al-Mariya (Almería)


Almería tomó su nombre de una atalaya que vigilaba la zona
marítima de Bayyana y cuya estructura era llamada AL-mariyat
Bayyana, alrededor de la cual se construyó la ciudad

Almería es una provincia situada en una esquina de la península Ibérica, mal comunicada con el interior, con un fuerte relieve y una climatología semiárida que le dan un carácter abigarrado. Sin embargo sus costas meridionales, que poseen excelentes fondeaderos naturales, eran un lugar de paso obligado para el comercio en dirección oeste-este, y en menor intensidad para el comercio entre el norte y el sur. Los árabes fundaron la ciudad en el año 955, siendo una de las pocas ciudades andalusíes de nueva planta, impulsados por su importancia portuaria, donde se reunían comerciantes genoveses y aragoneses, pues era utilizada como base de escala en los intercambios con el Magreb central (costa argelina).

Vista del puerto actual de Almería desde las almenas de la alcazaba

Durante el siglo XIII, en el ocaso almohade, y hasta principios del siglo XIV, la ciudad de Almería se repliega en su centro urbano ante las sucesivas amenazas que sufría desde el exterior, al igual que su antigua trama productiva y comercial que nunca llegó a recuperar por completo, basándose en la agricultura, el comercio y la producción de textiles principalmente durante el reino nazarí. A pesar de la fluctuación demográfica por la llegada de musulmanes procedentes de los territorios conquistados por los cristianos y la epidemia de peste de 1349, la ciudad es la misma a nivel urbanístico, formada alrededor de los edificios públicos más representativos y de las actividades comerciales del fondeadero de levante, que giraban en torno a las calles reales del Mar y de Pechina.

Reproducción de la ciudad de Almería en época nazarí
con ocasión de la celebración del Milenio del Reino de Almería


Plano de la Almería andalusí
Plano de una Almería de 82 hectáreas en época andalusí,
realizado por Christine Mazzoli-Guintard identificando atalayas 
(At.), Arrabales (Arr.), Mezquitas (M) y la fortaleza (F)


La zona occidental de la medina por el contrario, se abandonó a finales del siglo XIII, despoblándose el barrio de al-Haud. Por otra parte, a pesar de que las referencias a la judería almeriense sean escasas, podemos localizarla al pie del cerro de San Cristobal, muy cerca de la actual Plaza Vieja, en una de las zonas más deprimidas de la ciudad, cerca del matadero y, por tanto, paso obligado de ganadería que atravesaba la ciudad, dándole un carácter insalubre y marginal. Precisamente fue aquí donde comenzó la citada epidemia de peste.


Puerta Purchena es la actual calle real de Pechina, uno de los
ejes principales de la ciudad medieval y centro comercial
Las áreas despobladas intraurbanas se utilizaron como cementerios, como sucede en la calle Ancla, en las inmediaciones de la Plaza Pavía (en el extremo occidental de la medina), donde aparecieron en la década de 1990 tumbas de los siglos XIV y XV, confirmando antiguas noticias sobre una importante necrópolis en el Reducto, a los pies de la Alcazaba. Ninguna de las tumbas descubiertas presenta signo de señalización externa, lo que parece una característica común en la última fase de ocupación de las necrópolis nazaríes almerienses. En el siglo XIV desaparecen las maqabriyas utilizadas durante siglos en la ciudad mientras que se reproducen modelos de tipo rural, con pequeñas variantes relacionadas con el reaprovechamiento de materiales de construcción.

macabrilla del siglo XII conservada en el interior de la Alcazaba

Mientras que a poniente el paisaje de la ciudad es desolado, a levante conviven espacios urbanos con otros de cultivo creando espacios casi suburbanos, donde dominaba el moral. Así, la distribución del espacio en la mitad meridional del barrio de al-Musala, entre la calle Real del Mar y las murallas que franquean la Rambla de Belén, se crea una conjunción de áreas de residencia y de cultivo mediante la disposición de un huerto en sus traseras, provisto de un sistema individual de riego y norias, provistas a veces de una alberca.

