Palacio de Dar al-Arusa

Este plano muestra la ubicación del
Palacio de Dar al-Arusa una de las
almunias o posesiones reales que,
 según 
Ibn al-Jatib rodeaban
"como brazaletes" la Granada
del siglo XIV


Según los restos conservados y aún más, nos describe Ibn al-Jatib en la hata, Granada se encontraba rodeada de almunias y jardines fuera de las murallas. Este mismo esquema lo mantenía la ciudad palatina de la Alhambra con palacios a extramuros, auténticas zonas de recreo en lugares privilegiados de paisaje como podían ser El Generalife, o los desaparecidos palacios de Qasr al-Disar o Alixares o  el de Dar al-Arusa (su nombre significa "Casa de la desposada", aunque a veces se traduce por "Casa de la Novia", pero debe entenderse por la novia en el momento de celebrar los desposorios), con vistas al valle del Darro.

Conservado en el Museo de la Alhambra,
este fragmento de un arco de yesería 
del Palacio Dar al-Arusa evidencia
la importancia que tuvo este
espacio situado en lo más alto
del Cerro del Sol, sobre las
huertas del Generalife


El Palacio de Dar al-Arusa era una almunia o casa de recreo desaparecida en la actualidad que se encontraba en lo alto del Cerro del Sol, a unos 900 metros de altitud. Dar al-Arusa fue, en cierto modo, una conquista llena de dificultades por la imposibilidad de disponer de agua en abundancia, lo que marca decisivamente su futuro si se le compara con El Generalife en cuanto a sus expectativas de supervivencia, pero fue indudablemente un hito fundamental en la formación del sitio de La Alhambra. De hecho, es la edificación palaciega del conjunto monumental que más atrae la atención por su acusada lejanía respecto al núcleo principal alhambreño. Este palacio debía ser un segundo Generalife, siendo un territorio conquistado con huertas y jardines y un palacio de dimensiones monumentales que tuvo alberca, baños propios y un pozo de donde probablemente se extrajo agua por medio de una noria. Su conexión con la Silla del Moro o Castillo de Santa Elena era directa siendo posible distinguir en la actualidad un paseo empedrado que los unía. Desgraciadamente la carretera que viene desde el Llano de la Perdiz y pasa junto a la fortificación la separó por un profundo corte.

Maqueta que muestra el albercón
 cercano al Palacio de Dar al-Arusa

En 1933, al abrir unos huecos para plantar pinos en el Cerro del Sol (la colina que preside la finca del Generalife) Leopoldo Torres Balbás dio con los restos arqueológicos de esta almunia. La calidad de los restos arquitectónicos descubiertos así como los de su decoración de yesería y cerámica, nos demuestran la importancia. Esos restos guardan una especial relación con el agua de esta colina depositada en el gran albercón que hay en una cota aún más elevada y que alimentaba a este palacio. En principio se desecha la existencia de un punto de agua propio para Dar al-Arusa, aunque aún sería necesario investigar los restos de un pozo cercano.


Vista de los restos del Palacio de Dar al-Arusa
en la Dehesa del Generalife

El Patronato del Generalife ha vallado la zona arqueológica para su protección

En el conjunto se distinguen tres estructuras diferenciadas: por un lado la vivienda en torno a un patio, por otro el baño que ocupa el ángulo sureste y finalmente un gran patio rectangular (17.85 por 20.65 metros) con habitaciones al rededor y una gran alberca (3.86 por 7.02 metros) en el centro. La vivienda de la parte suroeste es posible que estuviera destinada al servicio o a las mujeres y estaba rodeado de pasillos entorno al patio.

Planta de los restos del palacio de Dar al-Arusa,
 en el Cerro del Sol, realizada por
Leopoldo Torres Balbás en 1936

Su entrada se encontraba al norte (sin embargo otros autores apuntan a que se encontraba al sur) y contaba con un zaguán, así como la estancia principal del patio que a la vez comunicaba con el resto de estancias privadas de palacio. En esta sala, situada al oeste, se han documentado seis pilares, que junto con los apoyos de las esquinas respectivas permitiría hablar de siete vanos, formando una galería con arcos. Tras él se encontraba el salón principal corrido, que no se ha podido precisar si comunicaba o no con el exterior y con la vivienda. La parte norte cuenta con tres habitaciones claras, una de ellas con un poyo -tal vez un apeadero-, aunque se ha pretendido la existencia de una tercera. El apeadero y el abrevadero hace pensar que se trata de un espacio de entrada.

