El horologio de La Alhambra

En la Península Arábiga, como en el resto del Oriente Medio, existieron desde mucho antes del Islam métodos empíricos de observación del cielo con intención de computar el paso del tiempo. Una de estas tradiciones es la que los árabes recogerán en los Tratados de anwa'. En el Islam, el calendario musulmán será lunar y el día civil empezará a la puesta del sol, de manera que la noche o vela precederá siempre al diurno al cual pertenece. Los mawaqit son los momentos fijados del día en los que tienen lugar las oraciones canónicas, que son cinco. Si no hay necesidad de mayor precisión, a veces son tomadas como punto de referencia para designar cualquier fase del día o de la noche. Durante la expansión del imperio islámico por el mundo greco-romano, los árabes descubrieron el cuadrante solar y los astronómicos musulmanes, interesados por la medida del tiempo, se aplicaron al desarrollo de la gnomónica.

Reproducción del horologio descrito por Ibn Al Jatib que se
expone en el Pabellón Al-Andalus y la Ciencia del Parque
de las ciencias de Granada, aunque según Ibn al-Jatib, el
original estaba enteramente policromado y ornamentado.
El 30 de diciembre de 1362, Mohammed V quiso celebrar su restitución al trono aprovechando la fiesta del Mawlid al-Nabawi, dando un convite en el Salón del Trono del Palacio de Comares de La Alhambra que comenzaría tras la oración del atardecer y se prolongase hasta la del amanecer, a la que asistiría toda la Jassa o nobleza nazarí y representantes de las principales instituciones del reino.

Durante la velada se desarrolló un programa musical y literario, intercalado entre las tres plegarias preceptivas, y para contabilizar el tiempo durante la noche se construyó expresamente para la ocasión un horologio, minkana mankana, que colocado sobre un pedestal, excitó la curiosidad de los ilustres asistentes a la celebración y del cual, Antonio Fernandez-Puertas, catedrático de Historia del Arte Musulmán de la Universidad de Granada, ha elaborado un estudio que se puede descargar aquí.

Diseño del catedrático Antonio Fernandez-Puertas

Ibn al-Jatib describe el artefacto en su obra Nufada III (de la cual se conservan dos ejemplares, uno en Casablanca y otro incompleto en la Universidad de Leiden, en los Países Bajos), un horologio para contar las horas de estructura hueca en madera, ligero para su fácil traslado, de forma triangular con doce lados y una altura de 1,70 metros aproximadamente, en cuya cúspide se colocaba un cirio que tiene marcado las horas nocturnas.

Cirio o vela colocado sobre el horologio
con las horas marcadas y de las que
cuelgas unos hilos de lino que accionan
el mecanismo.

En cada uno de los doce lados de la estructura de madera habría una cavidad conteniendo una bola de cobre del tamaño de una avellana. Cada una de estas cavidades disponía de una puertecilla cerrada por un pestillo unido por un cordel a cada una de las marcas de las horas del cirio o vela.

Puertecillas que dejan pasar la bola de cobre hasta el plato
avisando que ha transcurrido una hora
Cuando el cirio es encendido, la llama va consumiendo la cera y al llegar a una de las horas marcadas quema el cordel que sujeta el pestillo de una de las puertecillas que se abre y deja caer la bola a un plato metálico, produciendo una resonancia metálica que avisa que ha pasado una hora.

Tras la puertecilla, una figurita presentaba un trozo de papel escrito con breves poemas de diez versos referentes a la hora, el Corán y a la fiesta que se conmemoraba, y un panegírico o alabanza al monarca nazarí.

Diseño de una de las figuritas por el
Catedrático Antonio Fernandez-Puertas

El encargado del horologio subía por una escalera hasta el ingenio, entregaba al musmí o recitador el trozo de papel de la correspondiente hora para que la leyera en voz alta ante los invitados. Uno de dichos poemas pertenecía a Ibn al-Jatib y hace referencia a la hora de las tres:

"Nos contó la hora tercia y lo ha jurado,
sin que haya resquemos de que nos mienta,
te ocupa el natalicio del que al mundo
la verdad y fe en Dios diera un Libro
que es divina piedad, divina prueba.
luz de Allah y argumento decisorio.
El amor que le tienes saca arcanos
que, en perfecta fusión, fe y mundo alían,
pues al año musulmán añades fiesta nueva
¡oh tú, de musulmanes esperanza!,
en que Amina dio el pecho al fiel Profeta.
Pese al tiempo y las eras transcurridas,
sólo tú en fiesta sin igual lo has celebrado.
¡Así Dios acumula privilegios!
¡Así padres se alegran con sus hijos!
Pronto espera, on Muhammad el loable,
triunfo claro y victoria paladina.
Si a Dios pides socorro, Dios con alguien
como tú es el que ayuda, el Poderoso."

En la Mezquita del Attaibin o Mezquita de Los Conversos (levantada sobre la actual iglesia de San Juan de los Reyes en el Albaicín), contaban también con un horologio que era cuidado por un mutafaquid que se encargaba del correcto funcionamiento del mecanismo hidráulico del ingenio para determinar con exactitud el instante en que se debían anunciar las cinco oraciones diarias.

Pero no era la única manera de contar el paso de las horas durante la noche. Ibn al-Jatib cuenta que en el reino nazarí se usaban cirios que al consumirse marcaban el paso del tiempo e informaban de la hora marcada en la cera. Así lo relata cuando se refiere al sultán Muhammad III :

“el destino lo trató con dureza, no concediéndole una salud íntegra amargándole las delicias del reino con una enfermedad crónica, que atacó a sus dos ojos, ocasionada por las continuas vigilias y el uso de luces de cirios grandes como troncos de palmera, en los cuales había unas marcas que registraban el paso de las horas de la noche”.

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