Malaqa (Málaga)



Maqueta de la Alcazaba de Málaga
en el Museo Arqueológico del
Palacio de la Aduana, Málaga


Llegado el año 1296, todo el territorio malagueño se encontraba bajo el control del Reino nazarí de Granada. Durante las interminables luchas intestinas de la primera etapa andalusí, el puerto de la ciudad perdió casi toda su actividad pero a partir del siglo XI había empezado una etapa de resurgimiento, en la que se reconstruye la Alcazaba. Desde entonces Málaga volvió a ser uno de los puertos más activos del Mediterráneo, alcanzando su definitivo lanzamiento a partir de 1278, años en qué la República de Génova firma un acuerdo con Muhammad I. A pesar de su carácter musulmán, se funda en la ciudad numerosas colonias genovesas que para mayor refugio y seguridad en las transacciones comerciales, construyen el llamado Castillo de los Genoveses. Málaga se convierte en la puerta del Reino de Granada y en el nexo de unión entre el mediterráneo, el Atlántico y el Mar del Norte, además de establecer rutas con el Lejano Oriente.

Célebre no sólo por su puerto sino también por ser un centro de música y danza, conoce un fuerte incremento de su población desde ese momento, desarrollando una importante actividad comercial. Málaga o Malaqa pasará a ser una ciudad floreciente, dotada de una mezquita de renombre y numerosas huertas y almunias que procurarán buena parte del sustento de sus habitantes quienes comerciaban con productos como los higos, el azúcar, el azafrán, la seda, la cerámica, el cuero y la producción de cuchillos. En resumen, Málaga era el principal punto de riqueza del reino granadino.

Reconstrucción de la ciudad de Málaga en época nazarí


La Malaqa musulmana fue una ciudad constreñida por dos hitos geográficos, por un lado el río Guadalmedina (Wadi Madina) y por otro la colina de la Alcazaba y la cercana montaña del Faro (Yabal Faruh) donde se encontraba uno de los mayores cementerios de la ciudad, Yabal Faruh, que se extendía desde la plaza de los Monos y la calle Altozano hasta la calle Victoria y la zona de la Cruz Verde, siendo del tamaño de una ciudad y cuyo nombre se debe a estar junto al el monte del Faro. Este cementerio estuvo en funcionamiento desde época almohade (siglo XII) hasta época nazarí (siglo XV), siendo una inmensa necrópolis, con centenares de enterramientos y una de las más importantes y mejor conocidas de al-Ándalus.

Plano de Málaga (42 ha.) por Christine Mazzini-Guintard
identificado las dos fortalezas (F), la medina (M),
los arrabales (Arr.) y la atarazana (At.)


La ciudad de Malaqa estaba protegida al sur por el mar y al norte por la cercanía de los montes de su sierra, además de contar con una sólida muralla de abundantes torres y fuertes defensas en las poblaciones de alrededor que parecían hacerla inexpugnable. Al norte por Puerto de la Torre, al oeste con Torre de Molinos y Alhaurín, y al este con Benagalbón. Tierra próspera, tanto por su producción como por su comercio marítimo y su actividad mercantil, siendo el principal punto de riqueza del reino nazarí de Granada.

Esta puerta monumental es el último 
rastro de las atarazanas de Málaga,
y se encuentra precisamente en el
conocido como Mercado de Atarazanas


De la Málaga de principios del siglo XV tenemos un valioso testimonio en "El Victorial", la crónica de Pero Niño, conde de Buelna, quien en mayo de 1404, participando en una expedición contra la piratería mediterránea, y aprovechando las paces entre Castilla y Granada, desembarcó con sus gentes en la playa de la ciudad, la cual recorrió, visitando luego la aljama, la atarazana y la casa de los genoveses (todavía hoy el solar donde estuvo la factoría de Génova, lo recuerda la calle Castril de Genoveses). El comercio de Génova con el reino nazarí y, en concreto a través del puerto de Málaga, siguió a lo largo del siglo XV, y aún después, y que posibilita la presencia de naves cristianas en tales aguas en otras ocasiones.

