el subsuelo por los que circulaba el aire calentado por el horno, que posteriormente podía dirigirse hacia las paredes mediante una serie de tubos verticales (cuniculi) instalados tras ellas, de modo que por una parte caldeaban los muros y por otro facilitaban la salida de humo al exterior. 

La purificación espiritual que se hace en el baño por cuestiones religiosas conlleva también tanto la limpieza del cuerpo como la conservación de la salud y la prevención de enfermedades. A los baños se acude aún en los países norteafricanos como un espacio de placer y diversión en el que se desarrolla la vida social, con un marcado carácter lúdico antes de los momentos fundamentales de la vida, como es el matrimonio. 

Añadiendo la función religiosa a la social o higiénica, el uso de los baños se extendió por toda la cuenca mediterránea con la expansión islámica. La necesidad de realizar las abluciones mayores al menos una vez a la semana para purificar el cuerpo antes de la oración de los viernes hace imprescindible la asistencia a los baños, convirtiéndose en uno de los edificios fundamentales en toda ciudad musulmana, algo que sucede en al-Ándalus, donde se construyeron baño públicos, privados y reales.

Casas de baños de los musulmanes en España (Madrid, 1904)
 incluye probablemente el primer inventario de baños andalusíes
 realizado en España, elaborado por Rodrigo Amador de los Ríos

El baño o hammam fue uno de los edificios comunes a todos los asentamientos humanos en al-Ándalus (siglos VIII-XV). Tan importante era que en aquellas ciudades de nueva creación, las primeras construcciones que se mandaban edificar eran la mezquita y el baño, como sucedió por ejemplo en Badajoz y Uclés. El número de baños en las ciudades daba muestra de su importancia; las fuentes andalusíes hablan de 300, 600 e incluso cerca de 4.000 en Córdoba en diferentes momentos, cifra claramente exagerada. Su emplazamiento era muy variado: en las proximidades de las arterias principales de la ciudad, cerca de las mezquitas, junto  las puertas de entrada a las medinas, en los arrabales, junto a las zonas gremiales, en complejos palatinos. Tanto en los núcleos rurales como en los urbanos el acceso al agua condicionaba en muchos casos su ubicación, pues debían estar próximos a ella. Para el abastecimiento hidráulico se empleaban diferentes medios: si el agua se hallaba en un nivel freático cercano (ya sea en pozos, ríos, etc) se podía elevar por medio de norias (como en el caso de los Baños de Ronda) o aceñas, podían surtirse del agua que manaba de fuentes naturales, o bien podía ser captada en diferentes puntos más o menos alejados de la ciudad y posteriormente distribuida por toda la medina mediante una red de acequias de la podía llevar directamente a los baños o bien a aljibes desde los que se conduciría a ellos por medio de atanores de barro. Este es el caso de la ciudad de Granada: la acequia de la ciudad abastecía el baño del actual colegio de las Mercedarias, la acequia de Axares al Bañuelo y la de Aynadamar a los ubicados en el Albaicín. Una vez en el baño, el agua se dirigía o bien a la pila de agua fría o a la caldera, de la que pasaría ya caliente mediante atanores a la pila correspondiente. El agua empleada llegaba mediante un sumidero a una atarjea que la sacaba al exterior, junto a las aguas sucias de las letrinas.

Croquis con la distribución
de las aguas de la acequia
 de Aynadamar y otras
que surten Granada
Aunque hay diferentes tipos de baños en al-Ándalus dependiendo de su ubicación o sus usuarios (públicos, privados, áulicos, rurales, urbanos, etc) en general presentan una estructura que responde a un modelo claro. En todos ellos se distingue una zona húmeda y otra seca. Tanto las salas húmedas del baño como la de reposo solían presentar decoración. Habituales serían las pinturas murales, zócalos alicatados, columnas y capiteles de mármol, lucernas cubiertas por vidrios de variados colores e incluso, en los más lujosos, surtidores y esculturas -algunas de procedencia romana-, si atendemos a los relatos de las fuentes escritas. En la zona seca se encontraban, según el caso, el zaguán, las letrinas y la sala de reposo o vestuario, en árabe bayt al-maslaj. Esta última era normalmente de mayor tamaño que las demás. La zona húmeda la solían conformar tres salas: al-bayt al-barid o sala fría, al-bayt al wastani o sala templada y al-bayt al-sajun o sala caliente. Esta era la más próxima a la zona del horno y la caldera y estaba calefactada por el hipocausto y las chimeneas embutidas tras sus muros. En ella podía haber dos piletas, una con agua caliente y otra con agua fría, de las que los bañistas la extraían en pequeños recipientes o baldes. Dentro de la zona húmeda, la sala templada era la más amplia y en la que más tiempo pasaban los bañistas. Junto a la sala caliente se encontraba la zona del horno, caldera y leñera, separada de aquella por un fino tabique para que el calor y el vapor generado por horno y caldera pudieran pasar. 

