Castillo de Mondújar

Entre los barrancos de la Fuentezuela y del Castillo, a 879 metros de altitud y a algo más de medio kilómetro al este de la localidad de Mondújar se encuentra esta fortificación de planta irregular que trata de adaptarse forzosamente al terreno, ocupando un emplazamiento topográfico privilegiado desde donde poder mantener largos enlaces ópticos directamente o por medio de torres atalayas  o husun (plural de atalaya o hisn) jugando un importante papel en la espesa red que constituía el potente aparato defensivo militar del Reino de Granada.

Las ruinas del castillo nazarí de Mondújar
se encuentran a poco más de 30 kilómetros
de Granada, en la autovía de la costa

Mondújar fue un enclave importante, situado en la ruta comercial que llevaba las mercancías que llegaban a los puertos mediterráneos granadinos, por lo que en poco espacio geográfico se hayan un importante número de fortalezas, alquerías y atalayas (husun), formando un sistema de defensa similar a los fronterizos.

A pesar de su pequeño tamaño, en comparación con otras
construcciones similares de la época, su aspecto exterior 
de fortaleza no hacía imaginar que el interior contase con
todo lujo de detalles para el confort y disfrute de sus habitantes 

Como regalo de bodas para la cautiva cristiana Soraya "lucero de la mañana" (cuyo auténtico nombre era Isabel de Solís), el rey nazarí Muley Hacen mandó construir el Castillo de Mondújar (en árabe, Qaryat Mondusar) a mediados del siglo XV, y en él hubo de refugiarse en 1483 cuando su hijo Boabdil se sublevó y cuando fue sustituido por su hermano Mohammed El Zagal

La planta, bastante más larga que ancha, se organizó de
un modo desordenado y caprichoso para adaptarse 
al terreno sobre el que se asentaba

Pero además, al tratarse de una residencia para la realeza granadina, y no sólo acuartelamiento militar, contaba con jardines y huertos de recreo en bancales regados por una acequia que aún hoy puede distinguirse sobre el terreno.

En el lienzo de muralla conservado se puede
apreciar un estrecho pasillo que pudo haber
sido un camino de ronda; debido a la
verticalidad de la pared rocosa, sólo las
zonas noreste y sur están fortificadas

Aún se conserva el acceso en la torre de dos plantas de mampostería, con muros de un grosor entre 1,45 y 1,65 metros, situada al noreste del recinto: una puerta de doble recodo, en rampa, cuya entrada y salida se orientan al oeste. Tanto en el interior de dicha torre como a lo largo de su rampa de acceso existen restos de hasta cinco troneras abocinadas, posiblemente de época cristiana, ya que estuvo en uso hasta 1555. Tras dejar una estancia destinada a la guardia y otra un poco mayor de servicio, se encontraba de frente con el patio central donde el sonido de la fuente en medio de la alargada alberca y los aromas de jazmines y arrayanes que la rodeaban, seducían los sentidos. A las habitaciones privadas del castillo se accedía desde la esquina más alejada del patio, por una escalera de caracol.

En otra esquina de dicho patio se ocultaba un pequeño oratorio con un suntuoso mihrab copiado del palacio de Damasco y unos pasos más allá, cruzando un doble arco de mocárabes, aparecía el salón de recepción utilizado por el rey nazarí, de menor tamaño que el Salón de Comares pero de similar decoración. En las tacas situadas a ambos lados de la entrada, solían colocarse inciensos y perfumes que envolvían al visitante con sus aromas. La luz era un elemento esencial de la estancia, que entraba a raudales por los ventanales y la puerta. Bajo su cúpula policromada, y a tres lados de la sala se encontraban tres alcobas hendidas en el espesor de sus muros, y en cada una de ellas, sedas balconadas que recordaban al mirador de Lindaraja, desde donde se divisaban el verde paisaje del valle de Lecrín o de las cercanas montañas.

El castillo contaba con un hammam en los sótanos, para disfrutar de un ambiente sereno y cálido, donde los vapores olorosos y la paz del entorno invitaban a la tertulia y la intimidad. Se había diseñado un gran aljibe frente al acceso al castillo para garantizar el suministro del agua de consumo y regadío que se surtía de la acequia principal que bajaba desde los cercanos montes.

En el exterior del recinto, y cerca de este lugar se conservan los restos de un gran aljibe rectangular (7,50 x 4,80 metros) de muros de hormigón y cal con enlucido de almagra. Desde el interior de la fortaleza se accedía a él para coger agua, por un pasadizo en rampa, a modo de brocal horizontal. Pero además de este, otro aljibe abovedado bajo la planta del castillo constata la importancia de este baluarte.

Las dimensiones del aljibe eran de 7,5 x 4,8 metros y fue 
construido con muros de hormigón de cal, bien enlucido y
revestido de almagra, quedando cubierto con una
bóveda de mampostería y en su ángulo noreste, existía 
una intersección con otra pequeña bóveda apuntada que
cubría el pasadizo por el que, desde el interior de la
fortaleza, los habitantes podían acceder cómodamente 
al aljibe para recoger agua

No es seguro que allí existiera una rauda musulmana, que pudo ser destruida tras la conquista castellana del lugar. Por lo demás, el estado de los restos es malo, encontrándose en absoluto abandono y cubierta de vegetación; los aljibes están rellenos de escombros y según los expertos sería de gran interés realizar trabajos arqueológicos en el interior del castillo. En este castillo se encontraron unas alhajas correspondientes al último período árabe, que fueron adquiridas por el Museo Arqueológico Nacional en Madrid. ¿Por qué no pudieron pertenecer a la legendaria Soraya?

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