Sólo se podía cruzar la sólida muralla, vigilada por torres y fuertes defensivos, a través de cinco grandes puertas, entre ellas la Puerta de Granada o bab al-funtanalla. De este a oeste una vía cruzaba la ciudad y comunicaba el puerto y la fortaleza con el interior del recinto amurallado. Junto a él se encontraban el barrio de los judíos y el de los comerciantes genoveses con castillo propio. El barrio de los Genoveses estaba cercado por una muralla de ladrillos y argamasa que protegía las fabulosas mansiones y los almacenes de miradas indiscretas y ladrones. Algunas de estas casas podían considerarse verdaderos palacios como la de Franco Vivaldi y Paulo Centurión, que eran solariegas y confortables, pero comparativamente modestas al lado de las mansiones de la poderosa familia de los Spínola, compuesta por los hermanos Ambrosio, Tadeo, Avelino y Carolo. Todo el textil de lujo estaba en sus manos, y aunque los italianos no descuidaban el comercio de la seda y las especias de Oriente, también tenían intereses en la importación de manufacturas del norte de Europa.

Durante la Edad Media, la ciudad se había configurado en torno a dos ejes horizontales, uno hacia el sur sobre los terrenos que se iban ganando al mar cuyo límite se encontraba en el actual eje Alameda-Parque, y el otro al norte en la marca curva que recorre las calles Álamos y la calle Carretería. Al oeste se cerraba por el cause del río Guadalmedina y al este a los pies del monte Gibralfaro. La arqueología urbana practicada en Málaga durante las últimas décadas ha permitido identificar las construcciones propias de un medina de la época andalusí. La ciudad estaba delimitada por una importante muralla y contaba en su entorno inmediato con otros barrios: los arrabales.

Recreación de la Málaga musulmana en
1487, según el dibujante E. Alcántara Alcaide,
donde se aprecia el conjunto de la Medina,
las fortalezas de la Alcazaba y Gibralfaro, el
castillo de los Genoveses y los arrabales fortificados

"Es esta una ciudad de unas vistas muy hermosas. Está bien asentada y es llana. Por una parte llega el mar hasta ella y el mar está muy pegada a la ciudad. Hay solamente alguna arena entre el mar y la ciudad, como veinte o treinta pasos.
Por el poniente está la Atarazana. El mar llega hasta ella y aún la rodea un poco. Tierra adentro la ciudad se empina en una ladera. Tiene dos alcázares o castillos cercanos el uno del otro.
Cuando íbamos con nuestras galeras costeando cerca de Málaga ocurrió un hecho maravilloso, nunca antes conocido. Estaba la mar en calma y estaríamos como a dos millas de Málaga. Era mediados del mes de mayo, el cielo estaba muy claro y sol a sudeste. Entonces, sin venir a cuento, se levantó una niebla muy espesa y oscura que venía hacia nosotros desde la ciudad. Y vino sobre las galeras de manera que no se veía de una a otra aunque estaban muy cercas entre sí.
 Algunos marineros dijeron que habían visto una niebla igual anteriormente y que eran hechicerías de los moros, en las que eran expertos y que habían hecho venir la niebla para destruir nuestras galeras. Decían que era necesario que los marineros desataran las velas para evitar que se estrellaran contra las rocas. También insistieron en que todos hicieran la señal de la cruz y rezaran a Dios para que los librara de aquella maldad de los moros. Si lo hacían así se disiparía la niebla.
Y así fue. Súbitamente se deshizo y apareció tiempo claro y los marineros volvieron a empuñar los remos. Luego vino otra niebla como la primera e hicieron sus oraciones y se volvió a disipar. Aquello duró como media hora.
 Llegaron las galeras ante Málaga con las armas dispuestas en cubierta en manos de los soldados por si era necesario defenderse o atacar pero no vieron enemigos por parte alguna. Solamente cantidad de moros y moras que se acercaban a ver las galeras. Luego se acercó a ellos una zambra que ocupaban unos moros honrados para averiguar quién les visitaba y qué intención tenían los tripulantes que se acercaban a sus costas. Se inclinaron ante el capitán y le dijeron que les estaban esperando para celebrar el convite ritual de la hospitalidad llamado adiafa. Le rogaron encarecidamente que no hiciera daño en el puerto, a lo que accedió el capitán.
Entonces salieron de Málaga unos quinientos caballeros montados en preciosos caballos preparados con arreos de guerra y comenzaron a hacer desfiles y cabriolas de manera maravillosa. El capitán quedó encantado con lo que había visto.
Los cristianos fueron invitados al convite de la hospitalidad. Trajeron muchas zambras adornadas con paños de seda y oro así como con muchos atabales y otros instrumentos musicales.
Los cristianos que quisieron entraron en la ciudad y fueron a la casa de los Genoveses, luego a contemplar la preciosa judería y a continuación a las Atarazanas. 
 Descripción de Málaga hecha por el alférez de Don Pedro Niño, conde de Buelna, en 1403

En 1232, Al-Ahmar, fundador de la dinastía nazarí, es proclamado rey en Arjona, y gracias a las alianzas con otras familias, sobretodo los Asqilula, entra en Granada en 1237, dando comienzo el reinado nazarí. Mientras los Asqilula gobernarían la ciudad de Málaga hasta que sus pretensiones de poder les obliga en 1277 a entregar la fortaleza a los meriníes, quienes también son expulsados por los ejércitos nazaríes gracias al apoyo de los castellanos. Desde ese momento Malaqa (como se conoce en época andalusí) queda bajo la órbita del gobierno granadino y convirtiéndose en el puerto más importante y baluarte desde el que recabar el apoyo norteafricano en caso de necesidad tras la decadencia de Almería.

