Pago de Aynadamar

Recreación hipotética del Pago de Aynadamar
en época nazarí 

La zona donde hoy se levanta el Campus Universitario de La Cartuja de Granada fue un espacio habitado desde el origen de la ciudad, donde se han hallado silos excavados en la roca que luego fueron convertidos en basureros, junto con una necrópolis, probablemente por un cambio de funciones del propio espacio, mostrando al final los primeros indicadores de islamización típicos de la Vega de Granada. Estos restos estarían relacionados tanto con el hábitat tardoantiguo y emiral identificado en el Albaicín, como con el asentamiento de la misma cronologia localizado en Nivar, y quizás con algún camino que vertebró el poblamiento entre ambos. En el siglo IX este espacio fue abandonado coincidiendo por el poblamiento de La Vega de Granada hasta la fundación de Garnatha en época zirí y sobre todo el desarrollo de esta área periurbana ya en época nazarí. El primer indicador de la reorganización del poblamiento en el espacio inmediato a Madinat Garnatha lo tenemos en la configuración de la acequia de Aynadamar como sistema de abastecimiento hidráulico de la ciudad desde el siglo XI, dando nombre al conjunto de tierras de sus alrededores, conocidas simplemente como Pago de Aynadamar a partir del siglo XV, si bien originariamente son citados al menos tres pagos distintos: Ainadamar, Manfrox y Almachachir.

Los primeros documentos escritos describen el entorno de Granada densamente poblado por almunias y carmenes, 
entre ellos eran especialmente afamados los que existían 
en la zona de Aynadamar, topónimo que se refiere a uno 
de los territorios regados por la acequia homónima, el 
situado poco antes de la entrada del agua en el 
Albaicín a la altura de la Puerta de Fajalauza

El trazado de la acequia de Aynadamar por el límite más
alto del Campus creaba una frontera entre dos paisajes muy contrastados: los terrenos secos y deforestados por encima
de la cota de la línea de agua y los valiosos campos de
cultivo poblados por olivos y frutales situados por
debajo de ella

Los terrenos del actual Campus, en el núcleo del antiguo Aynadamar, fueron tierras puestas en cultivo de huertas y frutales en los últimos tiempos de al-Ándalus, salpicadas de viviendas que se citan como ostentosas, en las que el agua jugaba un papel fundamental por su función productiva agrícola y ornamental. Estas casas son citadas como cármenes o almunias, un tipo de residencia con espacio agrícola anejo, en ocasiones cercado, que se dedica especialmente a parras y vides. Estas viviendas se estructuraban en una red de parcelas productivas de entidad y dimensiones variadas, con un promedio en torno a los diez marjales (0,52 ha) y, cuyos propietarios fueron mayoritariamente de extracción urbana, algunos tan notables como Ibn al-Jatib, y que aparecen ya con seguridad desde 1334 según el reparto de aguas del Beiro.

Sumidero nazarí (R. 3781 Museo de La Alhambra)
procedente del Carmen de Aynadamar (Granada)

El famoso viajero Ibn Battuta, que lo visitó en 1350, hablaba de él como "una colina donde se admiran huertos y jardines, sin que ninguna otra ciudad pueda enorgullecerse de algo similar" y, apenas una década después, Ibn al-Jatib en sus textos la describe de la siguiente manera: "Su situación es maravillosa, con huertos admirables, vergeles sin par en cuanto a la templanza de su clima, la dulzura de su agua y el panorama que se divisa. Allí existen alcázares bien protegidos, mezquitas concurridas, suntuosas mansiones, casas de sólida construcción y verdeantes arrayanes. Allí gastan alegremente sus dineros las gentes desocupadas y no escatiman cuanto emplean en sus adquisiciones, rivalizando en ello gentes de fortuna, por un tiempo servidores de la dinastía, hasta que (tales mansiones] llegaron a ser maravillas de la tierra y prototipos de belleza. Este lugar es celebrado en las composiciones de inspirados poetas, tanto de entre sus moradores como de entre sus visitantes". El mismo Ibn al-Jatib tenía en Aynadamar un alcázar celebrado por su maravilla, con varias qubbas y un gran estanque con un pabellón en el centro con techo de cristal. El tiempo ha dejado pocos testimonios de las riquezas que mencionan los textos árabes y solo el gran Albercón del Moro y los restos asociados a él, con vestigios de enormes muros y de las torres que tenía en sus cuatro esquinas, nos recuerdan que, en efecto, hubo allí ricos alcázares propiedad de la aristocracia nazarí. Está situación debió mantenerse a la llegada de los cristianos, cuando Jerónimo Munzer, el viajero alemán que en 1494 visitó la Granada recién tomada, escribe: "Al noroeste, en extensión de más de una legua es incontable el número de casas y huertos, debido a que los moros son amantísimos de la horticultura y en extremo ingeniosos, tanto en las plantaciones como en las artes de riego". 

Las excavaciones arqueológicas han permitido investigar estas construcciones en varios puntos del Campus, algunas difíciles
 de interpretar por haber sido destruidas por acciones posteriores como una balsa moderna al norte de la Facultad 
de Farmacia, o los restos que han emergido en las mas 
recientes excavaciones en el entorno del Albercón 
del Moro en la parte superior del Campus

El Albercón del Moro, en Cartuja, pasó de ser
 un campo de cultivo en el siglo XVII, a
recuperarse como estanque en 1889, y
actualmente funciona como depósito de agua
potable desde 1985, con una cubierta sostenida
 por pilares y una fina lámina decorativa de
agua en la superficie

Sin embargo, documentos de archivo del siglo XVI reflejan el notable deterioro del sitio pues aunque en las Capitulaciones se respetaban las propiedades de los musulmanes, el lugar se abandona, poco a poco hay un trasvase de tierras a manos de los nuevos habitantes cristianos, que se acelera a mitad del siglo y finalmente es absoluto tras el levantamiento morisco de 1569 y la consiguiente expulsión de los moriscos del Reino de Granada. El Apeo de los pagos regados por la acequia de Aynadamar que hizo el licenciado Loaysa, justo después de la expulsión, en 1575, hace un fiel retrato de la nueva realidad: fincas, sistemáticamente denominadas como cármenes, de pequeño tamaño, la mayoría entre cuatro y ocho marjales; casas abandonadas, algunas directamente arruinadas o caídas; cultivos destinados a plantaciones domésticas. Ya en esa fecha las propiedades son de cristianos nuevos que aprovecharon la situación para acaparar tierras a bajo precio.



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