Muchos debieron ser los baños
existentes en Granada y la Alhambra
si atendemos a las fuentes escritas, los
hallazgos arqueológicos y los baños
que aún se conservan

Los baños estuvieron en uso hasta fechas posteriores a la conquista cristiana. En el Reino de Granada no fue hasta 1567 cuando se prohibió definitivamente la asistencia a ellos, por lo que el uso de los baños va mucho más allá del período andalusí, e incluso se siguieron construyendo en ciudades y complejos cristianos, como es el caso del palacio de Tordesillas. Su abandono viene determinado por la prohibición de los baños ante el problema morisco, para que abandonaran sus costumbres se dictó “que no se bañaren en los baños artificiales y que los existentes los destruyeran”. Sin embargo el destino de muchos baños de al-Ándalus no fue su destrucción, aunque su uso fue modificado. Muchos se convirtieron en almacenes, en viviendas, establos, talleres… llegando a nuestros días con su estructura más o menos identificable. Durante el siglo XIX viajeros, artistas e intelectuales dirigieron su mirada hacia estos edificios, imbuidos por las corrientes orientalistas de la época. En las últimas décadas se ha producido un gran interés por ellos, restaurándose, rehabilitándose y permitiendo su visita la público en numerosos casos.

Mapa de España con la ubicación
de los baños andalusíes catalogados
Con la expulsión de los moriscos en el siglo XVI, los baños cayeron en desuso en la Península Ibérica, aunque continúan siendo frecuentados en el mundo islámico. Comparando los usos y las formas de muchos baños que siguen en funcionamiento en el Norte de África, nos sorprende la similitud con los que se conservan en nuestro territorio, ayudando a intuir como sería su día a día. 

La costumbre del baño ha estado presente en el norte de África y el Mediterráneo Oriental desde la época romana. Tras la expansión del Islam a partir del siglo VII los baños se convirtieron en un elemento común en todas las ciudades islámicas. En Argelia por ejemplo, la construcción de los baños a partir del siglo XV sufrió una importante evolución, debido por una parte a las técnicas que llevaron consigo los moriscos que abandonaron la Península Ibérica, así como a la gran influencia que sobre ella ejerció el imperio otomano. Los baños, tanto del norte de África como en al-Ándalus, han dado nombre a calles, puertas, puentes, localidades, etc.

La tradición del baño en el norte de África y Oriente Medio sigue aún viva. Esta cita de J.D. de la Rada y Delgado en su obra Viaje a Oriente (1878) bien pudiera ilustrarnos este fragmento: “los baños turcos son grandes edificios cerrados por cúpulas que cubren un amplio patio, adornado en el centro con una fuente; patio que tiene alrededor anchas galerías (…) en las que están dispuestos pequeños lechos donde el bañista se sienta o se recuesta. La cúpula que cubre el patio, como las bóvedas de las habitaciones destinadas al baño, reciben la luz por aperturas en forma de estrellas, lo mismo que las que se conservan en los baños árabes que aún quedan en Granada, sobre todo en los ya casi destruidos de la Carrera del Darro (Baños del Nogal), adjuntos al hospital árabe (Maristán), que allí existió, y en el patio de la Alhambra”.

Aunque los baños recibían luz del exterior mediante las características lucernas de formas geométricas (estrellas, hexágonos, octógonos, etc) ubicadas en las bóvedas y que cubrían con vidrios para controlar la temperatura y la iluminación, también se reforzaría con el uso de pequeños candiles, como los hallados en las excavaciones del baño del Palacio de Villardompardo -del siglo XI y reformado en época almohade), en el barrio de la Magdalena, en Jaén.

Azuejo de cuerda seca procedente del
Baño del Palacio de Villarpardo, Jaén
Por norma general, los baños en al-Ándalus eran frecuentados por hombres y mujeres, aunque con horarios distintos para que nunca pudieran coincidir. En el hammam los hombres solían cubrirse de cintura para abajo con paños o toallas. Asistiendo a los bañistas había trabajadores del baño que realizaban masajes o tareas de limpieza y afeitado. Estas costumbres han estado vigentes en los baños del norte de África en el siglo XX donde aún hoy en día se mantienen en uso en numerosas ciudades de la orilla sur del Mediterráneo.

Aunque los textos jurídicos andalusíes aconsejaban que la mujer no debía frecuentar el baño, lo cierto es que sí iban a los hammam, convirtiéndose estos edificios para ellas en espacios de evasión y reunión. En algunos baños el horario de tarde les estaba reservado a ellas. El tratado de hisba de Ibn ‘Abdun sobre la Sevilla del siglo XII, hacía especial énfasis en evitar que los hombres pudieran tener contacto alguno con ellas, incluso los que trabajaban en el baño: “el recaudador del baño no debe sentarse en el vestíbulo cuando este se abre para mujeres, por ser ocasión de libertinaje y fornicación”. La mujer utilizó los baños como espacio de relajación y relación, intercambio social, higiene y arreglo corporal. En 1717, la esposa del embajador británico en Constantinopla, Lady Mary Wortley, opinaba que estos espacios eran para las mujeres unos formidables centros de esparcimiento, ocio no vigilado y libertad. 