El paisaje exterior de Almería en el siglo XV sería de una ciudad
rodeada de huertas cercadas, con norias y acequias comunes
En la vega próxima a la ciudad se mantiene el modelo de huerta cercada y provista de una "torre", solución para la aristocracia nazarí de la ciudad que aúna defensa y recreo, colonizando incluso parte de las alquerías más próximas anteriores al período nazarí. Algunas de estas huertas nos han llegado con una denominación particular, que habitualmente coincide con la de su último propietario, como parece en el caso de las huertas cercadas "del jurado", del alguacil Abez (convertido al cristianismo con el nombre de Diego Avis Venegas de Córdoba, antes Aben Sayez), y en especial la conocida como "Huerta del Rey".

Las almunias, supuestamente fortificadas, se desarrollaban a
las afueras de la muralla del litoral, junto a los caminos que
penetran en la ciudad, como el que se dirigía a Cabo de Gata
(en la fotografía) por la costa almeriense
Por tanto, a diferencia de las principales ciudades del reino nazarí de Granada, Almería (al-Mariya) distaba de ser una ciudad saturada con problemas urbanísticos derivados de la falta de espacio edificable, siendo una ciudad interior cuya zona habitada quedó rodeada de terrenos yermos o cultivados en todas direcciones, lo que supone un encarecimiento del suelo ante la concentración de servicios públicos y actividades productivas en ciertas zonas. Esto produciría efectos locales de densificación, con el aumento de altura mediante la construcción de cobertizos, especialmente alrededor de la calle Real de las Tiendas y en la colación de Santa María, a los pies de la Alcazaba.

Viviendas del siglo XIX en las calles aledañas a la alcazaba
Almería, pasó a formar parte del reino nazarí de Granada prácticamente desde sus orígenes cuando Mohammed I, tras diversos intentos, se apodera por la fuerza de la ciudad en 1246 que hasta el momento estaba en manos de un caudillo llamado Ibn al-Ramimí, quien se refugia en Túnez tras su derrota. La dinastía nazarí logra consolidarse excluyendo a la oligarquía anterior y creando un sistema clientar propio. Entre la alta sociedad nazarí de Almería existía una exigua minoría formada por comerciantes y miembros de la menguada oligarquía local, destacando Hamet al-Rasbaida, último comerciante de una generación de mercaderes, muy nombrado por las fuentes, que comerciaban con Valencia en la primera mitad del siglo XV.

Plano de la medina nazarí de Almería (al-Mariya)
La ciudad no contaba con grandes palacetes para albergar a la nueva oligarquía nazarí, pues las personas destacadas disponían habitualmente de varias pequeñas casas juntas. Esta oligarquía se distribuye preferentemente por la zona de poniente de la medina, por la calle Real del Mar. En general, el resto de las casas eran pequeñas a pesar del espacio libre disponible, construidas con mampostería y sobretodo ladrillo y suelos de cerámica en sustitución de los de mortero, prescindiendo de alberca en el patio.

En la imagen, reconstrucción de viviendas nazaríes del siglo XIII
y XIV en el interior de la Alcazaba de Almería

Fragmento de jarra nazarí con epigrafía árabe procedente
de Almería

Durante la posterior Guerra del Estrecho, la vega almeriense fue objeto de algunos saqueos en represalia por las actividades destructivas de Banu Marín en el valle del Guadalquivir. Pero además Aragón, aprovechando las hostilidades entre Granada y Marruecos, y con la intención de evitar las incursiones corsarias de la ciudad contra las costas aragonesas como las expediciones de 1304 y 1307, se prepara para tomar Almería. De este modo se preparó un cruzada contra Almería en una triple coalición, empresa presidida por unas reliquias de San Indalecio y cuyos preparativos duraron casi dos años.

Como acción previa, pero desligada, el obispo de Cartagena tomó el castillo de Lubrín y otra expedición el de Huércal. No obstante la ciudad fue avisada y se prestó al asedio enviando varios navíos a Orán para pertrecharse de víveres y hombres, mientras se apresaba preventivamente a los comerciantes aragoneses establecidos en su mercado.

