Los leones del Maristán


Los leones del Maristán se conservan en el
Museo de La Alhambra (Palacio de Carlos V)
desde finales del siglo XX

Estas enigmáticas piezas proceden de un edificio construido en la segunda mitad del siglo XIV por Mohammed V, destinado a albergar y tratar enfermos mentales, conocido como El Maristán, que fue edificado en torno a un gran patio central con una alberca rectangular en cuyo eje de sus lados mayores se situaban estos dos leones enfrentados. Sin embargo este edificio fue demolido en el verano de 1843 y se desconoce con certeza la fecha en que fueron estos dos leones a la Alhambra; la primera referencia escrita que los sitúa ya en la Alhambra se encuentra en Giménez-Serrano (1846), lo que induce a suponer que debieron ser desmontados y trasladados poco antes de la demolición del Maristán.


Plano del Maristán de Granada 


Estos leones del Maristan, (no del Partal como 
mayoritariamente se les conoce), han sido
 residentes distinguidos de una de las zonas 
más bellas de La Alhambra, mudos testigos 
durante más de ciento cincuenta años de su
 historia y de una de las transformaciones más 
profundas y felices de ese entorno, que 
ha posibilitado su adecuada 
interpretación contemporánea

Escena de la película “Luna de Miel” (1958)

La primera ubicación de los leones en la Alhambra no fue la que hemos contemplado durante la mayor parte del siglo XX, en el lado sur de la alberca de las Damas, sino en un lugar muy próximo a él. En la segunda mitad del siglo XIX, el conjunto del Palacio del Partal estaba dividido en propiedades privadas. Francisco Acebal y Arratia, adquirió una casa en el mirador,  (abarcando dentro de sus tapias el oratorio del Partal, la casa de Astasio de Bracamonte y el jardincillo actual), que con un huerto conformó el conocido hasta comienzos del siglo XX como el “carmen de Arratia” y posteriormente como Carmen de la Mezquita, en el que colocó los dos leones de piedra procedentes del Maristán junto a la puerta del jardín por su lado interior (Oliver Hurtado, 1875), restaurando también a su costa el oratorio. 

"Lavandera en la Alhambra" pintado 
por Ralph W. Curtis hacia 1888, donde 
se observa uno de los leones del Maristán 
en el Carmen de la Mezquita

Los leones serían trasladados desde este carmen hasta el borde sur de la alberca de las Damas. La fecha de este traslado es incierta, aunque para situarla relativamente en el tiempo debieron darse dos circunstancias objetivas: por una parte, que pasasen a ser propiedad del Estado, lo que sucede en el verano de 1897, cuando se expropia el carmen con todo lo que contiene, y por otra, que esté disponible y preparado el lugar que los va a acoger. Este lugar, constituido hoy por la torre de las Damas y su alberca, a finales del siglo XIX era propiedad de Arthur Von Winner desde 1886 hasta el 12 de marzo de 1891 en que lo cede al Estado. Las importantes transformaciones de este sector comienzan en 1906 con el arquitecto de la Alhambra, entre 1888 y 1907, D. Mariano Contreras, quien, entre otras obras, demuele la tapia divisoria entre el carmen de la Mezquita y la propiedad contigua de la torre de las Damas, formando, desde entonces, un conjunto unitario. Tras su dimisión, pasa a ser arquitecto conservador D. Modesto Cendoya (entre los años 1907 y 1923), quien lleva a cabo las reformas más importantes del sector, reanudando, en junio de  1907, las obras de reparación de la alberca, su sistema de desagüe, solera y muros, sembrándose un  año más tarde los setos de arrayán. Es a paritr de ese momento cuando los leones pudieron ser trasladados. 

Se ha perdido la parte posterior de 
una de ellas desde el talón hasta 
el borde, dejando ver la entrada 
de la tubería del surtidor

En la documentación fotográfica conservada, los leones aparecen en el borde sur de la alberca, pero sin verter agua por las bocas, tal vez por haber sido colocados provisionalmente en ese lugar. Leopoldo Torres Balbás los dotará de agua en mayo de 1924, después de haberles instalado una tubería y tras colocarles unos caños de bronce en las bocas, hasta el día 13 de octubre de 1994, en que dejarán de arrojar agua por sus bocas y son desmontados para su restauración para su definitiva instalación en el Museo de la Alhambra.

Ubicación actual de los
leones en el interior del
Museo de la Alhambra 

Estas dos figuras de león esculpidas en época nazaí, en dos bloques de mármol oscuro,  sentados sobre sus patas traseras, plegadas, reposando en una base lisa, tallada en el mismo bloque (1,30 x 0,56 x 0,13 m) fueron utilizados como surtidores mediante una tubería que, entrando por la base, atraviesa toda la pieza hasta la boca, desaguaban a chorro, con una sección interior de 3,5 cm.

Leopoldo Torres Balbás colocó
estos caños en la boca en 1924

La cara de ambos leones muestran unas amplias fauces, resaltadas mediante tres pliegues y una gran dentellada, con mandíbula superior e inferior mostrando grandes colmillos que bordean el surtidor. Bajo éste despliegan la lengua —con acanaladura central— de 7 cm de longitud y 6 cm en la base. Igualmente resalta en el rostro un gran hocico con dos lóbulos sobre el que apenas se perciben los párpados de los ojos.

