La estructura urbana: la Granada nazarí

La Granada nazarí contaba con muchos barrios y arrabales y cinco colinas. Los barrios se constituyeron por iniciativa de  los alfareros, los tejedores, los aceiteros o los ladrilleros. También ubo arrabales que surgieron del rechazo o desprecio a los chalanes o leprosos. El arrabal más grande era el Albaicín o  al-Bayyazin que según cuentan, su nombre vino por los muchos hispanomusulmanes que llegaron de Baeza huyendo del empuje cristiano y que convirtieron este barrio en el más populoso y quizá el más temido por los monarcas nazaríes, pues sus vecinos eran los más rebeldes de toda Granada. El lugar no sólo contaba con una perfecta ubicación estratégica, sino que ya contaba con una muralla que levantaron los romanos y que podía reutilizarse.

Vista del barrio del Albaicín desde la Sabika


La ciudad islámica o madina se caracteriza por una serie de elementos, algunos comunes a los de otras culturas. Las murallas delimitan la población y la defienden. Las mezquitas son elemento distintivo y base de estructuración; suelen ser también centros de enseñanza. La mezquita aljama, inicialmente única en cada ciudad, reúne a la comunidad musulmana para la oración del viernes, con carácter religioso y político.

Alminar de la actual mezquita
de la ciudad de Granada
En torno a la mezquita se sitúan las zonas comerciales (zocos) extendidas por las arterias principales, que comunican la aljama con las puertas de la ciudad, más de veinte puertas principales. Tiendas y talleres se agrupan por actividades, algunas desplazadas a la periferia por razonas de salubridad. Con acceso directo al exterior de la ciudad, puede haber recintos amurallados o alcazabas, con residencia del Poder. Se agregan, a veces, barrios o arrabales, protegidos con sucesivas murallas, y que desarrollan estructuras semejantes a las de la medina, con sus mezquitas, zocos de barrio, baños, etc.

Granada disponía de numerosos zocos. Cada barrio y arrabal tenía el suyo, y el más mínimo ensanche de la red de callejuelas era utilizado por comerciantes para ofertar sus mercancías expuestas en pequeños tenderetes y barracas provisionales, armadas al amanecer y desmontables cada noche. Un entoldado entre los puestos, algo más elevado que las cabezas de los paseantes, protegía a comerciantes y curiosos del sol o de la lluvia. Cada corporación de artesanos y comerciantes disponía de un mercado especíafico, pues se consideraba más digno y seguro que los integrantes de cada gremio ejerciesen su labor agrupados. De esta forma se permitía que el almotacén, el funcionario encargado de controlar precios, medidas y pesos, vigilara mejor a los menestrales del mismo oficio. Los carpinteros se instalaban en el barrio del Mauror, los curtidores en el al-Dabbagin, los alfareros en el al-Fajjarin del Realejo, los tintoreros en el Zacatín, los cuchilleros en el arrabal de Gomeres. Los ladrilleros, fundidores, especieros, perfumistas, carniceros y pescaderos también tenían sus calles específicas.

Cualquier rincón era
bueno para que los
comerciantes montaran
un tenderete y mostrasen
su mercancía


Decían que la ciudad tenía más de veinte mil casas y era habitada por más de 50.000 personas pues los ataques de Castilla durante años menguaban el territorio del último reino musulmán de la Península y obligaba a que los expulsados de las tierras conquistadas se refugiaran allí.

En fases iniciales de su desarrollo, la ciudad puede contar con amplios espacios libres que, a medida que aumenta la población, se ocupan para actividades artesanales y edificos. Las ciudades cuentan con diferentes sistemas de abastecimiento de agua, a veces mediante acequias y canales desde el exterior. En la mayoría de los casos se obtiene dentro de la población, con pozos o con aljibes. Cuando dispusieron de suficiente abastecimiento, contaron con alcantarillado.

Muralla zirí que protegía el barrio
del Albaicín de Granada
La victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) supuso el fin de la dominación almohade y el inicio de las denominadas Terceras Taifas. Tras la caída de Valencia, Córdoba y Sevilla, los árabes se replegaron hacia la costa, Granada, Málaga y Almería. Mohammed ibn Yusuf ibn Nasr (Mohammed I) se erigió como nuevo líder y fundó la dinastía nazarí cuya capital se instaura en el años 1238.

