La vida cotidiana en la frontera del Reino de Granada
Silueta de guerrero islámico colocado en los alrededores del Museo de la Batalla de las Navas de Tolosa. Guerreros como este defendían la frontera granadina |
La confrontación fue el estado más frecuente en la historia del Reino nazarí de Granada, pese a la importancia que tuvieron las relaciones económicas, las influencias culturales mutuas y los períodos de relación pacífica tanto entre Granada y Castilla como entre los hombres que vivían a un lado y otro de la frontera.
Las poblaciones de la frontera debían estar bien preparadas y la experiencia lo demostraba; en un repaso rápido de los casi 250 años de historia de la Granada nazarí, muestra como en los años que transcurren entre 1264 y 1350 se suceden al menos 47 años sumados de guerras, cuatro en la segunda mitad del siglo XIV y treinta entre 1407 y 1462, a lo que hay que añadir las numerosas acciones bélicas limitadas en diversos puntos de la frontera que llevaban a cabo tanto castellanos como granadinos en épocas de tregua.
Especialmente los asentamientos fronterizos estaban defendidos por fortalezas, murallas, torres vigías y otros elementos menores de apoyo para las guarniciones militares permanentes. En todas las fortificaciones se construía una mezquita y uno o varios aljibes y silos para contener previsiones o albergar a cautivos. Generalmente estaban localizadas en cruces de ríos, caminos y valles ofreciendo protección a sus habitantes y defensa del territorio, en lugares elevados y con acceso al exterior. En la mayoría de las fortificaciones nazaríes predomina el tapial o tabiya, conviviendo con la mampostería, como en los casos del castillo de Moclín, Ronda, Loja y Antequera. En las ciudades marítimas como en Málaga (Malaqa) o Almuñecar (al-Munakkab), las fortificaciones se caracterizan por el uso de la mampostería dispuesta sobre ladrillos, variante propia de la costa.
Mapa de las fronteras del reino nazarí de Granada en el siglo XV |
Especialmente los asentamientos fronterizos estaban defendidos por fortalezas, murallas, torres vigías y otros elementos menores de apoyo para las guarniciones militares permanentes. En todas las fortificaciones se construía una mezquita y uno o varios aljibes y silos para contener previsiones o albergar a cautivos. Generalmente estaban localizadas en cruces de ríos, caminos y valles ofreciendo protección a sus habitantes y defensa del territorio, en lugares elevados y con acceso al exterior. En la mayoría de las fortificaciones nazaríes predomina el tapial o tabiya, conviviendo con la mampostería, como en los casos del castillo de Moclín, Ronda, Loja y Antequera. En las ciudades marítimas como en Málaga (Malaqa) o Almuñecar (al-Munakkab), las fortificaciones se caracterizan por el uso de la mampostería dispuesta sobre ladrillos, variante propia de la costa.
Los habitantes de la frontera debían pagar ciertos impuestos destinados a renovar, mantener y construir elementos defensivos como los 20.000 dinares de oro destinados a renovar la alcazaba de Arjona. Se dice que bajo el reinado de Mohammed V, Granada contaba con 14.000 torres.
La frontera era defendida por soldados homicianos -cuya condición les impedía cobrar la soldada-, condenados a muerte que condonaban su castigo a cambio de servir en el ejército durante quince años en los destinos más peligrosos del reino nazarí. El tiempo que pasaban sirviendo a la defensa de la frontera conseguían embrutecerlos aún más, viviendo al días y siempre en peligro por las continuas escaramuzas con el reino enemigo.
La frontera era defendida por soldados homicianos -cuya condición les impedía cobrar la soldada-, condenados a muerte que condonaban su castigo a cambio de servir en el ejército durante quince años en los destinos más peligrosos del reino nazarí. El tiempo que pasaban sirviendo a la defensa de la frontera conseguían embrutecerlos aún más, viviendo al días y siempre en peligro por las continuas escaramuzas con el reino enemigo.
El día a día de los pobladores de la frontera del reino nazarí de Granada con sus vecinos cristianos se caracteriza por la dualidad entre la guerra y la paz, donde viven acosados por el peligro de una escaramuza enemiga. Los caballeros de ambos bandos probaban en ella su audacia y valor, mientras que los mas humildes estaban obligados a convivir con sus vecinos sufriendo en muchas ocasiones el pillaje y la violación, o incluso la esclavitud o la muerte. Uno se hacía a sí mismo, llegando el individualismo hasta los más altos dignatarios de la zona, destinados allí en muchos casos por ser demasiado desafiantes ante el poder establecido o por haber caído en desgracia. Aunque hubiera treguas, los aventureros cristianos entraban en tierras granadinas y las esquilmaban porque para los segundones castellanos era una especie de juego en el que poco tenían que perder -salvo la vida- y con el que podían ganar una fortuna, acaparar botín y cubrirse de gloria, la misma que sus hermanos primogénitos les hurtaban al heredar las tierras y haciendas familiares. Por el bando nazarí, las aceifas eran las incursiones sarracenas en territorio cristiano; muchos imanes de las mezquitas granadinas consideraban que ofendía a Allah que en su nombre se atraviesan fronteras para robar cabezas de ganado, quemar cosechas de agricultores famélicos o capturar indefensos para venderlos como cautivos. De hecho, cuando los musulmanes asolaban las comarcas de Córdoba y Jaén, quemaban las haciendas, talaban las viñas y las mieses pero dejaban casi intactos los olivos por lo que los campesinos cristianos se aficionaron a la siembra de olivares.
