Los piratería nazarí

Dibujo de una nave del siglo XIV

En la Edad Media los tipos de embarcaciones y sus nombres tales como barcas, galeras, galeones, cocas y otras tantas eran similares y tenían variadas funciones. Las embarcaciones nazaríes no debieron ser diferentes dentro de la misma función de naves de carga o de guerra.

Los barcos nazaríes se citan en los documentos conocidos como naves armadas, designando a las embarcaciones equipadas para la guerra o el corso y se equipaban en atarazanas como las de Málaga o Malaqa. Al-Qadísí las llama galeota, carraca (para transporte y comercio generalmente) o nave; al-Zayyay, saetía (que desempeñaban misiones de piratería y que era un tipo de galeota pequeña y ligera) e Ibn al-Ahsan a las embarcaciones las denomina jabeque (embarcación pequeña de unos cuatro metros de largo por uno de ancho, destinada a la pesca o recreo y llamada así por el hilo con que se fabricaban los aparejos de pesca para dichas embarcaciones).

Dibujo en una de las paredes de la casa de Zafra en Granada
donde parece estar representado un barco

Las naves corsarias nazaríes vigilaban las costas del reino, tripuladas por un cuerpo de arqueros (Ibn Fadl al-‘Umari, autor del siglo XIV y de Qalqasandi dicen que los tripulantes de estas naves eran a la vez marinos y buenos soldados), siendo constantes las incursiones de los súbditos granadinos y aragoneses durante los siglos XIII y XIV. El radio de acción más lejano de la piratería nazarí alcanza los mares de Ibiza, desde los puertos de Almuñécar y Almería, como en la expedición del año 1330 en las que se apoderaron de dos naves mallorquinas o el apresamiento de un jabeque nazarí en las costas de Adra por los aragoneses el 14 de agosto de 1344.

En general, el botín de las incursiones es variado, comprendiendo cautivos, mercancías como trigo, cera, cuero o pieles, embarcaciones y objetos de valor, predominando en especial los cautivos musulmanes o cristianos por los que se piden rescates de entre 30 y 50 dinares de oro (entre 3’5 y 4’5 gramos por moneda). 

Estos actos de piratería obstaculizaban la política de alianzas y las negociaciones o renovación de tratados de paz entre nazaríes y aragoneses durante los siglos XIII y XIV. Los soberanos de ambas coronas se enviaban regalos como anillos y halcones a través de embajadores y comerciantes -el mercader Pascalín, Sinya, Sulayman, Luqin o el Israelita- junto con una delicada y abundante correspondencia diplomática entre ambas cortes denunciando el corso realizado por cristianos o nazaríes, solicitando la devolución del botín tanto de bienes como de cautivos, evidenciando su deseo de paz y cese de los actos de  piratería, dando lugar a la existencia de una diplomacia habilidísima de relaciones exteriores.

Plano obra de Cristobal Torres Delgado, procedente
de su excelente trabajo "El Mediterráneo nazarí:
Diplomacia y piratería siglo XIII-XIV"
La piratería aragonesa es más frecuente que la nazarí, incluso durante la vigencia de los tratados de paz; así cuando Yusuf I reclama cautivos apresados por súbditos aragoneses de Pedro IV, insiste en que fue realizado en los últimos días de un tratado de paz. Los granadinos perjudicados presentan su denuncia ante la Corte nazarí ofreciendo la relación de personas apresadas, fecha y daños ocasionados. El monarca nazarí, presionado por estas denuncias, envía una reclamación fechada el 22 de septiembre de 1344 a la Corte de Aragón con el objetivo de negociar la devolución de bienes y la liberación de cautivos de acuerdo con las cláusulas establecidas en los tratados de paz: "las naves de vuestro país de correr estas costas causando tales daños, que en este período de tiempo han desaparecido multitud de personas, y son un gran número las quejas que nos han dirigido las gentes de nuestros dominios con tal motivo” [...] que escribáis a vuestros gobernadores que no cometan el atropello de armar barcos para realizar ataques contra los musulmanes, por ningún motivo [...] Las naves de vuestro país han seguido corriendo las costas de nuestros Estados [...] en términos que se han perdido tantas personas y tantos bienes a ellas pertenecientes como no se han perdido en tiempo de guerra [...] que en modo alguno sea equipada en los lugares sometidos a su autoridad /de los gobernadores cristianos/ ninguna embarcación destinada al corso contra los países musulmanes [...] tal como lo exige la lealtad y tal como lo requiere la gran estima en que tenemos vuestra amistad”.

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