Ibn Jaldún (1332 - 1406)
Este año se cumplen los 610 años de la muerte de Abderramán Ibn Jaldún el Magrebí, intelectual que vivió los grandes y convulsos acontecimientos históricos del siglo XIV. Aunque de origen tunecino pero procedente de una importante familia sevillana -los Banu Jaldún- su vida fue una continua itinerancia de una orilla a otra del Mediterráneo.
En el siglo IX, la familia de los Banu Jaldún era en Sevilla la segunda, en importancia por su poder, ambición y riqueza. Procedentes del Sur de Arabia, llegaron con los conquistadores musulmanes a la Península Ibérica, y se instalaron, desde el siglo VIII, en Carmona y luego en Sevilla, destacando en política y cultura durante seis siglos. Poseía vastas haciendas en los alrededores de la ciudad. Sevilla, por aquella época, debía su prosperidad a las plantaciones de algodón que se vendía en toda España e incluso en el Magreb. Pero cuando Fernando III conquista Sevilla en 1248, los Banu Jaldún, como otros tantos notables sevillanos hispanomusulmanes, dejan su tierra, van a Ceuta y luego a Bona hasta instalarse en Túnez donde los emigrantes andalusíes son muy bien acogidos. No obstante, la presencia familiar quedará marcada en la toponimia sevillana, como un recuerdo de su importancia (por ejemplo, Ibn Sahib al-Sala, en su libro al-Mann bi-l-imama del siglo XII, al referir la construcción de una muralla en la alcazaba de Sevilla, nos dice que fue trazada “por delante de la Explanada de Ibn Jaldún, indicando así la huella de los Jaldún en el urbanismo sevillano, además de existir en Dos Hermanas un pago llamado Vijaldón que formaba parte de las tierras de la hermosa hacienda denominada Torre de Doña María y que varias fuentes relacionan este nombre con el de la familia Ibn Jaldún).
Su aristocrática familia ocupaba cargos importantes en la corte hafsí de Túnez. Un bisabuelo fue canciller del Estado y su propio padre se dedicaba a la ciencia. Allí nació, el primer día de Ramadán de 732 (27 de mayo de 1332). Como declara en su Ta’rîf, su biografía como hombre público, escrita de su puño y letra, era un sevillano de la vigésimo primera generación, sintiéndose orgulloso de su genealogía yemení, sobre la que ponía especial énfasis. Según nos cuenta, realizó la recitación íntegra del Corán (jatma) veintiuna veces.Tuvo una esmerada educación, que recibió tanto de su padre (jefe militar, doctor de la Sunna y poeta), como de los mejores maestros, de su tiempo de Túnez y de Fez, sin embargo sus padres fallecen a causa de la Peste Negra en 1348 (la epidemia se llevó consigo a casi la tercera parte de la población de Túnez), quedando huérfano al final de su adolescencia.
Al Muqaddimah se considera el primer libro de sociología, entre otros muchos estudios de esta materia. En este compendio observa y analiza las sociedades englobando diferentes disciplinas como la economía, la educación, la pedagogía, la medicina, la política, etc.
“La Escritura” es un capítulo de la obra Al Muqaddimah, traducido al castellano. En este capítulo, como en toda su obra, Ibn Jaldún elabora un análisis sobre el grado de civilización de los pueblos de al-Ándalus y Magreb de acuerdo a su nivel de escritura y enseñanza.
Cuando tenía menos de 20 años, fue investido en la corte de Túnez con el cargo de ‘Alâma, el encargado de rubricar los decretos del soberano. El cargo le pareció estar por debajo de su dignidad, y en 1352 renuncia a él para viajar a la corte del soberano meriní de Fez. En Fez se verá injustamente implicado en un complot que le lleva a prisión (1357 al 1358), pero los disturbios que derrocan al sultán merení Abu Inan favorecieron su puesta en libertad. Abu Inan, al llegar al poder, había deportado a su hermano el príncipe Abu Salem a la corte nazarí, donde estuvo obligado a residir unos años, con la certeza de que si desobedecía a su hermano, su cabeza rodaría por el hacha del verdugo.