Las cabezas de los leones han
perdido sus orejas, cuya
huella puede observarse
claramente

La cabeza y la parte anterior del 
cuerpo aparecen completamente 
cubiertos por una larga melena 
formada por la superposición de 
grandes bucles, de 11 cm de 
largo, que en el eje frontal 
forman cuatro grandes 
lóbulos o gotas

La parte lisa del cuerpo sólo se interrumpe por una larga cola que, atravesando las patas traseras, se pliega sobre el lomo hacia el costado derecho en el león más alto y hacia el izquierdo en el león bajo, hasta alcanzar, en ambos, la melena. 

En las patas de los leones destacan
cuatro digitaciones y en la parte
posterior de las delanteras,
 una banda de pelaje rizado

Son muchas las refrencias iconográficas relativas al león en diferentes culturas a lo largo de la historia como protectores en las entradas de las ciudades y de las casas. También la relación de la figura del león con el agua es muy antigua, rastreándose en el mismo arte hitita de Asia Menor con los vasos rituales para libaciones (Museo del Louvre) o, ya en Tartesos, con la jarrita con cabeza de león (Museo Lázaro Galdiano). 

El papel simbólico del león se perpetúa en el mundo islámico, como por ejemplo en  Las mil y una noches donde se describe una fuente en la que había figuras de leones dorados con surtidores en las bocas. En la tradición islámica se asimilan las cualidades especiales en imágenes: la bravura del león se hace aparecer en la iconografía atacando a otros animales, reales o mitológicos, significando la fuerza sobre la debilidad, la victoria sobre el enemigo, el poder de la luz sobre la oscuridad, etc. Estas alusiones metafóricas convierten al león en una de las figuras más representadas desde la Antigüedad, tanto en la tradición islámica como en la cristiana. 

La iconografía del león pasó a occidente a través del oriente Mediterráneo, jugando un importante papel la tradición ibérica. En al-Andalus, desde la época omeya hasta la nazarí, la figuración artística islámica recibe sin duda un gran impulso. Tanto en los palacios como las casas más modestas, se demandan toda clase de objetos decorativos (en toda clase de soportes y materiales) y existen numerosas referencias a la presencia de representaciones de leones relacionadas con el agua y las fuentes, en Córdoba, Sevilla, Toledo o Granada. 

La llamada Pila de Badis o Alamiría
 (Museo de la Alhambra) es otro
ejemplo ilustrativo del simbolismo
del león en al-Ándalus

Destacar por su especial significación un ejemplar de sorprendente parentesco con los leones del Maristán, una réplica de los del Maristán. Se encuentra en un pequeño marfil del siglo XII procedente de la colección Adolf Stoclet de Bruselas (hoy en el Museo Victoria & Albert de Londres) en el que aparecen sentados sobre sus patas traseras dos leones.

Al-Maqqari nos relata la fuente con figuras doradas de animales (incluido un león) que vertían agua por las bocas en el Salón Oriental de Abderramán III en Medina Azahara. También sabemos por Ibn Hudayl del león de ámbar que lanzaba agua por las fauces en los palacios de Almanzor de Córdoba y de Bugía, en el que varios leones "deslizaban cristal por sus bocas", según Ibn Hamdis. Almamun en Toledo y al-Mutamid en Sevilla tuvieron también leones surtidores en sus albercas y fuentes, por su parentesco con estos dos ejemplares es necesario citar los leones que Ibn al-Jatib en el zafariche de Muhammad V, y por supuesto los universales leones surtidores, los de la Fuente de los Leones.

Es indudable que existían numerosos referentes a leones-surtidores en la Granada nazarí del siglo XIV. No es de extrañar que Muhammad V recurriera a sus valores simbólicos, transmitidos desde la Antigüedad en los espacios aúlicos más importantes de su mandato: el patio de su palacio de la Alhambra y el hospital benéfico de Granada. El parentesco entre ambos es evidente: funcional, simbólico y decorativo.

 Las fuentes de tradición clásica dentro del Islam andalusí preferían la representación animal de surtidores en materiales metálicos, fundamentalmente bronce. Sin embargo, los mejores representantes nazaríes de estos modelos están realizados en mármol. No obstante, los recientes análisis efectuados en la Fuente, así como los primeros trabajos de restauración de los leones del Maristán, hacen suponer que originalmente estaban pintados, probablemente dorados. La propia Fuente de los Leones estuvo ricamente policromada. De hecho Ibn al-Jatib, en la fiesta del Mawlid de 1362, menciona los "leones refulgentes" de la fuente.

Un dato más. En toda la iconografía del león resulta abrumadora la dualidad de estos animales, es decir, casi siempre aparecen en parejas, lo cual evidencia aún más la potencialidad de su valor simbólico pues dos entes artísticos tiene un especial valor representativo en todos los programas decorativos del Islam y, especialmente, en el mundo hispano-musulmán.



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