Candil nazarí del siglo XIII hallado en Málaga y expuesto
en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid

Por ejemplo el arrabal de al-Tabbanin o "de los tratantes de paja", (comprendiendo los actuales barrios del Perchel y la Trinidad), en la orilla derecha, cercado de muros salpicados de torres y al que se llegada por un puente construido por los Almohades en 1193 para comunicarlo con la medina, pero destruido por una riada. Otro arrabal, al norte de la muralla, llamado Funtanalla, tuvo un origen alfarero. La disponibilidad de agua, leña de los montes cercanos, buenas arcillas y un importante puerto comercial convertían a Málaga en un lugar idóneo para las prácticas alfareras. En los arrabales que se localizaban en el perímetro de la ciudad, especialmente en el de Funtanalla, al norte, se han hallado importantes evidencias de talleres cerámicos: puntos de extracción de arcillas, piletas de decantación, herramientas de alfarero como platos de torno o herramientas para la decoración estampillada de platos y tinajas, hornos para la cocción de las piezas y abundantes testares donde se arrojaban los productos defectuosos.

Este cuenco fue fabricado en Málaga para Leonor de Castilla
cuando se casó con Eduardo I de Inglaterra y las recibió en
Londres en 1289 junto a otras piezas de cerámica (esta pieza
se conserva en la Torre de Londres)

La Malaqa islámica tuvo una significativa actividad comercial y artesanal. Exportaba higos, almendras o pasas de la comarca, y productos artesanales como la seda, objeto de continuadas transacciones con ciudades como Génova. Siendo una importante ciudad portuaria concentraba a comerciantes de diferente credo como ligures, venecianos, florentinos, genoveses, catalanes, valencianos, mallorquines, meriníes, bereberes y sinhayas que acudían a las dársenas de su puerto y a sus mercados para adquirir pescados, salazones, sedas, pasas, higos y azúcar (productos apreciados en sus ciudades y en las lejanas tierras de Flandes, Borgoña o Provenza), alojándose y comerciando en alhóndigas (para saber más sobre las alhóndigas consultar el post sobre el Corral del Carbón de Granada).

Según las fuentes y restos arqueológicos se conoce la 

existencia de al menos 12 en la ciudad, una de la cuales se 

situaría en la actual calle San Juan 24-26, donde se localizó 

esta pila de abluciones de arcilla (siglos XII-XIII) con 

motivos epigráficos y geométricos en cuerda seca total


La pieza se decoró en su fondo con un
gran motivo de lacería con epigrafía central,
 bordeada por otras dos líneas de escritura flanqueadas
por rosetas verdes; en el centro 
"La Gloria" y
 en los extremos: "Prosperidad"


Como toda población musulmana -ésta censada en 15.000 habitantes- la ciudad nazarí de Málaga contaba con numerosos baños públicos, normalmente ubicados en las cercanías de las mezquitas de barrio de la medina por la concepción ritual del baño en la religión islámica. Según la Casa Capitular de Málaga, en los Repartimientos castellanos, los baños citados en dicho documento se encontraban situados en la plazuela delante de la Alcazaba, en la calle Granada (hacia Denis Belgrano), en la calle de las Parras, junto al Hospital del Rey y en la calle del Císter. Tras la conquista de la ciudad por los castellanos, el sentido ritual y plenamente religioso que tenía entre los musulmanes desaparece y son convertidos en bodegas por lo general. Otros tres baños de los que se tienen constancia por la arqueología se encontraban bajo el Museo Picasso, en la Plaza Mayor (actual Plaza de la Constitución), otro junto a los Agustinos (hoy Santa María) y por último en el Castillo de los Genoveses (bajo actual acera de la Marina).