Bain árabe à Grenade de
Jean-Lubin Vauzelle. París 1802
Algunos viajeros románicos, como Laborde o Taylor denominaron el patio de los Arrayanes como “patio de los baños de la Alhambra”, e incluso incluían en ocasiones a personajes bañándose en la alberca del patio.

Sección de la sala de los baños
(Baño de Comares de la Alhambra)
De la obra The Arabian antiquities old Spain
James Cavanah Murphy, Londres 1815

En teoría la desnudez total en el baño estaba prohibida, no obstante si atendemos a las fuentes escritas es evidente que sí se practicaba la desnudez en el mismo. Así describía el granadino León el Africano a principios del siglo XVI a los bañistas de un baño de Fez: “Entra la juventud al baño enteramente desnuda, sin sentir vergüenza por ello, pero la gente de más edad y de cierta importancia lo hace cubriéndose con unos lienzos”.

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Piedra pómez y aplicador de kohl procedentes
 de los baños de Ronda en Málaga (siglo XIV)

Los asistentes a los baños
solían taparse con una toalla
o paños, evitando ir
completamente desnudos
Cuando accedían al baño, los bañistas empleaban zuecos de madera para proteger los pies del intenso calor que el hipocausto proporcionaba al pavimento de la sala caliente, así como para evitar deslizamientos debido a los restos de jabón y otros aceites empleados en el aseo personal. En los baños andalusíes, como en Oriente, los bañistas calzaban zuecos o alcorques (del árabe al-qurq) con gruesa suela de madera o corcho y una tira de cuero que la sujetaba al empeine. Los cuencos para contener agua, el jabón (elaborado a base de aceite de oliva y ceniza de madera) y la piedra pómez eran habituales. El malagueño al-Saqati en el siglo XIII lo indicaba de la siguiente manera: “los mozos del baño dejarán sus piedras pómez, con las que raspan los pies de la gente, todas las noches con agua y sal… lavarán sus almaizares (paño que se envolvían sobre la cintura) con jabón todas las tardes”. Para la limpieza y blanqueamiento dental los autores andalusíes no refieren el uso de la corteza de raíz de nogal.

Los ungüentarios y esencieros permitían
controlar la cantidad de líquido a
verter debido a sus pequeñas
dimensiones y estrechos cuellos

En al-Ándalus, al igual que en el resto del mundo musulmán, aceites y ungüentos eran utilizados en los baños. Entre los perfumes andalusíes el agua aromática más utilizada era la de rosa. Junto con otras fragancias como el mirto, el lirio, la naranja amarga, la violeta, el narciso o el tomillo. El rey zirí Abd Allah en el siglo XI nos refiere en sus Memorias la existencia de baños en Madinat Ilbira.

Sería habitual la figura del barbero y del masajista en los baños andalusíes, mencionados por el sevillano del siglo XII Ibn Abdun en su tratado hisba, obra que regulaba el funcionamiento del zoco: “los bañeros, los masajistas y los barberos no deben circular por la casa de baños sino con calzones y zaragüelles”. Así mismo indicaba que se debían cumplir una serie de medidas que garantizaran la limpieza de los baños: “las pilas de los baños públicos deben estar tapadas, porque si quedan al aire no se podrá evitar que se ensucien, siendo así que estos lugares han de ser limpios por definición”. Las pilas servían de contenedores de agua de los que se extraía individualmente con un pequeño recipiente y, no como bañeras, ya que la limpieza se hacía mediante el vapor, la sudoración y las friegas, y no mediante inmersión -aunque hubo excepciones- salvo en los baños de aguas minero-medicinales que se usaban como remedio terapéutico. Eran muy considerados en al-Ándalus lo baños termales -denominados hamma, palabra que aún perdura en el topónimo de Alhama en diferentes localidades españolas- por sus propiedades terapéuticas.

Este tipo de calderos eran utilizados tanto
 para extraer agua de las pilas como para
el transporte de los instrumentos y productos
empleados en los baños (jabones aromáticos,
pinzas, útiles para la depilación, alheña, aceites
corporales de oliva, almendra, manzanilla, nenúfar, etc.
La conexión del hammam con la medicina ha sido muy directa. Se conservan numerosos textos andalusíes que inciden en este aspecto. El visir granadino Ibn al-Jatib en el siglo XIV enumeraba las abundantes ventajas terapéuticas del baño, entre otras: “reblandecer el cuerpo, abrir los poros, eliminar la suciedad, reducir la plétora y las ventosidades, evitar la fatiga y preparar el cuerpo para ingerir alimentos (…) El baño proporciona al cuerpo los mismo efectos que el vino, es decir, alegría y goce, de ahí que observes como un gran número de personas cantan cuando se bañan”.

Una de las salas de la exposición en
la Casa de los Tiros, Granada

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