Albanega nazarí de un arco del desaparecido 
Palacio de Dar al-Arusa

Al este se encontraba una torre, además de disponer de una noria, aunque no se puede confirmar por faltar el desarrollo de su mecanismo de elevación por medio de fuerza animal pues no existe espacio para que un animal gire, pero si parece que existiera un cigüeñal que bajaría con un contrapeso. Junto con esa cuestión, falta saber el origen del agua.

El Aljibe de las Lluvias recoge las aguas de
escorrentía de una zona del enclave del Parque
de invierno, almacenando el agua que se 
distribuía desde esta altura a las zonas de
demandan en los periodos secos, siguiendo
en la actualidad en funcionamiento y
sirviendo como reserva de agua 
para una emergencia 

Relacionado con la conquista de los territorios elevados y en buena parte apoyando las demandas de Dar-al-Arusa se encuentran una serie de estructuras hidráulicas como el Albercón del Negro (862 metros), el l Aljibe de las Lluvias (933 metros) y los Pozos Altos (926 metros) con una suma de 54 metros de profundidad trabajada en dos niveles, que explican los intentos denodados por hacer habitables cotas cada vez más alejadas del recinto fortificado de La Alhambra.

Excavada en los años siguientes, uno
de los espacios que aparecieron mejor
definidos fue el baño, a cuya sala de reposo,
 al maslaj ó apoditerium, semejante a la de
otros baños de La Alhambra (Palacio de
Comares, Mezquita, Abencerrajes),
perteneció nuestra fuente, en el
centro de su pavimento

Este complejo palatino contaba con unos baños (con una distribución similar a la conocida Sala de las Camas en el palacio de Comares, hallándose en el centro del mismo una fuente de mármol blanco circular enmarcada por un espacio cuadrado con decoración de alicatados en sus albanegas, y que se puede contemplar expuesta en el Museo de La Alhambra (aunque permaneció en su lugar, el rápido deterioro que ello le ocasionó propició que la pieza pasara al Museo, a petición de su director al arquitecto conservador de La Alhambra en octubre de 1944, completándose con piezas salvadas por algunos particulares) y una gran alberca en la parte habitada y de unas paratas, identificadas a partir de restos de muros y de líneas de posibles bancales en la ladera que asoma a la Alhambra. El conjunto constaba de tres patios de diferentes tamaños y funciones. El patio principal tendría crujías en sus cuatro lados, aunque en una primera etapa debió ser cuadrado, quizá sin pórticos y posteriormente se convirtió en rectangular al colocarse un pórtico en el lado oeste, así como una alberca rectangular centrada respecto a su nuevo eje, siguiendo una orientación noroeste-sureste, desviándose al noreste unos 28º, según describe el investigador Antonio Orihuela. Podría tratarse este patio de una especie de apeadero y distribuidor de la almunia.

Se trata de una fuente de mármol blanco
 conformada por una taza de planta circular
 (diámetro interior de 92.5 cm), plana
 (altura hasta el borde de 7 cm. y grosor
de éste de 8.3 cm.), con alzado cilíndrico,
sin decoración, con un orificio circular
 en el centro destinado para surtidor, existiendo
otro, junto al borde, para la evacuación de la
fuente y aunque la taza se encuentra
 bastante fragmentada se ha podido recomponer
en algo más de sus tres cuartas partes originales 

La fuente de Dãr al-Arusa responde formalmente a las tradicionalmente empleadas en la arquitectura nazarí, denominadas por Bermúdez Pareja “pilas esquemáticas”, cuyos ejemplares más significativos encontramos en los pórticos del Patio de los Leones en La Alhambra. Aparentan simples rehundimientos circulares en el pavimento para recibir el agua a
«borbotón» como si de un manantial se tratase; sus bordes quedaban enrasados con la solería o sobresaliendo de ésta mínimamente, ofreciendo al morador el relumbrar “semejante a un dinar”. La fuente se inscribe en un pavimento de planta cuadrada, dividido en cuatro pañoletas decoradas con sendos alicatados de cerámica vidriada. De las cuatro pañoletas que rodean la taza, con 58 cm. de lado como media, sólo una se ha conservado en su práctica totalidad; en otra de ellas ha podido recomponerse casi la mitad de su decoración, evidenciando el mismo trazado decorativo para el resto. Las pañoletas están decoradas con un bello alicatado geométrico, en base a un lazo de ocho, a partir del sino central (una estrella de ocho puntas) que desarrolla una rueda con encintado de color blanco de 1 cm. de grosor. Los colores empleados son, además del blanco, el melado, azul, verde y negro; un sencillo y grueso encintado verde sirve de separación, a la vez que de «atadura», tanto a las pañoletas como a la taza, en todos sus bordes, anudándose en los ángulos agudos de aquéllas formando un singular hexágono para pasar de la línea recta al círculo. Los tracistas hispanomusulmanes utilizaban preferentemente el lazo de ocho por sus ángulos rectos, supeditando y encajando en él otros lazos para asegurar la composición global, alcanzando así una casi inagotable variedad de combinaciones geométricas. El artesano realizaba un estudio previo del canon proporcional del paño a decorar, tras lo cual elegía las tramas más adecuadas para la obtención de los lazos. Si bien, pese a su radical geométrica, es necesario puntualizar que la base de esta decoración no pueda considerarse científica estrictamente, sino debida a un conocimiento tradicional y empírico, transmitido generacionalmente, probablemente desde la antigüedad, en talleres que conservaban plantillas y cartabones con una gran variedad de formas y tamaños. Gracias al estudio de la carpintería de lo Blanco nos ha llegado gran información sobre los métodos, los instrumentos, las denominaciones y los desarrollos de esta técnica decorativa.

