Las casas nazaríes



La espesura de los jardines de
algunas mansiones nazaríes
asomaba por encima del muro
exterior pudiéndose ver desde
la calle como en este cármen
del barrio granadino del Albaicín

Generalmente las fachadas de las casas
no tenían adornos, y muy pocas ventanas
que además solían estar cubiertas por
celosías que impedían ver el interior
por lo que era difícil conocer la
condición social de sus dueños,
además de combatir el calor del
verano manteniendo la penumbra

Para el hispanomusulmán, la casa es un refugio frente al mundo exterior, vertida hacia sí misma, la vida se desarrollaba entorno al patio central o en las terrazas. La casa nazarí revela un deseo de intimidad y soledad notables; dentro del hogar no interesaba la vida exterior a él, por lo que había pocas ventanas en la fachada. 

En los pisos superiores se colocaban
balcones con celosías para que las mujeres
pudieran mirar fuera sin ser vistas

De la vivienda islámica nos han llegado aldabillas y llaves, mayoritariamente de hierro y con un marcado carácter utilitario. Del mobiliario doméstico, destaca para la iluminación el candil de bronce o de latón, el más singular entre los objetos metálicos andalusíes, cuyo tratamiento ornamental evidencia su estima. Otros elementos muebles son los braseors y sus badillas, los pebeteros, los jarros-aguamaniles o los morteros.

La puerta de entrada se habría en un
pasillo en recodo para evitar que se
viera el interior de la casa desde la calle

Las casas ricas tenían un portón de entrada, siempre cerrado, que comunicaba a un zaguán, por el que se llegaba a un patio central, de planta rectangular. Tres de los lados de este patio tenían galerías cuyo techo era sostenido por columnas de mármol, y su centro lo ocupaba una pequeña alberca con un surtidor para refrescar el ambiente en los días de calor. Las habitaciones estaban distribuidas entorno al patio desde donde recibían la luz, con escasas o nulas ventanas al exterior y que servían de noche como dormitorios para la familia y para los esclavos y sirvientes. En un rincón del patio había una estrecha escalera por la que se accedía al piso superior, reservado a las mujeres. Tanto en las casas ricas como las humildes, el patio en el centro de la vida familiar.

Las casas acomodadas nazaríes tenían
 un patio interior con fuente y pozo,
centro de la vida familiar donde
las mujeres podían dedicarse a las
labores del hogar sin ser observadas
desde el exterior de la calle

Éstos patios estaban ajardinados,
con arriates con flores y alguna
palmera por cuyo tronco trepaba
la hiedra

Capitel nazarí del siglo XIV en mármol blanco 

Cubriendo cierta altura de las paredes y a fin de evitar humedades, favorecer la higiene y dar frescor, los muros estaban recubiertos de azulejos que formaban intrincados dibujos de geometrías entrelazadas. Los marcos de las puertas y ventanas de los salones se adornaban con yeserías labradas que formaban complejos diseños en su cruzados o con cintas citas coránicas en caligrafía. La sala principal de la casa podía estar situada tanto en el piso inferior como la superior, dependiendo de la época del año; el salón del piso superior era utilizado en invierno ya que recibía más luz y el del piso inferior, al estar más cerca de la alberca y del patio se reservaba para el verano.

La sala principal de la casa estaba
normalmente cubierta por artesonados
de madera policromada

En hornacinas situadas en las paredes se
colocaban grandes jarrones llenos de agua
con las que se refrescarían las salas 

En cuanto a la higiene, las casas de cierta categoría contaban con un hammam o baño de vapor, que podía ocupar tanto el rincón del piso bajo, de las azoteas. En invierno, como las grandes casas tenían sus propios baños, el agua caliente que circulaba por las tuberías de barro, caldeaban las paredes y suelos. Además de utilizar alfombras, esteras, tarimas y cojines, así como candiles y braseros de carbón que podían colocarse fácilmente en cualquier parte para calentarse. En la Alhambra se han encontrado restos de pequeños braseros de piedra con patas -para evitar quemar las alfombras que cubrían el suelo- y un gran receptáculo para contener las brasas.

Braseros como este conservado en los
 almacenes del Museo de La Alhambra
eran utilizados por los nazaríes
para calentar las estancias

Cada casa tenía su despensa, donde se guardaban en vasijas de barro vidriado, las provisiones para todo el año: carne acecinada, agua, aceite de oliva, harina, vinagre, miel, conservas y frutos secos. El padre de familia era, por lo general, que guardaba las llaves de la despensa.

Colchones de lana o divanes en
los muros hacían las veces de
sofá o de cama, siempre
muy cerca del suelo

Por lo general, no siempre había cocina; se solía cocinar sobre un brasero de barro con carbones, que podrían disponerse en el patio o en cualquier habitación. Tampoco había comedores ni dormitorios propiamente dichos: un mismo cuarto podía servir a la vez de sala de estar o comedor durante el día o de dormitorio por la noche. Las camas tenían colchones de lana, sábana bordadas, almohadas y mantas. Los niños dormirán en cunas con un pequeño colchón y un empapador de piel de cordero (como todavía se usa en algunas partes de España).