Abu Salem, a través del famoso predicador de Fez Ibn Marzuq, pidió el apoyo de Ibn Jaldún. Cuando consiguió el poder y una vez en Fez, el nuevo sultán le recompensó nombrándole Secretario de la Cancillería durante dos años, hasta que fue destituido para pasar a desempeñar un cargo judicial de menor rango. Fue entonces cuando conoce a Ibn al-Jatib.
El rey de Granada, Mohammed V, junto con Ibn al-Jatib, viven un corto exilio en el Magreb (desde 1359 hasta 1362). En ese momento se fragua la amistad entre Ibn Jaldún e Ibn al-Jatib. De ese modo, Ibn Jaldún estando descontento con su situación en Fez, con enemigos y alejado del poder, pide autorización para retirarse a Granada en 1362.
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Representación del momento en que Pedro I e Ibn Jaldún se entrevistaron en los Reales Alcázares de Sevilla en 1363 |
A finales del año 1362, Ibn Jaldún envía entonces a su mujer a sus hijos a Constantina, donde ella tenía parientes cercanos, por lo que allí se encontrarían seguros, mientras él se dirige a Ceuta con la intención de cruzar el Estrecho, donde sería recibido por el jerife, Abul Abbas Ahmad el-Hossaine, el hombre más importante de la ciudad, vinculado a los Azafi, parientes cercanos a su esposa.
Llega a Granada el 27 de diciembre de 1362 y es recibido con los más altos honores. El séquito llamó la atención de todos, agolpándose la muchedumbre cerca del río Darro. Era un día de fiesta y la gente aplaudía y sonreía. Posteriormente ascendieron a la Alhambra hasta alcanzar la Puerta de la Justicia. Allí, unos guardias de honor les acompañaron a él y a Ibn al-Jatib. Fue recibido por Mohammed V con cordialidad, asignándole un escudero para que le atendiera en todo lo que pudiera necesitar, que fue quien le acompañó a las habitaciones que le fueron asignadas tras El Partal, rodeadas de breveras y con magníficas vistas. Junto a su cámara y la contigua, habían preparado un salón bellísimo para recibir, que Ibn Jaldún utilizó para leer y escribir, pues allí disponía de bastantes libros procedentes de la extraordinaria biblioteca que los nazaríes habían atesorado con el tiempo y que Ibn al-Jatib había elegido para su huésped.
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Ibn Jaldún quedó maravillado por los palacios nazaríes de La Alhambra, siendo alojado en unas estancias tras el palacio de El Partal que aparece en esta imagen |
Pronto pasó a ser miembro eminente del consejo del soberano nazarí, orgulloso por contar con un personaje así en la Corte nazarí de La Alhambra. Durante su estancia en Granada, tuvo la oportunidad de conocer también a Ibn Zamrak, uno de los poetas preferidos del rey, apadrinado por Ibn al-Jatib, aunque pronto Ibn Jaldún percibió cierto distanciamiento entre ellos.
Mohammed V le consideró adecuado para representarle diplomáticamente ante el rey de Castilla y así, al poco tiempo, en 1363 Ibn Jaldún se traslada a Sevilla para negociar la paz con Pedro I "El cruel", rey de Castilla. le acompañaron varios escuadrones de zenetes, de lanceros, de caballeros, de abolengo, y timbales, incluso. En total no menos de cien docenas de hombres, contando el numeroso séquito, la servidumbre, cocineros y esclavos. Llevaba varios arcones en carros, tirados por seis mulas cada uno de ellos, repletos de sedas de la mejor calidad, las mejores telas, alfombras, tapices y presentes. todo esto suponía que cada tarde debían levantar un gran campamento. Cuando ya entraron en territorio cristiano, vinieron a entregarles los salvoconductos, y a partir de aquel punto, les acompañó una escolta enviada por el rey de Castilla, que abría y cerraba la larga comitiva.
