Caballeros moros y moriscos en las cortes cristianas

La guardia de moros o moriscos en la corte castellana de Juan II o Enrique IV, como de la aragonesa de Alfonso III o
Pedro IV fue necesaria para proteger los intereses de
estos monarcas por la independencia de los caballeros
que la integraban en los asuntos de los estados castellanos

Acabo de terminar de leer un estudio que cayó en mis manos por casualidad, "Caballeros en la frontera: la guardia morisca de los reyes de Castilla (1410 – 1467)" escrito por Ana Echevarría Arsuaga para la Universidad a Distancia. En él desarrolla profundamente un aspecto poco conocido de la Historia Medieval, como son los caballeros moros y moriscos en las cortes cristianas.

Los primeros reyes nazaríes fueron aburguesados y de musulmanes tenían solamente lo indispensable para ser tolerados por sus súbditos. Los propios historiadores árabes acusan la influencia cristiana sobre el reino granadino. Ben Said escribió: “Los granadinos usan trajes, banderas y armas semejantes a las de los cristianos y muy distintas de las de los orientales. Solamente los doctores cubren su cabeza con turbante; el resto de la población se la toca con el tarbús”. Aquella influencia se manifiesta también en los documentos que suscriben los primeros reyes nazaríes, donde firman “don Mahomet” a usanza castellana.

El trasiego de personas e ideas en la frontera nazarí y cristiana fue un fenómeno constante del que se conservan noticias desde el siglo XIII, así como en las crónicas del siglo XV bajo el reinado de Juan II y Enrique IV –por ejemplo, si en el siglo XIII la guardia nazarí copió el estilo del vestuario de los caballeros cristianos, en el siglo XV, la caballería cristiana se vio influida por la moda militar granadina-. La mayor parte pertenecían a importantes linajes granadinos que estaban descontentos con el rey nazarí y que se presentaban en el campamento cristiano para convertirse al cristianismo y ponerse al servicio del rey de Castilla o de Aragón. También había habitantes de la frontera que aprovechaban las algaradas castellanas para convertirse y ofrecer una plaza a cambio de ciertos privilegios y alejar su residencia de la complicada existencia de la frontera. Renegados musulmanes participaban en la conquista de plazas fuertes de la frontera granadina, normalmente aprovechando el asedio de alguna plaza para ayudar a tomarla a cambio de obtener la indulgencia real y de la iglesia, contando más el valor del enemigo que su religión. Para el “traidor”, a pesar de la protección real, no era fácil incorporarse a otra realidad social, desarrollar una nueva identidad e intentar mantener su estatus a la vez que se integraban en las redes de influencia de su grupo adoptivo. Normalmente pasaban a desempeñar funciones de guías, alfaqueques o adalides según su preparación, o incluso sin especificar ningún oficio o utilidad a los cristianos que el mero hecho de convertirse.

“Al Maestre de Santiago se vino un moro de Pruna, e díxole que quería ser cristiano, que lo tornase cristiano e que él le mostraría cómo tomase a Pruna. E al maestre plogo dello, e tornóle cristiano. E fabló lo que le dixo el moro al maestre de Santiago con el maestre de Alcántar (…), e enviáronle al moro, que hera ya cristiano” (Crónica de Juan II)

A partir de la campaña de Antequera se hicieron más comunes las conversiones con tránsfugas granadinos que se integraron en el ejército del infante Fernando, así como en las campañas realizadas por Enrique IV en la vega de Granada, posiblemente coincidiendo en los momentos de mayor penuria. Se hacía cada vez más patente la necesidad de crear una institución que agrupara al grupo de conversos granadinos por lo que se pensó en incorporarlos a una guardia personal a sueldo del rey Juan II de Castilla, sirviendo con mayor efectividad a los intereses del monarca por:

la falta de soldados en el ejército real
la seguridad que ofrecían estos hombres al depender exclusivamente del monarca
en la elevada especialización de algunas tropas en determinados tipos de lucha
la magnitud de este fenómeno de cambios de religión
evitar que formasen una elite militar a la cabeza de los mudéjares que pudiera resultar rebelde

La división de entre las dos facciones enfrentadas por conseguir el favor real de Juan II, por una parte sus primos, los infantes Enrique y Juan de Aragón y el condestable Álvaro de Luna, complicaba la disposición de tropas fieles que protegieran al monarca, generando un complejo entramado de relaciones políticas en el que la disposición de judíos, musulmanes y conversos que generalmente estaban al lado del rey y de Álvaro de Luna creaba inquietud entre algunos sectores. Esta diversidad es la causante de que entre los caballeros unos sean musulmanes y otros conversos, y que la institución aparezca en algunas fuentes como “guardia de moros y moriscos”. De hecho, no todos los caballeros que integraban la guardia morisca buscaban la integración en la corona de Castilla, sino que cruzaban la frontera granadina por las luchas que dividían a los nazaríes, retornando a tierras islámicas tan pronto como la situación política mejoraba.

