Leyenda del Patio de la Sultana


El Patio del Ciprés de la Sultana, en el Generalife,
cautivó a los viajeros del siglo XIX por su
belleza romántica y sus juegos de agua, pero
también por la leyenda que encierra: un ciprés
 seco recuerda la historia de amor y traición entre
la reina Morayma y un abencerraje, narrada
por Ginés Pérez de Hita

El Generalife, la villa de recreo de los reyes nazaríes, es uno de los rincones más evocadores de la Alhambra, y dentro de sus jardines destaca con especial intensidad el llamado Patio del Ciprés de la Sultana. Este espacio, con su estanque alargado, sus surtidores de agua y sus cuadros de vegetación, representa no solo una joya de la arquitectura paisajística nazarí, sino también un lugar profundamente cargado de simbolismo, romanticismo y mito.

En el siglo XIX, el Generalife fue redescubierto
por los viajeros románticos europeos, fascinados
 por el exotismo y la melancolía de sus patios

El Patio del Ciprés de la Sultana atrapó a los viajeros del siglo XIX por su atmósfera de intimidad y belleza serena: el sonido del agua, la fragancia de las flores, y la armonía entre la arquitectura y la naturaleza encarnaban para ellos la esencia de una civilización perdida, idealizada y aún latente en las piedras y los jardines. Pero el Patio del Ciprés de la Sultana no solo impresiona por su estética. También conmueve por la leyenda que alberga.

Aunque la historia carezca de fundamento histórico comprobado, su poder evocador ha perdurado a lo
largo de los siglos, dotando al patio de
una dimensión trágica y poética

Hoy, el ciprés seco, como una figura fantasmagórica
 en medio del verdor, (El árbol vivió hasta los años
ochenta del siglo XX) es símbolo de un amor 
imposible y de las pasiones que habitaron 
estos muros

En una de sus esquinas se alza aún un viejo ciprés seco, conservado como reliquia. La tradición, recogida por Ginés Pérez de Hita en su “Historia de las Guerras Civiles de Granada”, lo identifica como el árbol bajo el que la sultana Morayma, esposa del último rey nazarí, Boabdil, habría mantenido encuentros secretos con un caballero del linaje de los Abencerrajes. Rivalidades políticas entre este clan y los Zegríes habrían desencadenado una intriga mortal: los Zegríes, enemigos acérrimos de los Abencerrajes, acusaron a la reina de adulterio.

Durante una de las numerosas celebraciones organizadas por Boabdil en la Alhambra, un zegrí se le aproximó y le comentó: ”—Sabrás, poderoso rey, que todos los caballeros abencerrajes están conjurados contra ti para matarte por quitarte el reino. Y este atrevimiento ha salido dellos, porque mi señora la reina tiene amores con el abencerraje llamado Albinhamad, que es uno de los más ricos y poderosos caballeros de Granada. Qué quieres, oh rey de Granada, que te diga, sino que cada abencerraje es un rey, es un señor, es un príncipe. No hay en Granada suerte de gente que no lo adore; más preferidos son que vuestra Majestad.” 

Aquella revelación llenó de ira a Boabdil, quien experimentó una profunda sensación de doble traición. “Al cabo de un rato —siguió diciéndole el insidioso zegrí—, vimos salir a la reina sola por allá debajo, junto de la fuente de los Laureles, y poco a poco se fue a donde estaban las damas muy disimuladamente. De allí a una gran pieza vimos salir a Albinhamad muy despacio, disimulado, dando vueltas por la huerta, cogiendo rosas blancas y rojas, y dellas hizo una guirnalda y se la puso en la cabeza”

Boabdil, celoso, pensó: “—Ah, traidor, cómo me has engañado —repetía para sí pensando en el amante de su esposa Morayma-. No más traidores; vive Alá que han de morir los abencerrajes y la reina ha de morir en fuego. Préndase la reina luego, que yo haré tal castigo que sea sonado por el mundo”. El zegrí, muy cauto, aconsejó al rey: “—Eso no, que no lo acertarás; porque si a la reina se prende, todo es perdido y pones tu vida y reino en condición de perderse”.

Entonces Boabdil, recapacitando, resolvió hacer otra cosa muy distinta, si bien, serviría de escarmiento a todos los Abencerrajes que se opusieran a él. 

Tantos detalles de los encuentros que los supuestos 
enamorados consumaban en un patio del Generalife
dispararon los celos de Boabdil

Boabdil, al descubrir la supuesta infidelidad de su esposa Morayma con el abencerraje Albinhamad, ideó un plan para eliminarlo: lo citó con engaños en una sala cercana al Patio de los Leones, donde, tras desarmarlo con halagos, lo acusó furiosamente de traición. Engañado por un traidor zegrí que le hizo creer que su esposa Morayma era infiel con un abencerraje, ordena ejecutar al caballero acusado. Mientras el abencerraje intenta defenderse, el verdugo lo decapita en la Sala de los Abencerrajes.

Después, con engaños, hacen acudir a treinta miembros de la familia abencerraje, que son degollados uno a uno al cruzar la puerta. El suelo del patio queda cubierto de sangre.

El Palacio de los Leones es el escenario
de esta dramática leyenda 

Morayma es llevada a presencia del rey y, con palabras sinceras y convincentes, demuestra su inocencia. Boabdil comprende que ha sido engañado, reprende al traidor y ordena encarcelarlo.

Sin embargo, las consecuencias son graves: los abencerrajes supervivientes desean vengarse. Según la leyenda, la sangre de los ejecutados aún brilla bajo el agua del aljibe en la Sala de los Abencerrajes.

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