El rey nazarí Mohammed V de Granada, a pesar de saber que el Islam acabaría por desaparecer de España, no quería mostrar debilidad ante los cristianos. Mantenía una imagen de poder enviando lujosos regalos como caballos de pura sangre y ricas monturas bordadas en oro y piedras preciosas, sillas y bridas bordadas con hilos de oro, entre las que brillaban esmeraldas y rubíes, que eran muy codiciados. Estos presentes impresionaban incluso en la corte de Pedro I “El Cruel”, quien esperaba ansioso a la embajada granadina. Ambos reinos se espiaban mutuamente, pero en el juego de la diplomacia, había una gran diferencia entre un espía y un traidor.
Al llegar a Sevilla, la comitiva montó el campamento en el lugar elegido por el propio rey castellano, cerca del río, el célebre Ouad-el-Kebir (Guadalquivir), en una suave ladera llena de de fresca hierba. El monarca cristiano les envió un presente de bienvenida: unos pastores les entregaron de su parte doce docenas de ovejas y cabras elegidas, y aquel atardecer se sacrificaron cuatro docenas para el disfrute de todos.
Al día siguiente una cabalgada de cristianos se dirigió al campamento. El capitán que los mandaba, tras saludar a Ibn Jaldún, le pidió que lo acompañase para ser recibidos por el rey Pedro I en los Reales Alcázares de Sevilla. Ibn Jaldún fue acompañado por una docena de notables, y los hombres necesarios para llevar los caballos y los carros con los presentes. Era el momento culminante de su misión e Ibn Jaldún confiaba en poder entenderse con el cristiano, pues hablaba en correcto castellano en su familia, herencia de haber sido por siglos sevillanos.
El rey Don Pedro les recibió en la puerta de su palacio, vestido con atuendo de montar, como si hubiese estado cazando, mostrándose como un hombre cercano. Tras el intercambio de presentes, la embajada nazarí fue agasajada con una cena, amenizada por música y trovadores bardos. Ibn Jaldún diría: "me encontré con el rey cristiano, donde ví con mis ojos vestigios de mi familia". El objeto de esta misión era consolidar los tratados de paz entre el rey de Castilla y los emires del Magreb, a fin de que Granada pudiera hacer frente a la beligerancia de los aragoneses. Ibn Jaldún narra de esta forma la entrevista con el castellano Pedro I:
“El sultán de Granada me envió en misión ante Pedro, hijo de Alfonso, y rey de Castilla. Yo llevaba el encargo de hacerle ratificar el tratado de paz que ese principe había concertado con otro príncipe de la España musulmana y, a ese efecto, yo debía ofrecerle un presente compuesto de magnificas telas de seda y caballos de raza pura, cuyas sillas y bridas estaban ricamente bordadas de oro. Llegado a Sevilla, donde observé varios monumentos que atestiguaban el poderío de mis antepasados, fui presentado al rey cristiano, quien me recibió con los máximos honores. El ya sabía por su médico, el judío Ibrahim ibn Zarzar, el rango que habían tenido mis ancestros en Sevilla, y le había oído elogiarme. Ibn Zarzar, médico y astrónomo de primer orden, me había visto en la corte de Abu Inan, el cual, habiendo tenido necesidad de sus servicios, lo había mandado buscar al palacio de Ibn al-Ahmar. Después de la muerte de Reduan, el primer ministro de la corte de Granada, dicho médico ingresó en el servicio del rey cristiano el cual lo inscribió a la cabeza de sus médicos ordinarios. El rey Pedro quiso conservarme cerca de él; me ofreció inclusive restituirme los bienes de mis ancestros en Sevilla, bienes que a la sazón se encontraban en poder de algunos grandes de su reino; pero yo me excusé de aceptar su proposición, expresándole el agradecimiento que merecía tal oferta, y continué reconociendo su bondadoso gesto. El día de mi partida, me proveyó de montura y víveres, y me confió una excelente cabalgadura, equipada con silla y brida guarnecida de oro, que yo debía ofrecerle de su parte al sultán de Granada.”
