Tesoro del Puerto de Santa María: la dobla de Mohammed XII, Boabdil

Dobla de Mohammed XII, Boabdil a las
que los castellanos llamaban doblas porque
seguían la tradición almohade de acuñar
monedas con el mismo peso de los dinares
en tiempos del profeta, que corresponden al
doble de la moneda califal

Hoy he asistido a la charla ofrecida en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, titulada "Sobrevivir a al-Ándalus: monedas andalusíes en el Museo Arqueológico Nacional" y que se engloba en el marco de actividades  derivadas de la exposición "Las Artes del Metal en al-Ándalus" que durará hasta el 26 de abril de este año.

La charla estuvo dirigida
por Paloma Otero Marín
quien pertenece al departamento
de Numismática del MAN

En 1933, en la campiña de Cádiz, a la altura de la desembocadura del Puerto de Santa María, apareció este tesoro entre los residuos de las labores de dragado de la desembocadura del río Guadalete. Se trata de un interesante conjunto de monedas de oro. Parte de este hallazgo fue adquirido por el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) mientras que el resto se dispersó. Entre estas monedas se encontraba una veintena de doblas granadinas (una dobla nazarí equivalía a 107 maravedíes y un maravedí a 16 euros actuales). Una de ellas es la pieza aquí descrita, excepcional ejemplo de las escasísimas emisiones del rey nazarí Abu ´Abd-Allah Muhammad ibn ´Ali ibn Sa´d, o Muhammad XII, más conocido como Boabdil en las crónicas cristianas. Su circulación en fechas posteriores a 1492 se justifica por la magnífica calidad de estas acuñaciones, con las que el Reino de Granada hizo frente a su intenso comercio exterior.

El tesoro fue datado entre 1500 y 1505 por la presencia de algunos excelentes reformados de los Reyes Católicos, acuñados tras la promulgación de la Pragmática de Medina del Campo de 1497, y atribuido al naufragio de un navío, que bien podría haber sido portugués, por la gran cantidad de cruzados que contenía el hallazgo (Mateu, 1934), o italiano, por el alto porcentaje de piezas italianas y catalano-aragonesas (Balaguer, 1992). Esta última hipótesis dse vería reforzada, además, por la existencia de ducados húngaros porque este tipo de moneda fue introducida en la Península Ibérica a través de mercaderes italianos, sobre todo genoveses, que gozaban del privilegio del libre tránsito en el Reino de Castilla y cuyo papel fue trascendental en el comercio del Mediterráneo occidental.

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