El núcleo urbano nazarí de Granada

Casas blancas coronadas de tejados rojizos, manchas verdes
de los íntimos jardines de las almunias (actuales cármenes),
 baños y aljibes, fuentes y mezquitas con sus alminares
(sobre muchas se levantan las actuales iglesias) 
serán los elementos más característicos presentes en 
el urbanismo hispanomusulmán

En el siglo XIII, la Granada nazarí era un conjunto urbano y amurallado de 78 hectáreas, resultado de un largo proceso histórico que comenzó en época romana, extendiéndose a los dos lados del río Darro. Las raíces toponímicas de la capital se encuentran en la ciudad zirí de Medina Garnata cuyo significado de este termino está en discusión entre el Gar-anat árabe o "colina de peregrinos y el granatum latino o "granado".

En el siglo XI, la capital del reino zirí se reubicó, desplazándose de Medina Elvira a la colina de la Alcazaba Antigua o Alcazaba Qadima o Qasba al-Qadima. Elvira era una ciudad seca, sin agua, edificada en un terreno muy accidentado y de difícil defensa. Ya en época de Abderramán I, su walí Ased al-Xaybani vió en el siglo VIII que Elvira estaba mal situada para mantener la defensa en caso de guerra. Al-Xaybani se fijó en un lugar en las cercanías poblado en su mayoría por judíos, donde había alturas aisladas desde las que un sólo vigía podía explorar los alrededores sólo con extender la vista. Había abundante forraje para el ganado, alimento para la población y agua por todas partes, tanta que ningín ejército podría cortarle el suministro. Buscó obreros que tallaron piedras, trajeron arena y cal y construyeron cuarteles, aljibes y comenzó a edificar un Alcazar y una muralla en lo alto de una colina. A este castillo le llamaron Hisna Román, que quiere decir "Castillo de la Granada" porque en el centro de él había un gran árbol de esa fruta, pero pasados los años a este castillo comenzó a llamarse Alcazaba Qadima o Castillo Viejo.

Constituido el reino nazarí la capitalidad de Granada se consolida, aumenta su población, extendiéndose necesariamente la ciudad hacia el llano. Al amparo de las cumbres de Sierra Nevada, la ciudad de Granada fue creciendo exponencialmente para albergar a una población musulmana en progresiva retirada, hasta convertirse en una de las más importantes de Europa. Tras una primera reparación de las fortificaciones existentes, debió seguir una ampliación que afectó sobre todo a los sectores oeste y sur de la ciudad. Sobre la parte más elevada, lo que actualmente se conoce como Albaicín, se sitúa el antiguo asentamiento. La dinastía siguiente, la nazarí (1238 - 1492), mantiene y engrandece aún más la capital granadina.

Plano de la Granada andalusí por 
Christine Mazzoli-Guintard identificando
puertas  (P), arrabales (Arr.), fortalezas (F),
 mezquita aljama (M) y alcaicería (Q)


Con el paso del tiempo, se cerca un nuevo recinto amurallado de 173 hectáreas que albergaba en su interior diversas limitaciones cercadas formando barrios, arrabales y la ciudad palatina hasta llegar a finales del siglo XV, con una población superior a los 70.000 habitantes, lo que la convertiría en la ciudad más poblada de la Península y una de las mayores de Europa. El coste de la vida en Granada era elevado y los impuestos altísimos.

Como muestra de la defensa de la intimidad de la que
hacían gala los hispanomusulmanes, las puertas de las
fachadas de las casas se proyectan de forma que no se
encuentran justo una frente a otra, concibiéndose la
casa hacia el interior, de ahí la austeridad de las
fachadas y los escasos vanos y ventanas

El mencionado río Darro dividía la Medina de Granada o Madinat Garnata en dos partes desiguales: la mayor al norte del cauce, con la Mezquita Aljama y la Alcaicería, y la menor al sur. Los arrabales granadinos contaban en su interior con diferentes barrios de desigual medida, algunos tan reducidos que sólo contaban con una calle, otros como el Albaicín se convirtieron suburbios populosos separados por cercas y puertas con la finalidad de defender el orden en caso de revueltas populares o como medida de seguridad nocturna.