Esta guardia personal estaba convenientemente organizada en la década de 1420 y además de proteger al rey, le acompañaban en todas las campañas militares que emprendía. En el enorme fresco de la Sala de las Batallas del monasterio del Escorial, realizado a partir de una tela atribuida al florentino Dello Delli, aparecen representados los ejércitos con su característica disposición en haces, y los caballeros moriscos como guardia de Juan II así como un buen número de tropas a la jineta por ambos lados en lo que fue la Batalla de la Higueruela. La guardia morisca estaba capitaneada por algún converso que gozara del favor del rey y con influencia tanto en Granada como en Castilla, con ciertas capacidades jurídicas sobre los caballeros a su cargo e incluso se le permitía dar órdenes al propio escribano de cámara del rey con motivo del juicio a otro caballero, con un rango equiparable a la capitanía de los guardas reales de los Reyes Católicos. El segundo puesto en importancia dentro de la guardia real morisca era el de adalid, que era nombrado directamente por el rey y que estaría especializado en guiar a las tropas, debiendo ser un buen conocedor del terreno fronterizo y de las tácticas militares precisas. Todos los caballeros de la guardia morisca eso sí vestían a la manera granadina por su utilidad en la monta a la jineta, muy apta para el combate y para la cacería.

En cuanto a la edad de sus miembros, la mínima rondaba entre los catorce y los veinticinco años –de hecho, los caballeros moriscos de la primera generación entraron muy jóvenes en servicio-, pero cuando el oficio se hace hereditario la edad puede bajar aún más. Los caballeros moriscos debían manifestar fidelidad incondicional al monarca ante la precaria situación de la corona, de cuya casa formaban parte y de quien recibían sus raciones -el incumplimiento de su juramento de fidelidad al rey redundaba en penas espirituales, penales, la pérdida del oficio y del favor de la corona, así como una posible pena económica- que era como se llamaban a los salarios percibidos que rondaban entre 3.600 y los 5.400 maravedíes de sueldo (comparado a los 1.000 maravedíes que recibía el cabildo de la catedral de Burgos a mediados del siglo XV), así como varas de tela de Ypres para su vestuario, dependiendo claro está del año y del puesto que ocuparan además de la peligrosidad de su cometido.

Es evidente que en esos tiempos de inseguridad, el rey dependió de los criados musulmanes o moriscos haciendo fundamental la inclusión de esta guardia morisca a la hora de hacer frente a las tropas granadinas que acompañaron a Juan de Navarra –fruto del tratado firmado por Mohammed IX y el infante contra Juan II- en el ataque a la ciudad de Cuenca el 25 de febrero de 1449. Posteriormente, durante el reinado de Enrique IV, el papel de los caballeros moriscos como guardia personal del rey se afianzó, acentuando el proceso de patrimonialización que sufrió este cuerpo militar, manteniendo a los mismos hombres que sirvieron a su padre, incluyendo a sus hijos quienes heredaban la posición de sus progenitores bien tras su fallecimiento o por su renuncia justificada al cargo, uno de los privilegios por ser miembro de la casa y corte del rey. Aunque desconocemos el papel que desempeñaban estos hombres en la vida diaria de la corte, imaginamos que acompañarían al rey en las abundantes cacerías en los bosques de Segovia y como parte de su comitiva durante su estancia en dicha ciudad, a juzgar por la magnífica sala de guardia mudéjar de su antiguo palacio de San Antonio el Real (construido en 1455), convertido después en convento franciscano y actualmente en hotel. 

Actualmente, el palacio de San Antonio el Real es un hotel que
conserva excelentes trabajos artesanales de estilo mudéjar,
 muy del gusto de los monarcas castellanos de la casa de Trastámara
 e inspirados en los del reino nazarí de Granada.