Los baños del Palacio de Dar al-Arusa son el espacio mejor conservado y el más rico, a los que se accedían por la esquina sureste del patio principal, a través de una entrada en recodo que daba paso a la sala de reposo en la que aún se conservan poyos o camas y que estaría cubierta por una linterna central y una fuente en el centro de la estancia conservada en el Museo de La Alhambra. Entre los restos localizados se encuentra un pavimento de cerámica vidriada, tanto en la zona de las estancias privadas como en todo el baño, formado por ladrillos dispuestos en espiga alternando los colores blanco, azul y verde (esquema que se repite en otras zonas de la Alhambra como en la alberca del patio de Machuca). Tras la sala de reposo se accedía a la sala fría y, en recodo, se accede a la sala templada con una letrina en la esquina y una pila. Sobre el hipocausto se sitúa la sala caliente, pero este área ya está muy destruida por las excavaciones de trincheras por las tropas napoleónicas. En el baño se ha identificado además la leñera, cercana a los árboles que rodean el perímetro.

Desconozco si estas estructuras cercanas a 
Dar al-Arusa pertenecen a
época posterior o son genuinamente nazaríes

Junto al baño existen otros restos constructivos que se prolongan hacia los límites del edificio, que tal vez indiquen una conexión de enlace con alguna muralla o cerca de protección. Así mismo debió de estar dotado de jardines y/o alguna huerta y contar con un perímetro muy extenso. El conjunto se encuentra protegido por un muro que ciñe la zona de vivienda del palacio.

Este paño de alicatado (siglos XIV-XV) que se conserva
en el Museo de La Alhambra pudo pertenecer al
Palacio de Dar al-Arusa: está rematado en su parte
superior con un almenado, negro con fondo
blanco enmarcado por una cinta verde que
debió ornamentar un paño de muro completa
que se disponía con una trama rómbica,
formada por zafates color negro y estrellas
de 12 en los ángulos; cada rombo se divide
por la mitad con una línea en vertical de zafates
arpados en color azul, de forma que originan
 dos triángulos equiláteros en cada  rombo
ocupados por zafates entorno a un hexágono
blanco que se disponen en verde o melado
por bandas en vertical y horizontal


Así mismo se ha descubierto un pilar abrevadero y otra estructura que se ha dicho que pudiera ser un aljibe, aunque no hay indicios de cubierta de una posible bóveda y tampoco cuenta con el imprescindible enfoscado. Se deduce que llegaba un camino empedrado que aún es visible, que se deduce conducía al castillo de Santa Elena que defendería tanto esta almunia como al Generalife.


Parte de las estructuras del palacio siguen enterradas a
la espera de nuevas intervenciones arqueológicas y
de conservación

El palacio debió de ser abandonado tras la conquista cristiana y debió desmantelarse, según testimonios como el del historiador Francisco Henríquez de Jorquera en 1632 por desuso y los incidentes de las rebeliones de moriscos. De acuerdo con el testimonio de Luis de Mármol Carvajal, un granadino nacido a comienzos del siglo XVI: "Tenían asímesmo otro palacio de recreación encima del Generalife, yendo siempre por el cerro arriba, que llaman Darlaroca, que quiere decir Palacio de la Novia. El cual no dijeron que era uno de los deleitosos lugares que había en aquel tiempo en Granada, porque se extiende largamente la vista a todas partes y agora está derribado, que solamente se ven los cimientos."

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