Maqueta de la ciudad nazarí
de Málaga y expuesta
en el Museo Arqueológico
de Málaga 

Al comienzo del dominio nazarí en la ciudad, en 1278 Mohammed I, fundador de la dinastía nazarí, firma un acuerdo con la República de Génova que convierten al puerto malagueño en uno de los más activos del Mediterráneo. Estas negociaciones se fortalecerían entre 1280 y 1295 y fue tal la influencia de los genoveses en Málaga que se levantó un gran edificio para oficinas de representación y gestión mercantil llamado “Castillo de los Genoveses”, un consulado con base territorial en Málaga mediante un contrato de franquicia.

Castilla valoró Málaga por su condición estratégica al encontrarse próximo al norte de África y su posición comercial en el litoral Mediterráneo. En 1486, tras llegar a un acuerdo con los cristianos, Boabdil es liberado por los Reyes Católicos -había caído preso tras la toma de la ciudad granadina de Loja (Lawxa)- y Málaga (Malakka) se pone de su parte y dan la espalda al rey nazarí Mohammed XIII a cambio de que sus mercaderes tuvieran libre ejercicio con Castilla y el resto del reino granadino. Sin embargo, este apoyo de los malagueños a Boabdil finalizará cuando descubren que el pacto con los castellanos supone la entrega de la ciudad y la evacuación de sus habitantes.

Los malagueños se sienten traicionados y abandonados por el soberano nazarí en quien habían confiado equivocamente y, en su desesperación, se niegan a entregar la ciudad, prefiriendo la lucha a ultranza para defenderla, contando además con un contingente de voluntarios de la fe norteafricanos dispuestos a pelear sin tregua.

Tras conquistar y asolar la Axarquía y la serranía de Ronda, un ejército castellano de veinticinco mil infantes, doce mil jinetes y ocho mil soldados de apoyo llegó a las puertas de Málaga en mayo de 1487. Fernando de Aragón (o "el Católico") envió emisarios para conseguir la rendición pacífica de la ciudad. El walí de Málaga, contando con el apoyo de los comerciantes de la ciudad, pareció dispuesto a entregarla consciente de la inutilidad de cualquier resistencia. Pero el arráez de la ciudad, Hamet Zegrí, y las tropas encargadas de la defensa formadas por mercenarios gomeles norteafricanos voluntarios de la fe, renegados cristianos y monfíes que habían huido de la serranía de Ronda, se negaron. Se hicieron con el control de la alcazaba de Gibralfaro, de las murallas de la ciudad y de los demás puntos fortificados. Consideraban que si lograban resistir hasta el otoño, época en la que cesaban las campañas militares por las inclemencias del invierno, sería considerado un fracaso de los cristiano que animaría al resto de los musulmanes a guerrear por sus tierras. Los militares malagueños estaban dispuestos a pelear sin tregua hasta la muerte, y así lo hicieron.

Brocal de pozo andalusí expuesto
en el Palacio de la Aduana de Málaga 

Fernando el Católico tomó Málaga tras un despiadado asedio que duró tres meses y medio, siendo castigada implacablemente por la artillería, mientras que el hambre hacía el resto. Cegaron los abastecimientos de agua y las entradas de víveres. Los sitiadores utilizaron catapultas con proyectiles incendiarios hechos con redes repletas de piedras, maderas y brea; la artillería castellana bombardeaba constantemente produciendo brechas en las murallas por las que los asaltantes intentaban penetrar. Pero los defensores apagaban los incendios y reparaban los desperfectos de las defensas con un esfuerzo y tenacidad nunca vistos. Se libraron terribles combates en el exterior de la ciudad y en la periferia del cerco y los castellanos tuvieron que construir torres sambucas (armazones altos de madera entrelazada con ruedas para desplazarlas) para facilitar el asalto. Los malagueños consiguieron destrozar algunas torres con sacas y cuévanos llenos de aceite, resina y cortezas, prendidas en fuego y lanzadas contra los asaltantes.

Boabdil, fiel a su pacto, se abstuvo de intervenir, dejando desamparados a quienes meses antes le habían hecho llegar su dinero para consolidarse en el trono de Granada, mientras que Mohammed XIII "El Zagal" intenta auxiliarlos enviando algunos contingentes desde Almería, pero no sirvió de nada. Algunos traidores de la ciudad abrieron las puertas por las que los asaltantes azuzaron a cientos de caballos y mulos que arrastraban madejas de estopa en llamas, incendiando casas y comercios. Los castellanos conquistaron calle a calle la ciudad, degollando y decapitando, pues tenían órdenes de matar a todo ser vivo que se defendiese. Militares enloquecidos por el sofocante y pegajoso calor del verano, sumado al incendio de la ciudad, satisficieron sus ansias de saqueo y mujeres, asesinando y violando, mientras los defensores desnutridos, sedientos y agotados, oponían a las armas cristianas puñales, hondas y garrotes. Durante horas, en las calles de Malaqa sólo se oyeron gritos enfurecidos, el crepitar del fuego y lamentos de agonía. Las calles se poblaron con los cadáveres de cinco mil malagueños. En los días siguientes, se obligó a los supervivientes a llevar a cuesta los cadáveres de sus familiares y amigos hasta terrenos baldíos fuera de la ciudad; allí fueron amontonados y quemados en piras para evitar epidemias. A los soldados cristianos se les permitió rapiñar la ciudad durante tres días, obligando a los habitantes a salir a las puertas de sus casas y entregar dinero, oro y joyas.