La división de arrabales y barrios hacía que las principales vías de cada sector fuesen autónomas entre sí, aunque a veces se comunicaban entre sí permitiendo realizar recorridos de mas de un kilómetro y medio. Dentro del laberíntico urbanismo de la ciudad musulmana, existía una jerarquización de calles; las principales eran más amplias y transitadas por una gran cantidad de gente que avanzaban a gran velocidad rodeados por una gran actividad comercial, aunque no formasen zocos bien protegidos donde abundaba mercancias de excelente calidad.

Fotografía de la actual calle de la Calderería, popularmente
conocida como "calle de las teterías" por los numerosos negocios
de este tipo que se desarrollan en ella. Los vocablos árabes zanaqa y
zuqaq suelen traducirse por callejuela o callejón (como este de la foto),
aunque en época hispanomusulmana sirvió para denominar a las calles.

Las principales vías se iniciaban en las principales puertas de las murallas y terminaban en alguna plaza o encrucijada o enlazaban directamente con otras puertas. En la Granada nazarí, el final de la calle Elvira (principal vía de acceso) y la placeta de Cuchilleros, unidos mediante el puente del baño de la Corona, formaba el centro de la medina, y a su vez esta calle continuaba con la calle de los Molinos, cruzando la urbe de noroeste a sureste. De norte a oeste, se podía recorrer la ciudad con un desnivel de 110 metros desde la Puerta de Fajalauza hasta Bibarrambla, cruzando la Puerta de las Pesas, la Calderería y el Zacatín o al-Saqqâttîn.

Vista aérea de la ciudad de Granada, señalando los dos ejes principales de la
antigua medina: en rojo el eje noroeste-sureste y en color verde el eje este-oeste

Las calles de la Granada nazarí, muchas de las cuales aún conservan su trazado original, recuerdan a las existentes en otras urbes islámicas, guardando las mismas peculiaridades tales como su estrechez, serpenteos y quiebros, incluso llegando a carecer de salida. Las casas no eran solidad y el yeso y la madera que se empleaba en la construcción resultaban caras. Las calles resultaban fatigosas recorrerlas por sus desniveles y cuestas.

La ciudad andalusí responde a unas costumbres y una mentalidad muy distinta a la ciudades cristianas. En general, la ciudad islámica (madina) se caracteriza por una serie de elementos, algunos comunes a los de otras culturas. Las murallas delimitan la población y la defienden. Las mezquitas son un elemento distintivo y base de la organización, además de ser centros de enseñanza. La mezquita aljama, inicialmente única en cada ciudad, reúne a la comunidad musulmana para la oración del viernes, con carácter religioso y político. En torno a la mezquita se sitúan las zonas comerciales (zocos), extendidas por las arterias principales, que comunican la aljama con las puertas de la ciudad. Tiendas y talleres se agrupan por actividades, algunas desplazadas a la periferia por razones de salubridad. Con acceso directo al exterior de la ciudad, puede haber recintos amurallados o alcazabas, con residencia del Poder -en el caso de Granada, La Alhambra tenía ese papel-. Se agregan, a veces, barrios o arrabales, protegidos con sucesivas murallas, y que desarrollan estructuras semejantes a las de la medina, con sus mezquitas, zocos de barrio, baños, etc.

En fases iniciales de su desarrollo, la ciudad puede contar con amplios espacios libres, que, a medida que aumenta la población, se ocupan para actividades artesanales y edificios. Las ciudades cuentan con distintos sistemas de abastecimiento de agua, a veces mediante acequias y canales desde el exterior. En la mayoría de los casos se obtiene dentro de la población, con pozos o con aljibes. Cuando dispusieron de suficiente abastecimiento, contaron con alcantarillado.



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