Tras el éxito de esta misión, el rey de Granada le colmó de favores e Ibn Jaldún hace venir a su familia desde el Magreb, recogiéndolos en el puerto de Almería. La suerte de la que disfruta en Granada despierta el recelo de Ibn al-Jatib, visir de la corte nazarí, por considerarle un posible rival.
El punto rojo marca la ubicación de Bugía, al norte de Argelia |
Ante el ambiente de desconfianza, y antes de que la situación empeorara con Ibn al-Jatib cuya amistad tenía en gran estima, Ibn Jaldún decidió marcharse de Granada y, en la primavera de 1365, partió rumbo a Bujía, donde alcanzaría la cumbre de su trayectoria política. Fue nombrado chambelán, el cargo de mayor rango en el Estado en aquel momento. Sin embargo, la suerte no le acompañó, ya que al año siguiente el soberano fue derrocado y asesinado. En mayo de 1366, Ibn Jaldún entregó la ciudad a los nuevos gobernantes, probablemente con la intención de evitar un derramamiento de sangre innecesario. En la distancia, Ibn al-Jatib le expresa su dolor por la separación de un amigo tan querido y que desea volver a verle, aunque mientras se inicia un intercambio de correspondencia que demuestra la verdadera naturaleza de su amistad.
Durante seis años se refugiará con los nómadas del sur de Argelia hasta que regresa a Fez donde será bien acogido al principio pero encarcelado después hasta que en 1375 consigue un salvoconducto para regresar a Granada con la intención de regresar a su casa de la Vega de Elvira para dedicarse a recopilar toda la información que necesitaba para su obra. La biblioteca de la corte nazarí, tal vez la más importante biblioteca del Islam en aquellos momentos, disponía de la mejor documentación entre codices, palimpsestos, manuscritos y ejemplares antiquísimos que por una u otra vía habían llegado hasta allí.
Cuando desembarcó en Gibraltar, Ibn Juldún se encontró por casualidad con Ibn Zamrak, el nuevo visir de Granada (sustituyendo a Ibn al-Jatib) que se dirigía a presentar sus respetos al nuevo sultán merení en Fez, Abul Abbas, en nombre del monarca nazarí Mohammed V, por lo que le pidió que solicitara también que la familia de ibn Jaldún pudiera reunirse con él en Granada, lo cual no consiguió. En La Alhambra, Mohammed V sentía en aquellos momentos un enorme odio hacia Ibn al-Jatib, al que antes había amado tanto, creyendo que Ibn Jaldún era el principal valedor de su antiguo visir ante la corte de Fez, he incluso que había llegado a organizar su fuga de prisión. Tras la llegada a Granada del visir retirado del sultán de Marruecos, Ibn Masai, el rey nazarí rompió su relación con Ibn Jaldún al enterarse, de forma sesgada, de su implicación en el caso de Ibn al-Jatib. Según cuenta Ibn Jaldún: "cuando Ibn Masay se presentó ante Mohammed V, le relató lo que yo había hecho por Ibn al-Jatib; el soberano se irritó y me hizo embarcar hacia la costa africana".
A partir de ese momento, el rey de Granada no quiso recibir a Ibn Jaldún, ni admitir unas cartas que le envió, en las que le contaba su versión y solicitaba su gracia. Pocos días después, sin más explicaciones, unos soldados le condujeron sin muchos miramientos a la costa. Apenas tuvo tiempo de recoger sus cosas. Unos pocos efectos personales, unos cuantos libros, sus notas, y eso que tuvo suerte, pues el que iba al mando le conocía bien y no quiso endurecer su trato. Una vez allí, le embarcaron a pesar del fuerte viento de levante, en un bote tripulado por dos esbirros, poco más que una chalupa, que impulsada por él, le condujo hasta Honein, en la costa africana.
Pero allí tampoco será bien acogido por haber intentado ayudar a en su desgracia y decide regresar al Magreb para establecerse en Tremecén. Para alejarse de las intrigas políticas, también abandonó esa ciudad y volvió a refugiarse entre los nómadas, quienes intervinieron para que pudiera reunirse con su familia.