Ese mismo año, Ibn-Alhamar, de la familia Nasar, entró victorioso en Granada y se proclamó primer sultán del reino nazarí. Así comienza un período en el que el arte, la arquitectura y el urbanismo de la Granada árabe alcanzan su máximo esplendor. En los tres siglos de reinado nazarí Granada creció hasta alcanzar una superficie que sobrepasaba el doble de la ocupada en etapas anteriores. La ciudad se estructuró en tres grandes conjuntos urbanos: la ciudad palatina de la Alhambra, el Albaicín y la medina.

El hecho de que la residencia del monarca se trasladase de la Alcazaba Cadima a la colina de la Alhambra no supuso un freno a la expansión urbana del Albaicín nazarí. Creció espectacularmente por sus límites norte y este, de manera que a mediados del siglo XIV hubo que construir un recinto amurallado para cercar el nuevo arrabal. La red de sinuosas calles se amplió. Las arterias principales unían las puertas interiores con las de la nueva muralla. De estas vías salían numerosas callejuelas para dar acceso a las viviendas, muchas de ellas sin salida constituyendo los característicos adarves. Si a esto sumamos voladizos, cobertizos y algorfas, tenemos la imagen del Albaicín nazarí con la fisonomía característica de una ciudad medieval árabe.

MIradores voladizos como este
abundaban en Granada, cubiertos
con celosías de madera o hierro


La decoración exterior de las viviendas era austera, sencilla, sin ningún adorno. Los paramentos exteriores carecían de ornamentos y la pared solo se veía interrumpida por el vano de la puerta o por el de algún ventanuco de la planta baja. Constrastaba la planta superior, donde abundaban ajimeces, balcones volados y cubiertos con celosías de madera o hierro por los que los moradores de la casa podían contemplar el discurrir de los transeúntes sin ser vistos. La mayoría de las edificaciones tenían dos plantas y todas se remataban con unos aleros de canecillos muy salientes.

La medina se extendió sin embargo por el oeste, en la parte llana. Allí se instaló el corazón comercial de Granada, cuyos elementos principales todavía pueden visitarse. Se localizan en la actual zona comercial de la ciudad, entre la calle Reyes Católicos y Mesones. En la plaza Bib Rambla se establecían mercados temporales. Junto a ella estaba la plaza de las pescaderías y carnicerías. De Bib Rambla partía una de las arterias comerciales de mayor importancia, la calle Zacatín o al-Saqqâttîn, desde la que se accedía a la Alcacicería, el mercado de la seda, propiedad del monarca. Muy próxima estaba la Alhóndiga Nueva (hoy Corral del Carbón), que era el almacén de mercancías más importante, que también funcionaba como alojamiento de mercaderes. En esta misma zona se localizaba la mezquita mayor, en lo que hoy ocupa la iglesia del Sagrario, junto a la catedral, y la Madraza, escuela coránica de la ciudad. La Madraza, situada enfrente de la Capilla Real, considerada la primera universidad de Granada, fue fundada por el rey Yusuf I en el siglo XIV.

Al abrirse la Gran Vía a finales del
siglo XIX se destruyeron el conjunto
de callejas y plazuelas que existía desde
el Triunfo hasta la calle de los Reyes Católicos
y que marco en esta foto, así como numerosos y
notables edificios, entre ellos, la casa de los
Marqueses de Falces que estaba frente a la
del Inquisidor y, muy inmediata, otra pequeña
árabe, en el 16 de la desaparecida calle del
Pozo de Santiago

Las calles eran irregulares y era difícil encontrar dos paralelas, las manzanas de viviendas desiguales. Ninguna casa tenía su entrada frente a otra, impidiendo así, que su interior fuese vislumbrado por el vecino de enfrente. De las calles más anchas, si es que alguna de ellas podía considerarse desahogada, nacían otras secundarias, retorcidas y abruptas, que daban origen a su vez a callejas más estrechas y mezquinas, por las que apenas podían pasar al tiempo dos personas en direcciones opuestas. Daba la impresión de que los voladizos de los sobrados de las fachadas se continuaban con los de enfrente, pues apenas había espacio libre.

Se desarrolló un cuarto espacio, no urbanizado pero de extrema importancia, el valle del Darro en el que se creó una sofisticada red de acequias, que posibilitó el abastecimiento de la ciudad, permitió cultivar las huertas y alimentó los numerosos molinos instalados en ambas márgenes del río Darro.

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