Detalle de una pieza
perteneciente a un
mueble nazarí

En cuanto al mobiliario, en las grandes mansiones se colgaban de los muros, como adorno, paños de lana fina o de seda, tapices, y se cubrían los suelos con alfombras, reservándose un estrado para el señor de la casa donde se sentaba sobre almohadones de lana, seda o de cuero teñido de vivos colores -los miswara mudawwara o mullidos almohadones que se utilizaban como asientos, directamente colocados sobre alfombras-.

Como solían sentarse en el suelo
las ventanas se situaban en los niveles
inferiores en los muros, tapándolas con
celosias, para mirar sin ser vistos

Desde el punto de vista contemporáneo, la forma en que los nazaríes amueblaban sus casas nos parece sobrio en extremo: la costumbre de comer en el suelo hacía que no utilizaran mesas ni sillas y como un mismo espacio podía emplearse para reuniones, comer, reposar o como dormitorio, requerían un mobiliario ligero y fácil de transportar. El pueblo nazarí era heredero de los pueblos nómadas del desierto y eso se notaba en la decoración de sus casas. Obviando la profusión de la decoración arquitectónica, el interior de las casas nazaríes tendrían un espíritu japonés actual, con muebles móviles y transportables, sentándose -por lo que las mesas también serían bajas, así como las ventanas, para poder observar el exterior sentados en el suelo- y durmiendo cerca del suelo. 

Nichos en las paredes
servían para almacenar
el ajuar de la casa nazarí

En lugar de armarios, usaban cestones de esparto y los tabut o baúles de madera para guardar la vajilla (platos, ollas de cobre o sartenes) y otros objetos de la casa y ropas, para lo cual había también unos nichos o horadados en los muros. Sorprende que la vajilla doméstica no sea metálica, que fue muy desarrollada anteriormente en época romana. También son escasos los objetos de vajilla de cocina que nos han llegado, a excepción de cuchillos o cántaras, entre otros.

Arqueta nazarí (siglos XIV-XV)
fabricada en madera, nácar, hueso 
y cobre, decorada con motivos de 
lacerías y estrellas de ocho puntas
Museo Arqueológico Nacional en Madrid

Arqueta de madera con decoración de
 taracea con piezas de taracea con piezas
 de hueso, plata y madera (Granada, siglo XV)
Museo Arqueológico Provincial de Granada

Utilizaban cortinajes para delimitar los espacios donde transcurría su vida, haciéndolos lugares confortables, jugando con la luz y agradando a la vista. De tela son también los manteles, cobertores y alfamares de las camas, los cabezales y almohadones, a veces de vistosos colores e hilos de oro que adornaban las estancias nazaríes. Aunque hoy estos espacios, convertidos en monumentos, parezcan vacíos, debemos evocar una Alhambra vestida con los mil colores de sus vidrieras, vajillas, cortinas, colgaduras, almohadones, alfombras y tapices, unidos a los juegos de la luz, el color y la música de los sonidos del agua, alcanzando una belleza difícil de imaginar.

Los alicatados nazaríes como este procedente
de la Alhambra cubrían las paredes de las
casas nobles y más pudientes


Para iluminarse de noche tenían lámparas de bronce, cobre o cerámica con bujías Dar luz durante la noche era una necesidad general en todas las civilizaciones, por lo que son numerosos los restos de candiles nazaríes.

Esta pequeña safa nazarí
presenta cubierta vítrea 
verde solo al interior y 
sobre ella decoración 
con finas líneas negras 
de manganeso como la 
estrella de cuatro puntas 
en el fondo central y que
se conserva en el 
Museo de la Alhambra 

En cuanto a la cerámica, también son numerosos los ejemplos que se han conservado, cuencos de vidrio de factura muy delicada, especieros mesa, botellas como las conservadas en el Museo de la Alhambra, de una gran variedad, todas ellas de pequeño y mediano tamaño, con una posible función de vajilla de mesa o cosmética. 

Especiero nazarí con nueve cazoletas,
decoración estampillada y vidriado de 
color melado que se conserva 
en el Museo de la Alhambra

Aunque no todas las casas nazaríes eran así, guardaban características similares. Las casas humildes eran mucho más pequeñas, no tenían más de 50 m² y sus habitaciones era muy angostas. La puerta de entrada daba a un estrecho pasillo en ángulo por el que se accedía a una esquina del pequeño patio cucha galería de la sostenida por pilares de ladrillo. Eran también comunes los corrales, con una única puerta de entrada y viviendas independientes alrededor. Muchas familias pobres no contaban más que con una habitación para todo el hogar. En ese ambiente agobiante, todos los días había riñas y gritos entre los vecinos.

Escena en el interior de
una vivienda humilde

En las casas humildes había menos muebles: colgaduras en las paredes y los suelos estaban cubiertos, todo lo más, por simples esteras. Sí, como era normal, no tenían dinero para comprar ropas hechas en los zocos, debían fabricarse su propios vestidos, por lo que nunca faltaban en sus casas la rueca y el telar. De noches se alumbraban con velas de cera o sebo (las de cera era mucho más caras) y candiles de aceite. Como calefacción invernal usaban braseros, principalmente de barro cocido.

La casa andalusí, como ésta del Albaicín, se
inserta en la tradición de la casa mediterránea 
con patio interior 


Durante los siglos XVI y XVII muchos
moriscos siguieron empleando elementos
propios de la arquitectura nazarí, que aún 
podemos observar en la cerca de centenar
de casas moriscas conservadas


El patio era el centro de la vida
familiar y núcleo de la casa

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