Medicina nazarí


La medicina fue la ciencia más cultivada en el período nazarí, ligada a la botánica y a la farmacología; los reyes nazaríes promovían su estudio y acogían y protegían en su corte a médicos procedentes de otras regiones de la península y del otro lado del Estrecho. Uno de los que acude atraídos desde Murcia es al-Riqutí, quien creará una Escuela de Medicina a la que pertenecerá Ibn al-Raqqam, Ibn Hudayl al-Tuyibí (1352) o Ibn al-Jatib. Granada tuvo también un hospital destinado a acoger al enfermo o mutatabbid llamado Maristán. Pero fue la Madraza la que alcanzó mayor notoriedad, porque era donde se enseñaba medicina junto a otras enseñanzas como derecho, teología y otras disciplinas relacionadas con la filología. 

Así completó su formación en Granada el médico Mohammed ibn Faray al-Qarbylyani -es decir, de Crevillente, en la actual provincia de Alicante- conocido popularmente como As Safra que quiere decir "el Bisturí" por su habilidad en el manejo del instrumental quirúrjico y su especialidad en cirugía. Escribiría en 1344 "Indagación y ratificación sobre el tratamiento de las heridas" donde se mencionan 36 tipos de tumores, la cura de heridas, extracción de flechas o el arte de reducir las fracturas y dislocaciones.

Instrumentos quirúrgicos de Abul Casis expuestos en la Torre de la Calahorra

Los médicos nazaríes estudiaron las enfermedades y encontraron recursos para combatirlas como la aplicación de agua de nieve contra las hemorragias, fabricaron gafas y lentes, estudiaron las orinas, conocían la importancia de percibir el pulso del paciente, cauterizar las heridas para evitar su infección, caústicos contra las fluxiones interiores, baños termales para combatir el reuma o recomendaron el cambio de aires contra las calenturas pertinaces y los cármenes del Darro contra la tisis.


Facsímil de la obra "La Materia Médica" de Dioscórides
regalo del emperador bizantino Constantino Porfirogeneta
al califa Abderraman III y su traducción del griego al
árabe, su información fructificó los trabajos del cordobés 
al-Zahawi (siglo X), del toledano Ibn Wafid (siglo XI),
del sevillano Avenzoar (siglo XII) y del también 
cordobés Maimónides (siglo XII)

Enriquecieron los conocimientos anteriores, recogidos en libros como el de Dioscórides (científico griego), con nuevas aportaciones sobre las propiedades y cultivo de especies medicinales, haciendo de las plantas de Sierra Nevada (Yabal al-Talchuna fuente de medicinas para curar toda clase de enfermedades. Ibn Luyún, en suTratado de agricultura, recomienda el uso de las plantas aromáticas para la higiene: para el olor de las axilas, agua de rosas o frotarse con la parte interna de la cáscara de naranja, para quitar el olor a ajo y cebolla del aliento, comer hierbabuena o perejil...


Los musulmanes, eran expertos en componer obras didácticas mnemotécnicas en verso que facilitaban el aprendizaje, como el Uryuza -conocido en el mundo latino como Canticum- compuesto por el médico iraní Avicena, para la enseñanza y aprendizaje de la medicina.

Precisamente Avicena, siguiendo los pasos de autores consagrados como Hipócrates y Galeno, avanzó en el campo de la terapéutica y la dietética, basándose en el dicho del profeta Mahoma: "El estómago es la cámara del mal, y la dieta, el principio del tratamiento".

En 1348, entró por el puerto de Almería la temida peste negra (peste bubónica y pulmonar), probablemente traída desde Génova, que diezmó a la población granadina. Esto empujó a los especialistas de la época a interesarse e investigar sobre la enfermedad, componiéndose los escritos de tres médicos nazaríes:
  • Ibn al-Jatib y su opúsculo titulado "Libro que satisface a quien pregunta acerca de la terrible enfermedad de la peste"
  • Ibn Jatima (Almería, 1324-1369) y su obra "Descripción de la peste y medios para prevenirla"
  • Mohammed al-Saqurí (Jaen, 1326-fin de siglo) y su "Información exacta sobre la epidemia"
Tratado sobre la peste (Tahsil garad al-qasid) de Ibn Jatima
(Almería, siglo XIV), conservado en la Real Biblioteca 
del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, y que fue
escrito a comienzos de febrero de 1349 (durante la
epidemia que asoló Europa, Asia y África) para
estudiar el origen de la enfermedad, su carácter, el
contagio, la causa de que afectara más a unos lugares
que a otros, como remediarla, etc y que incide en la
importancia de la higiene corporal para evitar el contagio

Tuvieron ocasión de demostrar sus conocimientos durante los brotes de peste negra exponiendo sus juicios sobre la conducta a adoptar durante la epidemia, hasta el momento considerado un castigo divino por los teólogos musulmanes, aconsejando medidas profilácticas anticipándose a sus colegas de Europa Occidental señalando por ejemplo el aislamiento y la prevención como medidas importantes para evitar la propagación de la epidemia, así como el contagio por contacto.

