Orgiva (Albastch)
Órgiva es el núcleo de población más importante de toda la comarca del valle del río Guadalfeo (designada capital de La Alpujarra por Isabel II en 1839) como guardián de la alta y baja Alpujarra. Hoy queda poco de su pasado hispanomusulman en el pueblo pero a sus pies se abre un espléndido valle poblado de olivos centenarios que remontan sus orígenes más allá de la época nazarí. Lo mencionan en sus crónicas tanto al-Udri como al-Idrisi e Ibn al-Jatib, debiendo ser una alquería de cierta relevancia en la que se cultivaba toda clase de frutales olivos, moreras y cereal, como en la mayor parte de la Alpujarra, además de la minería, explotada también por los hispanomusulmanes, como ya hicieran anteriormente los romanos, como evidencian los candiles de piquera larga fabricados en arcilla probablemente en la localidad, encontrados en Sierra Lújar.
En época nazarí Órgiva se denominaba Albastch que significa llano, y durante varios siglos se le denominó Albacete de Órgiva. Estas tierras fueron muy disputadas y codiciadas por numerosos personajes; así, antes de finalizar la guerra de Granada en 1492, los hijos de Muley Hacén y de Zoraya disfrutaron de sus rentas. En 1492, Boabdil gozó de sus tierras gracias a un decreto de los Reyes Católicos; Las Alpujarras y algunos territorios de la costa, donde los monarcas nazaríes poseían haciendas y bienes se incluían dentro de las Capitulaciones. Posteriormente, en 1499 se convirtió en un señorío que se otorgó por los Reyes Católicos a Don Gonzalo Fernández de Córdoba, "El Gran Capitán", mediante Carta de Merced de fecha 24 de Septiembre de 1499, como reconocimiento a sus numerosos y relevantes servicios a la Corona durante las guerras contra los granadinos nazaríes.
La iglesia de Nuestra Señora de la Expectación data del siglo XVI y sus dos elevadas torres gemelas son los rasgos más identificativos de Órgiva |
A comienzos de 1500 se construyó la iglesia de Nuestra Señora de la Expectación sobre una antigua mezquita. Fue quemada y destruida por los moriscos en 1568 y reconstruida con gran suntuosidad en 1580.
Tras la conquista del Reino de Granada, la villa de Órgiva pasó a formar parte del señorío del Gran Capitán. La casa-palacio de los Condes de Sástago remonta sus orígenes a finales del siglo XV aunque a lo largo de los últimos cinco siglos ha sufrido numerosas reformas y reparaciones. Se construyó alrededor de un viejo torreón de origen militar, con una base de 7,05 x 7 metros, cuatro plantas, abriéndose la última por 24 almenas rematada en el siglo XIX por una cubierta de tejas. Su forma rectangular, con fuertes muros de piedra y ladrillo visto le dan al edificio una recia y vistosa impronta sobre un solar de 670 metros cuadrados.
Durante las revueltas de Las Alpujarras, la Torre de la Casa-Palacio de los Condes de Sástago representó un papel fundamental en la defensa de la población |
La abundante población morisca del Reino de Granada se alzó en armas en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades culturales: por iniciativa del arzobispo de Granada Pedro Guerrero, se acordó la prohibición de todas las ceremonias de culto, los ritos que las acompañaban, las zambras, la lengua, los vestidos, los baños, cambiando la política de conversión para hablar directamente de represión.
En la Navidad de 1568 se inició la rebelión de los moriscos en la aldea de Béznar, en el valle de Lecrín, donde los moriscos insurgentes reconocieron a Aben Humeya (antes Hernando de Córdoba y Válor) como su rey y a la que se sumaron numerosas aldeas de las tahas de Órgiva, Poqueira y Juviles. Los sacerdotes fueron masacrados por los rebeldes, convirtiéndose en una sangrienta y cruenta guerra. En Órgiva, la torre fortificada sirvió de reducto defensivo a unos 160 cristianos de esta villa, hombres, mujeres y niños que se encerraron en ella para defenderse del acoso y ataque de los moriscos rebelados contra Felipe II. Recluidos en el torreón y organizados por el alcalde Gaspar de Sarabia, resistieron de forma heróica durante 17 dramáticos días, defendiéndose con enormes piedras, aceite hirviendo, aguarrás inflamado, etc. arrojados desde las almenas de la torre, cuyas paredes llegaron a ser picadas por las huestes de Abén Farag hasta la llegada del Marqués de Mondéjar, Don Iñigo López de Mendoza, quien les socorrió:
"En termino que si tardara era necesario perderse por falta de agua y vitualla, cansados de velar y resistir"
"Guerra de Granada", Hurtado de Mendoza, Ed. Castalia, Madrid 1970
Fue defendida con tanto tesón que fue la única torre conservada en toda La Alpujarra. La casa-palacio fue propiedad de Don Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, desde 1499. A partir de 1578 pasó a los señores de La Zubia, desde 1603 a los Marqueses de Valenzuela y hacia 1730 de los aragoneses Condes de Sástago, Don Cristobal Fernández de Córdoba y Alagón, quien da actualmente nombre a este edificio.
Comentarios
Publicar un comentario