El aspecto de la guardia morisca llamaba la atención de los embajadores extranjeros y de la corte y el pueblo, siendo la intención del monarca destacar su supremacía sobre Granada y su reconocimiento, aunque fuera más en la teoría que en la práctica. Por ejemplo, Enrique IV, proporcionó a un caballero morisco el siguiente equipo: un capuz de paño de lana de Londres azul turquí, un pellote, un jubón, un par de calzas y una caperuza de lana fina de Ruán de calidad menor, una adarga cubierta de colorado y verda, un par de borceguíes (botines atados con correas) y un par de zapatos.

En el reino de Aragón por su parte, existía la guardia real o “geneta” durante el siglo XIII, con similares características a la guardia morisca características a las de la guardia morisca castellana, estando constituida por caballeros musulmanes reclutados en Granada o el Magreb. Contamos con el registro de quince caballeros que percibían su salario y sus caballos del rey Alfonso III (1285 – 1291) y cuyo capitán, de nombre Abenadalil, terminó convirtiéndose en miembro vitalicio de la casa real, transmitiendo sus privilegios a su hijo. En el siglo XIV, Pedro IV utilizó a esta guardia real en su provecho durante el corto reinado de Ismail II con el fin de contrarrestar la alianza castellano – granadina y la hostilidad nazarí que le acompañaba, estableciendo lazos diplomáticos con Tremecén y autorizando el regreso a Granada de los caballeros musulmanes a su servicio con la posible intención de derrocar a Ismail II el 13 de julio de 1360  y apoyar a Mohammed VI quien reorientaría la política exterior de Granada a favor de Aragón.

Estos factores de inclusión a través de una profesión de elite que resultaba de especial interés para la corona castellana ayudaron a facilitar una época dorada para los mudéjares de los reinos cristianos aunque también originaron el rechazo de una parte de la sociedad hacia los caballeros moriscos, un movimiento opositor cada vez más fuerte que acarreó la disolución final de la guardia morisca. Estas reacciones contrarias se intensificaron especialmente bajo el reinado de Enrique IV, aunque el incremento del número de caballeros moriscos tuvo lugar bajo el reinado de Juan II de Castilla. Entre 1464 y 1465, el marqués de Villena encabezaba la liga de nobles que amenazaba con una guerra civil entre la nobleza hereditaria y la de nueva creación, siendo el tema de la sucesión al trono Castellano el detonante de la misma, sumado a una crisis económica. Una de las soluciones propuestas por la nobleza en la Sentencia de Medina del Campo del 16 de enero de 1465 era la expulsión de judíos y musulmanes y la confiscación de sus propiedades con el objetivo de pagar el rescate de cautivos cristianos. Ante el creciente peso de los conversos en la sociedad castellana de la época y en los cargos de administración de mayor relevancia, el pueblo y la aristocracia tradicional reclamaban el establecimiento de una inquisición que los examinara.

La actitud de Enrique IV hacia judíos y musulmanes, siendo acusado de islamofilia, no se apartaba demasiado de los cánones de la época. Adicionalmente al rey le gustaba la decoración y las costumbres mudéjares, que no dudaba aplicar en sus palacios y en la vida cotidiana, algo que tampoco distaba de los usos de su dinastía, siendo una estética importante en la corte de su antepasado Pedro I. Sin embargo estas acusaciones tenían como objetivo desprestigiarle a favor de su hermano Alfonso y posteriormente de Isabel la Católica. El hecho de desposeer al rey de su guardia morisca personal se centraba en privarle de uno de sus mejores y más independiente apoyo militar durante la apremiante guerra civil que sacudiría a Castilla en la segunda mitad del siglo XV. Tras la batalla de Olmedo en 1467, donde es muy probable que participara la guardia morisca a favor de Enrique IV, desaparece cualquier mención a este grupo, bien diezmada tras la guerra o disuelta como una concesión del monarca muy a su pesar, aunque también puede tratarse de la final y total asimilación de los caballeros bautizados y de sus descendientes en las esferas de la sociedad castellana ocupadas por los cristianos viejos. Con la conquista de Granada por parte de los Reyes Católicos en 1492, comienza una nueva forma de entender las relaciones entre mudéjares y cristianos, tomándose decisiones más drásticas posteriormente que cambiarían la sociedad de los reinos españoles.

Comentarios

  1. Echevarría's book is wonderful. I remember it as a great aid to my research and helpful in understanding the connections between the guardia morisca to the Granadan families.

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  2. I´m absolutely aggre; indeed to have opportunity of buy it for ebook is an adventage. Thanks for sharing your opinion Lisa

    Best regards

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