Se conoce muy poco sobre su vida personal, lo cual es comprensible dentro de la tradición árabe, donde se mantiene una gran reserva en todo lo relacionado con el ámbito privado. Lo que se sabe es que fue monógamo y que su esposa —de quien no se conocen ni el nombre ni el origen— falleció en un viaje por mar en 1384, mientras se dirigía a Egipto para reunirse con él. Nunca volvió a casarse tras su muerte. Tuvo con ella cuatro hijas, cuyos nombres no menciona, respetando la costumbre de discreción respecto a las mujeres, y dos hijos varones: Muhammad y Alî.
En el castillo de Salâma, cerca de la actual Frenda, Ibn Jaldún decidió, esta vez de forma definitiva, retirarse de la vida política y consagrarse al estudio. Tenía entonces 43 años.
Ibn Jaldún fue un adelantado a su tiempo por su método de análisis de la historia de las sociedades en el siglo XIV, pudiendo ser considerado el padre de la sociología. Durante su turbulenta y, en última instancia, frustrante carrera política, Ibn Jaldún había comprendido el profundo deterioro de los estados musulmanes. Dedicó los siguientes cuatro años a escribir la Al-Muqaddima o "Prolegómenos", concebida como introducción a una historia universal. Para él, la historia debía ser una ciencia seria, basada en la experiencia colectiva de la humanidad. Por ello, desarrolló una metodología rigurosa y objetiva, que garantizara la veracidad de los hechos, sentando así las bases de una visión científica de la historia, centrada en la evolución de las sociedades humanas y alimentada por el conocimiento de sus antecesores. Para Ibn Jaldún el 'Umrán, el hombre en sociedad, el hombre en sociedad, creando sociedades cada vez más complejas. Según Ibn Jaldún, el Estado perfecto ha de ser teocrático, con una nobleza que posea virtudes guerreras y que encarne la ley; pero el poder corrompe y esto se lleva por delante el espíritu más caballeresco de la nobleza. Por ello hay que relevarla o suplantarla con nueva savia que encarne los valores tradicionales.
Después de permanecer tres años en Túnez, el 15 de octubre de 1382, Ibn Jaldún zarpó hacia Alejandría con el objetivo de acceder a una documentación más completa para seguir trabajando en su Muqaddima, obra que revisó constantemente hasta el final de sus días. Tras intentar tres veces peregrinar a La Meca, en septiembre de 1387 se decide y no regresará a El Cairo hasta ocho meses después. Su regreso fue accidentado: en el camino, fue asaltado por bandidos que incluso le despojaron de sus ropas.
Su última participación política, aunque no fue buscada, ocurrió a finales del año 1400, cuando se entrevistó con Tamerlán ante las murallas de Damasco, entonces bajo asedio, para rogarle que respetara la ciudad. Sin éxito: presenció cómo la ciudad era saqueada e incendiada.
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El Norte de África en el siglo XIV |
A lo largo de su vida, fue nombrado cadí en seis ocasiones. La última de ellas tuvo lugar en febrero de 1406, poco antes de su fallecimiento, con 74 años de edad, en El Cairo, ocurrido el 26 de Ramadán del año 808 del calendario islámico (17 de marzo de 1406), el mismo mes en que había nacido.
El bello palacio mudéjar del Reql Alcázar de Sevilla, testigo de la entrevista entre Ibn Jaldún y Pedro I de Castilla, fue la sede en 2006, con ocasión del VI centenario de su muerte, la exposición “Ibn Jaldún. El Mediterráneo en el siglo XIV: Auge y declive de los imperios”, un repaso a las relaciones políticas, económicas y sociales entre Oriente y Occidente y entre Europa y el mundo árabe-magrebí en el siglo XIV.
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Publicado por Arraez Editores, esta biografía sobre Ibn Jaldún, escrita por G. H. Guarch en 2008 profundiza sobre este interesante personaje, precursor de una visión científica de la Historia |
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