Este tipo de munición, bolas de piedra, fueron utilizadas durante
el asedio que sufrió Almería (esta encontrada en la Alcazaba)

Durante seis meses, Jaime II sometió a un duro asedio a la ciudad en 1309. Este hecho histórico se conoce en detalle gracias a autores árabes posteriores que recogen la narración de los hechos, como Ibn Játima, testigo de los sucesos. Las tropas llegaron en agosto, embarcadas en trescientos navíos pequeños y grandes, de guerra y comerciales. A modo de prevención, el gobernador de Almería, Ibn Madyan ordenó destruir aquellas construcciones demasiado próximas a las murallas y tapiar las puertas de la ciudad. Los asediadores construyeron once catapultas para lanzar grandes bolaños -bolas de piedra de unos trescientos kilos- contra la ciudad y su Alcazaba. Mientras, el ejército nazarí contraatacaba desde la fortaleza de Marchena. Como el asedio se prolongaba, los aragoneses se vieron obligados a demandar mayor cantidad de provisiones mientras que los recursos financieros empezaban a escasear. Tras una tregua, el ejército atacante se retiró a finales de enero de 1310, no sin antes saquear los campos de Dalías, Tabernas y Níjar.

La pobreza ante esta situación fue creciendo, acompañada por las crisis de subsistencias (como la de 1329) o enfermedades como la importante epidemia de peste que asoló a la población en 1349. A esto hay que sumar la elevación de los impuestos para comprar la paz con Castilla. Este conjunto de penurias provocaron el refugio de los granadinos en la espiritualidad del Islam. En la ciudad de Almería se multiplicaban las pequeñas mezquitas en barrios, encrucijadas de caminos, etc. Como en Málaga, se generalizan las raudas o simples recintos funerarios, pero con una estructura sencilla, con muros bajos y escasa o nula cimentación, de planta cuadrangular.

El interior de la iglesia de San Juan Evangelista en Almería, conserva
los restos de la mezquita que allí se levantaba en época nazarí


Bajo el reinado de Yusuf I las defensas fronterizas se refuerzan; entre los años 1347 y 1348 fue el propio monarca quien visitó las poblaciones y fortalezas de la zona oriental del reino, inspeccionando las obras e infundiendo ánimos.

Sin embargo, la presión castellana extorsionadora -cuyos saqueos se adentraban cada vez más en tierras granadinas- y la dificultad en mantener un sistema impositivo excesivo que empobrecía a los campesinos, la oposición creció dentro del grupo dirigente nazarí: las facciones se disputaban el acceso al poder. Como la sucesión no estaba regulada por una sola norma, las preferencias personales del monarca y las intrigas palatinas orientaban las decisiones según intereses privados y grupos de presión. Así, los alcaides de las fortalezas se granjeaban la gratitud de los pretendientes al trono con su apoyo, por lo que frecuentemente participaban en las disputas dinásticas.

En este contexto, cuando Mohammed V fue destronado en 1359, Almería se opondrá a su vuelta como uno de los principales focos en su contra. La alcazaba de la ciudad fue empleada (como otras fortalezas costeras como Almuñecar o Salobreña) como presidio de miembros de la familia real opuestos al monarca, pero también como núcleo de revancha militar.

Durante el último siglo de vida del reino nazarí, la ciudad de Almería volvió a participar en las continuas luchas internas que sucedieron tras la caída de Mohammed IX, quien utilizó la alcazaba en 1429 como base de operaciones para expulsar a su rival del trono.


Muestra de la tardía importancia de la ciudad, centro
de las desavenencias dinásticas, son las acuñaciones
monetarias que tanto Boabdil (Mohammed XII), como
El Zagal (Mohammed XIII) mandan realizar desde el 1482
a 1489 y que abarcaban todo tipo de metales
Al final de la etapa nazarí se formarían dos bandos contrarios disputándose el trono. En el primero Muley Hacén y su hermano Ibn Sad, conocido como El Zagal, unidos al infante de Almería Ibn Salín y su hijo Sidi Yahya al-Nayar -todos con lazos familiares y apoyados por los Zegríes- y en contra Boabdil, ayudado por la familia de los Abencerrajes. Los Reyes Católicos, con el fin de debilitar aún más al reino para facilitar su conquista, protegieron a este último, el bando más débil.