Pesaje de monedas para comprar un esclavo (Bagdad 1237) Yahya ibn Mahmud al-Wasiti Maqamat al-Hariri |
Como consecuencia de esta coexistencia, de las treguas y del devenir diario, en el siglo XIV surge el juez de la frontera quien arbitra en los pleitos entre castellanos y granadinos buscando el entendimiento y la estabilidad, y en caso de ser necesario el derecho a represalia en caso de intromisión injustificada o algarada, generalmente por iniciativa privada. Esta ruptura de paz exigía, a través de los llamados "fieles del rastro" identificar a los agresores y castigarlos para evitar que sus ambiciones rompieran la paz movidos en muchos casos por oscuros intereses ajenos a la religión o la política. De este período procede también el término alcalde, del hispanomusulmán alqahi que vendría a significar "juez". Otra figura que nace fruto de los problemas fronterizos es la de los "ejeas" que actúan en el rescate de cautivos, la restauración de bienes capturados y la ayuda a los vecinos de ambos lados.
Pero las buenas relaciones entre poblaciones vecinas de diferente credo, como el caso de la Ronda islámica y el Jerez cristiano, daba cabida a la protección de herejes, prófugos o incluso conversos que buscaban el amparo de otra cultura. Como el caso de los seguidores de Fray Alfonso de Mella, considerados herejes por los cristianos y que crearon una nueva comunidad en Granada en 1445, mayoritariamente compuesta por mujeres, sin tabúes sexuales y que compartían sus bienes entre ellos. Por su parte los conversos musulmanes en tierras cristianas ocultaban sus creencias originales utilizando la taqiyya un precepto del Corán que permitía ocultar su religión siempre que su vida estuviera amenazada, pero rezando a Alá y celebrando sus oficios religiosos en la intimidad.
Los "enaciados" o renegados eran súbditos de los reyes cristianos que guardaban vínculos de amistad o interés con los ismailitas y que actuaban como espías, negociadores, guías, intérpretes, etc. Fernando del Pulgar dejó escrita una larga descripción de sus aptitudes, destacando su capacidad para indicar los mejores lugares para establecer vigilantes que eviten las incursiones enemigas, atajos, pasos más seguros en terrenos difíciles, los mejores pastos para los caballos y donde asentar un campamento con buena provisión de agua.
Antiguas carnicerías de Baeza con la Fuente renacentista de los Leones, lugar donde se celebraba en mercado |
La actividad económica destaca con peculiaridad ante esta situación de vecindad, ayudando a acercar a los pueblos enfrentados, lugares de paso como Antequera, Zahara, Alcalá la Real o Baeza, obteniendo beneficios para todos, permitiendo el intercambio. Incluso la corona sacaba beneficio pues Castilla (Kastalla) gravaba los productos con destino al reino nazarí con el llamado "diezmo y medio diezmo de lo morisco", similar al que los granadinos cobran por comerciar con cristianos y que recibía el nombre de magran así como a los comerciantes especializados en la frontera se les conocía como almayal. Cualquier tipo de comerciante que se adentrase en tierra ajena recibían salvoconductos o aman que garantizaban su seguridad, ya fueran cristianos, musulmanes o judíos. Cualquier producto era susceptible de ser comerciado en los territorios contrarios salvo las armas, cereales o caballos, prohibidos por motivos de defensa militar.... aunque siempre existía el contrabando a costa de unos y otros.
Me parece un artículo muy interesante, pero puede ser mejorado si se completa citando ciertas instituciones de la frontera como los alfaqueques que se dedicaban al rescate de esclavos cristianos, el alcalde de saca que se dedicaba a impedir la extracción o saca de ciertos géneros o mercaderías como oro, plata, caballos y mulos y el alcalde de moros.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarHola mtgolmedo! Muchas gracias por compartir tu impresión y comentarios. Efectivamente es un tema muy extenso, tanto que a la izquierda puedes ver una categoría "cautiverio y esclavitud" donde se desarrolla este tema en profundidad. Incluso te recomiendo la lectura de un libro publicado por Caja Granada Memoria de Andalucía, titulado La Frontera cristiano musulmana del reino nazarita escrito por Margarita Torres Sevilla. Un saludo y te animo a seguir compartiendo tu opiniones con nosotros.
ResponderEliminar