Pero además de la peste, la lepra o marda para los hispanomusulmanes, es la enfermedad más temida, apartando a los enfermos lejos de las ciudades, en despoblados, en las llamadas leproserías o rabad al-marda que se mantenían por fondos píos.

Investigaron también las parálisis parciales, las estrecheces del esófago, las inflamaciones del corazón, los flemones del mediastino y la viruela.

A pesar de los avanzados
conocimientos de anatomía,
las disecciones humanas
estaban penadas con
la muerte

Perfeccionaron la cirujía, publicando tratados sobre la anestesia con cizaña y las operaciones con instrumentos cortantes curando las heridas y hernias, el tratamiento de las piedras de la vejiga y del riñón, aunque la disección de cadáveres humanos estaba penada con la muerte según la ley islámica, sólo admitiendo la disección de animales. Sin embargo fueron conocidos sus tratamientos de las cataratas por extracción con agujas encorvadas o por reducción. 

El ejercicio de la medicina en el Islam medieval 
Miniatura de un códice del siglo XIV perteneciente
a las Maquamat, de al-Hariri, Escuela persa y
conservado en la Biblioteca Nacional de Viena


A partir de la Edad Media se institucionaliza en varias universidades europeas del norte de Italia; primero en Bolonia, en el siglo XIV, luego en Florencia, Siena, Pavía y Ferrara. En 1391 en Lérida, en Barcelona en 1402, en Valencia en 1478, en Zaragoza en 1488, y en Castilla mucho más tarde.

El objetivo prioritario de la medicina árabe es la prevención de las enfermedades, por lo que la higiene cuenta con un papel fundamental. De ese modo, estos autores destacaban su importancia para combatir la peste, a través de la limpieza con agua fría, fumigaciones para sanear la atmósfera, el lavado de los vestidos y utensilios y la prohibición de frecuentar los baños públicos.


Aunque en el reino de Granada abundaban los baños o hamman, estos eran accesibles para las clases altas y medias, mientras que los demás debían conformarse con lavarse en un barreño en su casa o en un abzan o bañera, aunque también existía quien tenía en su poder un sarcófago romano que utilizaban como pila. Con todo, ni el más sucio de los musulmanes nazaríes podía compararse con el más limpio de los cristianos, que pensaban que las capas de mugre protegía contra las enfermedades. 

A través de la observación y la sagacidad desarrollaron opiniones acertadas sobre la higiene sexual, las funciones de la generación y las enfermedades que con ella se relacionan, así como la asistencia en partos.

Socialmente, la mujer no podía ser vista sin su jimar ni tener contacto con otro hombre que no fuera su marido, incluso cuando debía ser atendida por un médico, se hacía a través de una cortina obligatoriamente, por lo que proliferaron las mujeres parteras, por lo que la medicina no sólo era practicada por hombres, sino que algunas mujeres granadinas destacaron en el cultivo de la ciencia médica. Inclusive, un médico o tabib podía atenderla dando instrucciones a una partera para que fuera ella quien inspeccionara a las pacientes femeninas y describiendo lo que veía, a pesar de no tener la misma formación en medicina. El barbero sangrador o fassad y los boticarios o saydalani completaban el catálogo de especialistas de la salud.

Pero la medicina existente en el reino nazarí no era únicamente la erudita que se ejerce en la corte, si no que convivía con la popular, la magia y el curanderismo, como recogería Ibn al-Jatib en sus escritos. En la ribera del río Darro (Hadarro) se encontraba la llamada fuente de la Salud, donde se llevaban a los niños enfermos ya que decían que sus aguas eran milagrosas.

Traducción de textos moriscos por algún arabista del
siglo XVIII en los que se mantienen vigentes la medicina
popular para curar diversos males y venenos
en la que también tuvieron cabida la
magia y las supersticiones 


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