Hamet Zagrí, el arráez, fue capturado y llevado atado a presencia del rey Fernando quien con un gesto despectivo de su mano, indicó que lo apartasen de su vista y fuese conducido como el primero de los esclavos al considerarle responsable del tiempo del asedio sufrido por la ciudad ante su tenaz defensa, y culpable de los gastos que la Hacienda Real había tenido que abonar para mantenerlo. A los defensores nazaríes que habían demostrado mayor tenacidad y valentía fueron decapitados, mientras que el resto de supervivientes, sin considerar edad, sexo o lazos familiares, fueron divididos en contingentes y conducidos como esclavos hacia Sevilla y Córdoba, Toledo y Portugal. Fernando de Aragón mandó como presente un grupo de cautivos al Papa Inocencio VIII en Roma, y otro a su hermana Juana, reina de Nápoles, pues el rey aragonés quería que el cautiverio con el que fueron condenados los malagueños sirviera de escarmiento al resto de musulmanes del reino de Granada. Los muladíes identificados, los antiguos cristianos convertidos al Islam, fueron divididos en dos grupos: los del primero, en castigo de su apostasía y traición, fueron atados en postes de una palestra y utilizados como blanco por los jinetes castellanos -los militares ejercitaron su puntería lanzando contra ellos cañas afiladas mientras galopaban a toda velocidad sus caballos- mientras que los del segundo grupo, fueron quemados vivos en hogueras levantadas en las cercanías del puerto de la ciudad. Sólo se libraron de la esclavitud o la muerte, 450 judíos, ante la promesa de veinte mil doblas de oro (algo más de 34 millones de euros actuales), que serían abonadas por el arrendador de las rentas reales y recaudadas entre todos los sefardíes de Castilla y Aragón, paliando así la deuda que al erario regio le había costado el asedio. La novela "El mercenario de Granada" de Juan Eslava Galán está ambientada en este momento histórico y cuenta con detalle como debieron vivirlo desde dentro de la ciudad.

Después de 101 días de resistencia heróica, Medina Malaqa se rindió el 18 de agosto de 1487, suponiendo un durísimo y definitivo golpe para el reino nazarí de Granada que perdía así su principal puerta marítima. Del mismo modo, la batalla por Málaga dejó exhaustos a los cristianos por la cantidad de recursos económicos empleados, los hombres que perdieron y la dedicación que exigió la contienda. Ante una población amedrentada y famélica, se leyó en árabe el documento por el que tomaba posesión de la ciudad, en nombre de los reyes Isabel y Fernando.

Un mes después, en septiembre de 1487, se decidió dividir a los moros presos en tres partes: una para la Corona, otra para los nobles y la tercera para el rescate de cautivos cristianos por medio de trueques. En las capitulaciones pactadas entre `Ali Durdus y don Gutierre de Cárdenas se hizo constar de forma expresa que los cautivos no podrían volver a vivir en el reino granadino, aunque consta en las fuentes que ese pacto no se cumplió del todo, pues bastantes rehenes volvieron y se refugiaron en la morería malagueña, en donde está atestiguado que había más gente de la oficialmente autorizada, de tal forma que, en 1489, el concejo de la ciudad pidió a dos de sus regidores que comunicaran a los reyes la continua venida de moros en unos momentos en los que "su gente de guerra se encuentra combatiendo en otras zonas del territorio granadino". No obstante, la orden siguió incumpliémndose, pues en 1491 cautivos malagueños volvieron a su tierra.


En 1489 se celebró el primer Cabildo Municipal
para ordenar la vida en la ciudad que queda
 regulada por el "Fuero Nuevo" a Ordenanzas de 1506


Comentarios

  1. Vaya, las Celosias si que son útiles en la Arquitectura, gracias por la info!

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    1. Gracias a tí Luis por tu comentario. Me alegro que te haya resultado útil la información. Saludos

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