Boabdil, tras ver rechazadas varias veces sus aspiraciones al trono de Granada debido al poder militar de su tío El Zagal, se verá obligado a retirarse en repetidas ocasiones a Almería, donde cuenta con excelentes apoyos. Finalmente, los alcaides de Los Velez le ayudarán para hacerse con el trono, mientras El Zagal intenta defender inutilmente la zona malagueña. Perdida la parte occidental del reino, El Zagal tiene que hacer frente al ataque de la zona almeriense, en cuya capital se refugia y promete a los al-Nayar, descendientes de los Banu Maul (familia cordobesa emigrados a Granada) importantes gratificaciones a cambio de intrigar en secreto con las élites urbanas para conseguir la capitulación de Almería, Baza y Guadix. Sin embargo el reino se encuentra desmembrado por las facciones y muy debilitado.

Impotente ante el avance cristiano por el noreste de la provincia, El Zagal prometió a los Reyes Católicos la entrega de otras plazas de la zona aún en su poder, saliendo de Guadix para dirigirse a Almería, mientras que el rey Fernando lo hacía desde Baza. 

Al llegar finalmente frente a Almería, el Rey Católico ordenó montar el real a orillas de un río que corría a cierta distancia de la plaza para facilitar el abastecimiento de agua, y encargó al comendador mayor de Santiago en León, Gutierre de Cárdenas, dirigirse a la ciudad para reclamar la presencia de El Zagal. El caudillo nazarí salió de buen grado escoltado por doce caballeros para encontrarse con el rey cristiano, que le esperaba cerca de la ciudad acompañado por el maestre de Santiago y el marqués de Cádiz. El monarca rehusó el besamanos que El Zagal, tras descabalgar humildemente le requería, y le pidió, siempre con el concurso de un traductor, que le acompañase al real, donde sería obsequiado con un ligero banquete. 

Entrega de las llaves de Almería por el Rey Moro a
Fernando, el Católico obra de Juan de Mata Prats
realizada en 1852 en Óleo sobre lienzo y que
se conserva en el Museo del Ejército de Toledo

Finalizado el ágape, El Zagal regresó a Almería para continuar disponiendo la entrega de la ciudad, siendo cortésmente acompañado hasta las puertas de la plaza por los marqueses de Villena y de Astorga, por el comendador Gutierre de Cárdenas, por el conde de Cifuentes y por Luís Portocarrero. El rey Fernando hizo formar a la hueste frente a Almería como en un alarde y así pudieron contemplar con emoción el momento en que la cruz, el pendón de Santiago y el estandarte real, llevados a la ciudad por Gutierre de Cárdenas y una escolta, aparecieron sobre las almenas de la torre del homenaje de la alcazaba de Almería.



Detalle de la pintura donde aparece la entrega de las llaves
de la ciudad de Almería en 1489

Al día siguiente el rey Fernando entró en la ciudad, pero la abandonó pronto al tener noticia de la inmediata llegada de Isabel al real, saliendo a su encuentro acompañado por El Zagal. La rendición de la ciudad se oficializó el día 26 de diciembre de 1489, festividad de San Esteban, quedando como gobernador de la plaza Gutierre de Cárdenas y como alcalde don Pedro Sarmiento.

La toma efectiva de otras plazas cercanas se dilatará en algunos casos, como es el caso de Guadix, Almuñecar o Salobreña, pues se había convenido hacerlo tras partir El Zagal de Almería y organizar en dichas ciudades todos los asuntos requeridos según lo acordado con los reyes.

Cuando en verano de 1490 Boabdil levanta a las poblaciones alpujarreñas, los Reyes Católicos, ante el peligro que tal situación supone, ordenan evacuar a la mayor parte de la población musulmana de las ciudades y grandes fortificaciones de la provincia almeriense. Entonces comienza el éxodo y la violencia anónima de imposición cultural y extorsión económica de un pequeño número de conquistadores sobre la población a la que amparaban tolerantes acuerdos. Desde Siria, el poeta ciego Ibn Yabir escribiría con amarga nostalgia:

¡Qué lejos ya nuestra vida en Almería! 
sus queridos recuerdos estan escritos en oro. 
Aquellas noches fueron para nosotros un regalo 
pero luego el destino nos lo arrebató


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